Policía de Progreso torturó a mujer y le provocó un aborto
Sin darle ninguna explicación, la Policía Municipal detuvo a la profesora María Guadalupe, a quien golpearon, ahorcaron y le causaron tratos inhumanos. No les importó que ella les suplicó que no la lastimaran porque estaba embarazada.
“Tenía mucho dolor y no me hacían caso. No les costaba nada llevarme al Centro de Salud que está enfrente de la Policía, me pudieron esposar en la cama, pero no lo hicieron… pudieron salvar a mi bebé si hubieran tenido un poco de humanidad y compasión”, declaró.
Por Herbeth Escalante
Mérida, Yucatán, 18 de junio de 2020.- “No dejaron de golpearme en el vientre, me ahorcaban, me patearon la espalda y me aventaron a la patrulla, no pararon de insultarme y burlarse… yo les suplicaba que no lo hagan, que estaba embarazada, pero me ignoraron, siguieron torturándome”.
Así relata el amargo episodio de violencia que sufrió la profesora María Guadalupe Pech Solís, quien hace una semana fue detenida arbitrariamente por la Policía Municipal de Progreso. Las agentes policiacas la torturaron, causándole severas lesiones y trauma, por lo que a las pocas horas tuvo un aborto.
Jamás le dieron las razones de su detención, pero luego supo que se trató de una “cacería” por el asesinato de un policía ocurrido en la madrugada del 10 de junio en una caseta de vigilancia de ese puerto. Ese día, la corporación detuvo ilegalmente a todas las personas que estaban en la calle y consideraban “sospechosas”.
“Debido a mi embarazo de dos meses, tenía antojos, por lo que le pedí a mi esposo –de nombre Roni Gonzalo Torres Mena- que vaya al Oxxo a comprarme un refresco. Lamentablemente pasó una patrulla cuando se estaba subiendo a la camioneta, en la puerta de la casa, y se lo llevaron detenido”, relató la mujer.
El hombre gritó pidiendo auxilio, pues los elementos policiacos se lo están llevando y lo golpeaban, pero ella no lo escuchó, se quedó dormida. Tiempo después, al darse cuenta que su pareja no regresaba, salió del predio para saber qué sucedía.
Fue entonces que se dio cuenta que había un policía adentro de su camioneta, por lo que se asustó y empezó a grabarlo con su teléfono celular. A pesar de que en reiteradas ocasiones le preguntó qué estaba haciendo, el oficial sólo se limitó a decir que se llevarían el vehículo.
“Le pedí que me dejara sacar mi carnet y una medicinas que estaban en la guantera. Me dijo que sí y justo cuando me siento del lado del conductor, se suben tres policías mujeres, me agarran del cuello y me empiezan a golpear… les grité que no me lastimen, que estoy embarazada”, recordó consternada.
En respuesta, la comandanta ordenó que la golpeen en el vientre, por lo que María Guadalupe se retorció de dolor. En ese momento se dieron cuenta que estaba grabando, por lo que le golpearon la muñeca y la bajaron de la unidad a empujones.
“Y yo les seguía diciendo que por favor no me lastimaran, que estaba embarazada, pero sólo me insultaban, me decían que era una “perra”, una “puta”. Jamás me explicaron por qué me detuvieron, sólo me aventaron a la caja de la patrulla y ahí me patearon la espalda, me ahorcaron”, siguió.
Durante el trayecto, la mujer les suplicaba que avisaran a su familia, pues su hijo de once años se había quedado solo en la casa, que temía que le pasara algo. “No me importa, cállate”, espetó una policía, quien le apretó las esposas, provocándole heridas en las muñecas.
Al llegar a las instalaciones policiacas, las uniformadas continuaron con las vejaciones, pues la tiraron a una banqueta y se lastimó la cadera y el coxis. Ella seguía implorando que no la golpearan, por su condición de embarazo, pero de nada sirvió; por el contrario, enredaron su propio cabello en el cuello para ahorcarla, al tiempo que todos los elementos se burlaban.
En los separos, un oficial la estaba obligando a firmar un documento que decía “Obstrucción de la justicia”, pero ella se negó. Eso sí, le llamó la atención que la hoja tenía su nombre y dirección.
Como si fuera una delincuente, la metieron a una sala para tomarle sus huellas digitales y fotografías. María Guadalupe no sabía lo que estaba pasando, pero ya sospechaba que su esposo también estaba detenido.
Hizo pocos minutos en la celda, pues unas policías fueron a buscarla para “llevarla a su camioneta a sacar sus pertenencias”, pero en realidad la intención era seguir torturándola.
