La vida después del feminicidio de Martha
Han pasado tres años del crimen y su madre, Verónica, recalca que ninguna otra mujer debe morir víctima de la violencia feminicida en Yucatán
Por Graciela D.
Mérida, Yucatán, 27 de enero de 2019.- La vida no ha sido la misma después del cruel feminicidio de su hija Martha, han pasado tres años del crimen y no ha podido recuperarse. Ninguna otra madre debería pasar por lo mismo, ninguna mujer merece morir de esa manera, víctima del odio y la violencia.
Verónica Ávila tiene 42 años de edad, es de complexión delgada y baja estatura, mide menos de 1.50 metros, aproximadamente. Su semblante refleja tranquilad, ella es fuerte, quizás eso la ayudó a enfrentar la tragedia.
En diciembre de 2015 todo cambió por completo, lo que debería ser un mes de celebración se convirtió en un luto interminable. Su hija Martha, de 17 años, desapareció; horas después, su cuerpo apareció tirado en los montes de Conkal.
Aquella madrugada en que no llegó a casa, supo que algo no estaba bien e intentó interponer una denuncia en la Fiscalía General del Estado (FGE). Sin embargo, las autoridades no se lo permitieron: tenía que esperar un plazo de 48 horas, así lo marcan los procesos de investigación. Mientras tanto, sus amistades y familiares pedían ayuda en las redes sociales para localizarla.
El 17 de diciembre, Verónica recibió una llamada telefónica, se trataba de un comandante de apellido Flores, quien le pidió verla en la carretera que comunica a Conkal. La acompañaron tres personas: uno de sus hijos, su pareja y el novio de Martha.
Al llegar al lugar les pidieron abordar un auto a cada uno. Ella fue llevada a la brecha en donde estaba el cadáver desnudo y ultrajado de una joven mujer. Sin duda, el momento más doloroso de su existencia fue reconocer el cuerpo de su hija.
Se destrozó cuando le informaron que en las últimas horas de su vida, Martha fue abusada sexualmente, apaleada y torturada. El informe del Servicio Médico Forense (Semefo) reveló que la causa de la muerte fue asfixia mecánica por estrangulación.
Y mientras ella lloraba en el monte a su lado, iniciaban los abusos de las autoridades. Con violencia, buscaban confesiones de los acompañantes de Verónica. “Nos separaron a la medianoche, a ellos los tiraron por Kanasín, los encapucharon y golpearon”, recordó.
Otro de los momentos más dolorosos fue leer los titulares de algunos sitios web de noticias y periódicos al día siguiente, que calificaban a Martha de escort o acompañante, como si a través de sus notas intentaran justificar el asesinato.
“Desgraciadamente, ella no está aquí para defenderse. Olvidaron la forma en que murió, lo que sufrió, eso es lo que hay que juzgar y calificar”, sentenció la afligida madre.
El duelo y el juicio
Martha Martínez Ávila pasaría a la historia como la primera víctima oficial de feminicidio en Yucatán. A los pocos meses del crimen y luego de las presiones de las asociaciones defensoras de derechos humanos, el Gobierno del Estado por fin elaboró el Protocolo de Actuación Ministerial de ese delito, para que se pudieran investigar correctamente las muertes violentas de mujeres. Sin duda, una antigua deuda para que sus familiares tuvieran la oportunidad de conocer la justicia.
En enero de 2016 las autoridades identificaron al responsable del crimen, se trataba del jefe de seguridad de una clínica en la zona de Altabrisa. En primera instancia, la FGE realizó la acusación en su contra como homicidio calificado; posteriormente, el delito fue reconfigurado y tipificado como feminicidio.
En las audiencias, Verónica se sentó durante horas a escuchar los detalles del asesinato de su hija. Esto le daría la fortaleza suficiente para declarar ante los medios de comunicación y exigir lo que cualquiera que pierda a un ser querido en esas condiciones desea: justicia.
“Se lo prometí el día en que entré a vestirla, que iba a luchar por ella”, declaró.
El 17 de octubre, el juicio finalizó y la sentencia fue dictada el 4 de noviembre, el feminicida Felipe de Jesús García Sánchez fue condenado a 35 años de cárcel. Tras escuchar el falló del juez, Verónica le dedicó estas palabras: “yo sólo deseo que Dios lo bendiga y que ojalá se arrepienta”.
Nunca hay despedidas
La vida después de Martha no ha sido fácil para Verónica, no hubo tiempo para el duelo, tuvo que enfrentar el juicio, continuar el trabajo, ocuparse de la familia. Su vida privada también fue juzgada: si la educó bien, si la educó mal, si fue su culpa.
“Hay que ser fuerte, tengo que seguir, tengo que hacerlo por ella y por mis hijos”, sostuvo.
Verónica sabe que a Martha nunca le faltó amor, siempre contó con el cariño de su madre, su familia y sus amistades. Siempre será recordada por su sonrisa y alegría.
Hoy día, a poco más de tres años del crimen, de la joven estudiante de preparatoria sólo quedan cenizas, pero sus recuerdos y memoria siempre serán honrados por su madre.
Verónica está consciente de que el caso de su hija fue un parteaguas en la justicia yucateca para las mujeres víctimas de un crimen de odio, del feminicidio, que tanto lacera a la sociedad. También sabe que se trató de una esperanza para todas aquellas personas que reclaman justicia.