Los artesanos mayas que reconstruyen sus templos
En Uxmal, son conocidos coloquialmente como los albañiles “ruineros”, pero en realidad son el legado del pueblo maya que reclama lo que es suyo a través del trabajo.
Texto de Abraham Bote.
Fotografía y video de Enrique Osorno.
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Uxmal, Yucatán, 13 de mayo de 2019.- Los mayas que un día construyeron los emblemáticos sitios arqueológicos en Yucatán siguen entre nosotros, no se han ido; reflejo de esto es que en esta época algunos trabajan en la restauración de varios edificios que ellos mismos construyeron hace siglos.
Claro ejemplo son los artesanos del Palacio del Gobernador en la zona arqueológica de Uxmal, hombres y mujeres que en estos días se encuentran laborando de sol a sol en la restauración del basamento de dicho templo y en la limpieza de varias estructuras, las cuales aún aguardan secretamente entre la maleza de los montes de la antigua ciudad maya.
Son conocidos coloquialmente como los jornaleros o albañiles “ruineros”, pero en realidad son el legado del pueblo maya que reclama lo que es suyo a través del trabajo arduo.
En su mayoría campesinos, originarios de Abalá y Oxkutzcab, quienes con palas, coas y martillos realizan esas cansadas labores desde que amanece hasta las dos de la tarde. Están acostumbrados al trabajo rudo de campo, golpeados por el fuerte sol y asfixiados por la humedad que impera en la zona, mientras de fondo se escucha la música de cumbia del grupo Brindys, que suena de una pequeña grabadora.
Se protegen solo con un chaleco reflector, sombreros o gorras, mientras limpian las piedras de las estructuras prehispánicas, quitan la tierra sagrada acumulada con mucho cuidado y se las llevan en carretillas. En su mayoría usan únicamente sus manos que parecen tener una dureza por los callos acumulada a través del tiempo.
Algunos alcanzaron botas de construcción, sin embargo otros sólo tienen unas simples chanclas, pues para los pies que han caminado por años, la tierra y las piedras no estorban.
Hay momentos en los que se detienen para descansar, tomar un poco de agua fresca que almacenan en jícaras de calabaza. Cuando sienten que no pueden más, prueban una de sus bebidas sagradas, el pozol, la cual al estar hecha de maíz sirve para calmarles el hambre e inyectarles energía para continuar con su labor.
Cuando salen de Uxmal por la tarde, el hambre regresa. Uno de ellos confiesa que cuando llega a su casa sólo tiene un poco de frijol con pan para comer. «No hay para tanto», sostuvo resignado.
Al terminar su jornada, los mayas regresan a sus pueblos, agradecen a los dioses por el avance de la obra y por tener algunos pesos para sobrevivir, al menos durante unas semanas.
Los mayas nunca se han ido, caminan entre nosotros y vuelven para reconstruir los palacios que un día edificaron con menos presupuesto, herramientas y tecnología, esos grandes templos de sabiduría y conocimiento que también siguen de pie.