“Con una toalla sucia y una camisa me encapucharon, para que yo no vea a dónde me llevaban y yo me estaba ahogando. Me sentaron en la segunda cabina de la camioneta… temía lo peor, y bueno, me di cuenta que no avanzamos mucho, que habíamos llegado al corralón”, continuó.
En ese estacionamiento, durante seis horas, las policías la golpearon en el cuerpo y la cabeza, le jalaron el cabello y la insultaron, hasta que se cansaron. Unas subían, otras bajaban, se intercambiaron para pegarle. Ella les suplicó que le quitaran la toalla porque tenía que vomitar, pero una vez más no le hicieron caso.
“Me vomité ahí, mientras ellas dormían, me estaba ahogando con mi propio vomito”, señaló la víctima, quien como pudo se destapó el rostro y pudo reconocer a algunas de las policías que la torturaron.
Los tratos inhumanos continuaron. Cuando les pidió que le permitieran ir al baño, la bajaron de la camioneta, le alzaron la bata y le bajaron la ropa interior, para que orinara frente a un policía varón.
No me quisieron llevar al doctor
Luego, a María Guadalupe la regresaron a la sede de la Policía Municipal de Progreso, en donde se topó en el pasillo con su esposo Roni Gonzalo, quien estaba ensangrentado, con lesiones en el cuerpo y sin camisa. A él también lo torturaron.
“¿Qué haces aquí? ¿por qué te trajeron? ¿y el niño?”, alcanzó a preguntar el hombre, al darse cuenta de la aterradora situación en la que estaban. A él lo acusaban del homicidio del policía y a ella le querían hacer firmar otros documentos, en los que reconocía haber participado en “hechos delictuosos” y que renunciaba a su abogado.
Ya habían pasado varias horas y la mujer se sentía muy mal, le dolía el vientre y temía un aborto, por lo que suplicó a las autoridades que le enviaran un doctor o que la llevaran al hospital, para que le realizaran una revisión médica. Le rogó a un paramédico que atendía a un amigo suyo -a quien también detuvieron y torturaron, hasta romperle una costilla-, pero éste también la ignoró.
“Tenía mucho dolor y no me hacían caso. No les costaba nada darme un doctor, el Centro de Salud está enfrente de la Policía, me pudieron llevar, me pudieron esposar en la cama, pero no lo hicieron… pudieron salvar a mi bebé si hubieran tenido un poco de humanidad y compasión, sobre todo porque sabían que detuvieron a personas inocentes”, declaró llorando.
24 horas después, María Guadalupe fue liberada, sólo porque un abogado le consiguió un amparo; en cambio su esposo fue puesto a disposición del Ministerio Público, pues la Policía de Progreso le sembró “pruebas”, alteró la carpeta de investigación, lo acusaron de homicidio.
Al final, las autoridades ministeriales se dieron cuenta que todo fue mentira, que se trató de una detención arbitraria. La mujer y otros testigos fueron a declarar, por lo que Roni Gonzalo fue liberado tres días después de los hechos.
Lamentablemente la historia empeoró. Al día siguiente de que declaró en el Ministerio Público, María Guadalupe se puso muy mal, con dolores de calambre y contracciones. Entró al baño y tuvo un sangrado muy fuerte… tuvo un aborto.
“No es justo lo que nos hicieron, no lo merecíamos… estábamos muy felices de ser padres de nuevo, tuvieron que pasar 12 años para que me vuelva a embarazar y perdí al bebé por su culpa”, sostuvo.
Los policías de Julián Zacarías son unos delincuentes
Por eso no se va a quedar callada. En breve interpondrá una denuncia penal en contra de la Policía Municipal de Progreso por los delitos de tortura, secuestro y homicidio. Además, está integrando un expediente con todas las pruebas pertinentes ante la Comisión de Derechos Humanos de Yucatán (Codhey).
“Tengo fotos de las excoriaciones en mi espalda con forma de huella de una bota, el ojo morado y moretones en muñecas, piernas y brazos, tenemos pruebas de la tortura”, recalcó.
Sostuvo que luchará hasta que haya justicia, que se castigue a los elementos policiacos que le provocaron estas lesiones y exigió que renuncien los mandos, porque no pueden con el cargo.
Señaló que la población de Progreso le tiene miedo a la Policía del alcalde panista Julián Zacarías Curi, quienes actúan como delincuentes, pues torturan, roban, hostigan y hasta se “les ha pasado la mano”, provocando muertes de detenidos.
“No es justo vivir atemorizados por la Policía, le tenemos más miedo a los policías que a los delincuentes. Ellos levantan a gente inocente, ellos mismos nos roban y Julián Zacarías lo permite”, remató.