Iza y su lucha por recobrar la libertad e independencia
Como muchas historias de mujeres que vivieron violencia de género, la de Iza supera la ficción: su exesposo la obligó a vivir durante más de dos meses con su nueva pareja. Además, la violentaba y no le permitía salir de casa ni administrar dinero o hacer sus propias compras.
Por Claudia Arriaga
Mérida, Yucatán, 30 de noviembre del 2020.– Izaskun Perales Legarreta sobrevivió a la violencia de género que vivió con su exmarido. Fueron 15 años de maltratos y tres meses de llevarla a su límite. Por fortuna, encontró ayuda en el refugio de Apis Sureste, Fundación para la Equidad A.C. y ahora ella apoya a otras mujeres que buscan cambiar la página y reconstruir sus vidas.
Iza, como prefiere que la llamen, recordó cómo fue su primer desayuno en casa, con sus hijas e hijos, tras meses de vivir prisionera en ese mismo espacio que compartió con su exesposo y su nueva pareja.
“Él no me dejaba hacer comida estilo española nunca y la primera mañana de estar en casa y por eso, meses después, sabiendo que nadie vendría a molestar, disfrutamos mucho el desayuno y empecé a cocinar lo que me daba la santísima gana”, relató.
Su vida cambió hace cinco años cuando llegó a Apis con sus hijas e hijos, y al salir se prometió que apoyaría a otras mujeres. “Es que al llegar estaba muy mal, me había olvidado de mí misma, era un robot y sentía un vacío por dentro, ese dolor en el alma era tan profundo que no se lo deseo a nadie”, recordó.
Como muchas historias de mujeres que vivieron violencia de género, la de Iza supera la ficción que se ve en las pantallas de cine y televisión. A ella su exesposo la obligó a vivir durante más de dos meses con su nueva pareja, tampoco le permitía salir de casa y administrar dinero o hacer sus propias compras.
“Al principio me negué y él me contestó que entonces me podía quedar en la calle. Juntó dos casas con la intención de que yo esté con los niños durante el día para comer todos en conjunto, y dormir con ella en las noches. Fue algo indescriptible, pisando la casa me dijo que era la criada y cuidadora de los niños, yo tenía cero pesos conmigo, teníamos despensa, comida no faltaba. Si yo necesitaba toallitas femeninas, le tenía que pedir a ella, para mí fue de lo más humillante”, narró Iza.
Al principio de la relación no había alguna señal que le hubiera indicado que tendría que pasar por 15 años de maltratos. De hecho, decidió vivir con él porque aceptó al primer hijo de Iza como propio.
La violencia inició cuando se embarazó del primer hijo con él, pues tenía una obsesión por la limpieza, al grado que le impidió guardar reposo absoluto, pese a que era una recomendación médica. La trataba como su empleada domestica.
Pero fue hasta el primer año de la segunda hija que él pasó de la violencia psicológica y económica a la física. Además, quería controlar todo, sus hijas e hijos no podían jugar, ensuciarse o sudar.
“Los niños no se podían hacer un mínimo rasguño, eso era un pleito y coraje, al grado que un día el grande se raspó y fue tal los gritos del señor que el más pequeño se orinó del impacto que le dio. Si le pedía que se calmara más se enfurecía. Ese día le quiso pegar al niño, yo jamás lo permití y me ponía en medio, obviamente a mí me dio el golpe e hizo que me arrodillara y limpiara el orín en ese momento”, señaló.
Iza y su grito de independencia.
Al iniciar el ciclo escolar ya le permitía salir de casa para llevar a sus hijas e hijos a la escuela, pero llegó a su límite cuando su expareja la amenazó y le dijo que tenía un arma. No le creyó hasta que al día siguiente la dejó sobre la meseta de la cocina. “Ese día ya me decidí a hacer algo”, enfatizó.
Iza le contó a la vecina de enfrente, quien le aconsejó que buscara ayuda en la escuela de los niños. “Me armé de valor, fui con la directora de la primaria, fue la primera persona a la que le solté todo entre llanto y fue la persona indicada. Al día siguiente me dijo que había un lugar en el refugio y con mucho miedo acepté. Finalmente llegó ese día, fue el 15 septiembre del 2015, aquí es el día del grito, pero para mí fue el grito de independencia de todo”, narró.
Iza recordó que en las mochilas de sus hijas e hijos empacó sus chanclas, pasta dental y cepillo de dientes y ella solo llevaba la pijama y una ropa encima.
Al retroceder el tiempo, se cuestiona así misma todo lo que vivió: su expareja le quitó el celular y no le daba dinero, ni permitía que trabaje. De hecho, para poder juntar algo de dinero, en lugar de comprar un kilo de tortillas pedía cinco pesos y así logró ahorrar 200 pesos.
Actualmente, Iza trabaja para ella y sus hijas e hijos, y en APIS recibió la ayuda que tanto tiempo estuvo buscando para salir del ciclo de violencia y hoy apoya a otras mujeres que desean una nueva oportunidad, lejos de ese dolor que hace años le rompió el espíritu.
“Muchas se acercan a mí y soy la que las canalizo, pero ya vi que hay muchas maneras de llegar a Apis y otros lugares donde ayudan a las mujeres”, detalló.
Apis y la mirada a reflexionar de la violencia.
En el camino de Iza estuvo Jess, quien la apoyó para que ahora pueda contar su historia. Ella es la persona encargada de psicología grupal del Centro Externo de Atención del Refugio de Apis. Trabaja con las usuarias del grupo de autoayuda, se identifica como persona no binaria y le apuesta a recordarle a las mujeres que después de la violencia tienen derecho al disfrute, a sonreír.
“Nos damos cuenta del impacto y cómo el generador de violencia provoca reacciones en el cuerpo, te desdibujas. Es parte del proceso de salir de la violencia, hablar de la sexualidad, libre y gozosa, es decir, de los derechos reproductivos y sexuales”, explicó.
En el grupo de autoayuda, las mujeres desmitifican la violencia, se trata de hacerles comprender que no están solas y como ellas hay otras en busca de ayuda. Tampoco se obliga a ninguna a compartir su historia, en este espacio todas son escuchadas.
Ahí les recuerdan que sonreír no está mal, que sirve para reafirmar sus derechos. “En estos momentos vamos a analizar y también podemos disfrutar, nos sale la carcajada y reflexionamos de hace cuánto no reímos”, detalló.
Del otro lado, en el camino de descubrir qué sigue después de la violencia, se encuentra respetar las decisiones de las mujeres. “Hay que verlas como responsables de su vida y no de la violencia que reciben, de activar su autocuidado y poder decidir su camino”, dijo Jess.
Por cierto, el panorama de violencia de género que se vive en la actualidad llevó a Apis a iniciar otro grupo para reflexionar del tema, el cual surgió de la inquietud de las adolescentes y mujeres jóvenes por comprender los feminicidios.
**Si deseas sumarte al grupo de autoayuda y al de reflexión de la violencia, puedes hacerlo comunicándote a los teléfonos 9999 88 40 48 / 9994 95 23 28 / 9991 04 38 78