Geydi no escucha al 100 por ciento, pero eso no le impide jugar futbol
Ella conoce el lenguaje corporal de sus compañeras y también ha aprendido a estar alerta en el campo, pues de esta forma aunque a veces no logre escuchar a profundidad su nombre o las instrucciones, sabe cuándo le pasarán balón y enseguida sabe igual a quién pasárselo o incluso si ella es la que está cerca de la portería, es quien se avienta los goles.
Por Itzel Chan y Miguel Cocom
Infografías: Púrpura Analytics
Fotografías: Rodrigo Díaz
«Decir que el fútbol es solo un juego es como decir que la música es sólo un ruido».
Uayma, Yucatán, 3 de diciembre de 2021.- El futbol ha sido, por antonomasia, uno de los espacios más llenos de lenguaje machista y discriminatorio. Todos los insultos caben – o cabían – en una cancha de soccer, sin embargo, estamos a tiempo para decir que la historia cambia y en ocasiones, para bien.
Hasta hace poco, si alguien corría lento no faltaba el insulto típico “corres como niña”; si a un portero se le escapaba un balón fácilmente atajable se escuchaba “manco” desde un costado de la cancha; si un árbitro no marcaba una falta a favor de nuestro equipo no faltaba el habitual “árbitro ciego” coreado desde la tribuna; hasta llegar al grito discriminatorio y homofóbico que corean ciertos aficionados mexicanos cuando el portero rival realiza un despeje, mismo que ya le ha costado sanciones y vetos a la Federación Mexicana de Futbol, por lo que el Tri incluso fue castigado con dos partidos a puerta cerrada en la presente eliminatoria mundialista.
No obstante, de a poco, de forma gradual y con mucho trabajo al igual que se han conseguido las grandes transformaciones sociales, las canchas de futbol se comienzan a inclinar del lado correcto, hacia el respeto, la inclusión y la igualdad.
Vale la pena destacar que, en ocasiones estas transformaciones van partida doble o triple y este es el caso de las Leonas de Uayma, un equipo femenil que juega en un municipio mayahablante y cuya historia ya ha sido abordada en otros textos periodísticos
No obstante, en esta ocasión vamos a hacer marca personal en una jugadora en particular. Geydi Castillo Chi y su número en la espalda es el 11, el que está destinado a las jugadoras que marcan la diferencia con sus desbordes y ataques por las bandas. “Me gusta mucho el futbol, moverme en el campo, jugar con todo en el juego, meter gol y demostrar quien soy”, señala con decisión la joven jugadora de 13 años.
Ella es una de las Leonas más pequeñas, en cuanto a edad, pero de las más participativas al momento de pedir el balón para dirigirse a la portería rival. El amor por el soccer se lo inculcaron desde muy pequeña, ya que tanto su papá como sus hermanos lo jugaban en la comunidad. Y si bien ella lo practicaba en familia cuando tenía oportunidad, no fue hasta que se organizaron formalmente las Leonas durante la pandemia que lo ha podido hacer de forma organizada, en campos bien delimitados, con porterías en ambos extremos de la cancha. Las redes y el pasto son detalles menores cuando se juega rodeada de amigas y de familiares.
Geydi no juega sola, está en el campo con otras 10 felinas cuando es en cancha grande o con otras seis cuando el partido es de Futbol 7. Generalmente, una de sus compañeras en el terreno es su hermana, Giovana de 21 años, refrendando así una de las frases que repiten en los entrenamientos y antes de cada partido: “Más que un equipo, somos una familia”.
Otra de las frases, casi mantras, que representan el espíritu de este conjunto del oriente del estado es: “Corres con las piernas y con el corazón”. A lo que también se debería añadir que se escucha con el corazón, porque Geydi padece microtia grado 3, una malformación congénita que se traduce en una falta de desarrollo de sus pabellones auditivos, por lo que no escucha al 100 por ciento.
No obstante, esto no ha sido un impedimento en cuanto se escucha el silbatazo inicial. El equipo de las Leonas se ha adaptado para poder comunicarse dentro del campo. Ya sea gritando más fuerte, a través de señas o marcando el movimiento, es decir han sabido encontrar esa sincronía que se transforma en grandes jugadas. Cuando hay voluntad, las palabras sobran y hacen falta más porterías para seguir anotando goles.
Para Geydi ha sido necesario conocer el lenguaje corporal de sus compañeras y también ha aprendido a estar alerta en el campo, pues de esta forma aunque a veces no logre escuchar a profundidad su nombre o las instrucciones, sabe cuándo le pasarán balón y enseguida sabe igual a quién pasárselo o incluso si ella es la que está cerca de la portería, es quien se avienta los goles.
La adolescente confirma que juega con todo su cuerpo y en el campo, incluso los espectadores no notan alguna diferencia entre las jugadoras, pues también sus compañeras han aprendido a interactuar de modo que en la cancha todas tengan las mismas oportunidades.
Además de Giovana, tiene más hermanos que también presentan signos de microtia grado 3, entonces el hecho de que Geydi haga su día a día con valentía y con ímpetu en el deporte, también es un impulso porque en otras áreas ellos mismos van marcando la inclusión, pues comprenden que el lenguaje es tan amplio que siempre habrá formas de comunicarnos.
De esta forma, este equipo nos enseña un nuevo dialecto en el campo de futbol, uno sin groserías, sin apodos y lleno de empatía con una inclusión real, uno que debería ser universal en todas las canchas de soccer y que debería ser la norma también en las gradas. Porque ese es el lenguaje y los sonidos que siempre deben acompañar la puesta en escena que rodea a los y las futbolistas cuando rueda el balón.