La ciénaga devora su casa y los cocodrilos se acercan
María y su familia tienen que dejar su hogar que se encuentra a unos metros de la ciénaga de Sisal, pues no deja de llover y el agua sigue avanzando.
Por Herbeth Escalante
Mérida, Yucatán, 4 de junio de 2020.- Es inminente, María tiene que irse de su hogar. La lluvia no para y el agua sube rápidamente, en pocas horas “Cristóbal” impactará al puerto de Sisal y su familia está en riesgo: la ciénaga devora el piso y los cocodrilos se acercan.
Su humilde vivienda se encuentra a pocos metros del humedal, sólo una especie de reja de madera lo separa del patio, pero no es suficiente para detener el agua. Desde hace cuatro días que el cielo no termina de caerse.
No sólo está preocupada de que se inunde su casa y se pierdan las pertenencias de valor, también teme que los cocodrilos entren de nuevo al patio y se coman las gallinas y patos que cría para el sustento familiar.
“Hace dos años, cuando vino una tormenta, los cocodrilos se comieron mis 24 gallinas, las destrozaron. Cuando regresé del refugio las encontré muertas, desmembradas”, recordó la afligida mujer.
Apenas anoche, cuando se enteraron de que la trayectoria de “Cristóbal” amenaza a Sisal y que todos tenían que ser evacuados, uno de esos cocodrilos se acercó a la casa. De pronto salió de la ciénaga, avanzó poco a poco, por lo que el temor se apoderó de María y sus hijos. Ella asegura que las lluvias fuertes traen a esos reptiles.
Y es que en realidad los niveles de agua del humedal están creciendo y el riesgo de inundación aumenta, por lo que la población vulnerable de Sisal tiene que dejar sus casas algunos días, a esperar de que pase lo peor, a que vuelva la calma.
Con un escopetazo al aire, su esposo espantó al cocodrilo, pero a “Cristóbal” no hay quien pueda ahuyentarlo. En su camino al Golfo de México está provocando daños severos y no le importa ninguna pandemia.
“Estamos viviendo en el agua, llueve adentro, toda la ropa está mojada y no se puede secar”, sostuvo María, quien no dudó en detener a una camioneta de la Policía Municipal de Hunucmá para pedir que tomen en cuenta a su familia en el operativo de evacuación a refugios temporales.
Con los pies descalzos, la mujer espera en la puerta de la casa la llegada de su esposo, un pescador ribereño que desde temprana hora apoya a sus compañeros de la cooperativa para amarrar las lanchas, ponerlas una sobre otra, para que el peso impida que el mar se las trague.
En el puerto de abrigo, un Jeep ayuda a jalar estas embarcaciones a tierra firme, pues no hay tiempo que perder, las tienen que resguardar lo antes posible. “Esperemos no suceda como en “Isidoro”, que las lanchas aparecieron tiradas al otro día en la ciénaga o en la entrada de la carretera”, comentó uno de ellos.
María no se va a ir de la vivienda hasta que su marido llegue. Se pusieron de acuerdo para que él se quede a cuidar las pertenencias que con tanto esfuerzo lograron conseguir y no permitirán que se los lleve la lluvia o personas desconocidas que se aprovechan de las tragedias.
El pescador pasará la tormenta en casa y sólo si las circunstancias empeoran pedirá refugio en la iglesia de San José, como todos en el pueblo… ya lo saben.
Tiene que hacerse cargo de la motocicleta, del motor fuera de borda de su lancha, de la televisión, entre otros; pero también de las gallinas y los patos, para que ningún cocodrilo haga de las suyas durante el torrencial. (Fotos de Luis Pérez)