Brenda logró salvar su vida, huyó de la violencia extrema
Hoy le quiere decir a la mujer que fue en el pasado que no tenga miedo, que allá afuera hay otras personas dispuestas a ayudarla.
Por Claudia Arriaga
Mérida, Yucatán 23 de noviembre del 2020.- Brenda vivió 14 años junto a su expareja René, quien la violentó física, sexual y psicológicamente. En 2017, logró salvar su vida y huir del maltrato al que era sometida, gracias a que ingresó al refugio para mujeres víctimas de violencia extrema de Apis Sureste, Fundación para la Equidad.
Ella hoy le quiere decir a la mujer que fue en el pasado que no tenga miedo, que allá afuera hay otras personas dispuestas a ayudarla.
“A la Brenda del pasado le quiero decir que no hay imposibles y que, de dónde cree que no puede escapar hay una salida, que busque ayuda, porque la hay. Le diría que luche, que es difícil y es un proceso fuerte, pero sí se puede”, señaló.
Salir del ciclo de violencia fue difícil. Ella sabía que no estaba bien lo que vivía en casa, pero René le repitió tantas veces que la encontraría si se atrevía a dejarlo, pensó que no tenía opciones. “Me resigné a permanecer con él, a vivir esa vida hasta que me muera, como él decía”, abundó.
Lamentablemente, la violencia nunca se detiene y siempre va en ascenso. Los ataques en su contra ya eran insoportables. Y en el último episodio algo se rompió en su interior, al grado que acudió al Hospital Psiquiátrico para pedir que la internen.
“Él (René) me estaba violando y sentí que me desmayé, todas mis facciones se me fueron de lado y empecé a convulsionar. Se asustó y me llevó a una clínica de urgencia, me dieron medicamentos y dormí dos días. Y aun así, recuerdo vagamente que anestesiada, él estaba sobre mí. Fue de lo más horrible que viví y eso me marcó”, relató.
Por fortuna, la doctora que la recibió se dio cuenta de lo que ocurrió. Incluso sacó a su expareja del consultorio para que pudieran hablar. Y en ese momento canalizó a Brenda al Centro de la Justicia para las Mujeres (Cejum), en donde permaneció tres días con sus tres hijas menores de edad en el albergue temporal para luego ingresar al refugio de Apis.
Al principio de su estancia sólo pensaba en regresar a casa, pero la detenía que sus hijas se encontraban felices y esperanzadas de un nuevo comienzo, lejos de un hogar en donde eran prisioneras.
Poco a poco, Brenda se fue abriendo al proceso que la ayudó a construir las bases de una mejor vida, libre de violencia. Redescubrió cosas que ya había olvidado cómo cuidarse, tener su espacio personal y valorarse.
“Salí con ganas de hacer muchas cosas, me reencontré a mí misma, me valoré y te puedo decir al día de hoy que soy una persona feliz, estoy sola con mis hijas y me siento plena. A veces me siento triste, pero siento que es algo normal, ya no dejo que eso gane. A veces me siento sola como mujer, pero eso no hará que regrese con él porque igual recuerdo todo lo que sufrí y no vale la pena”, explicó.
Entre sus planes, Brenda quiere emprender un negocio y que sus hijas sean mujeres independientes. A su agresor lo denunció y está a la espera de finalizar el juicio de guardia y custodia y todo indica que las niñas permanecerán a su lado.
Apis transforma la vida de las mujeres que sobrevivieron a la violencia
El trabajo que realiza Apis va más allá de los servicios del refugio, asesoría legal, terapia psicológica y grupo de autoayuda. La Psicóloga en Centro de Atención Externa del Refugio (CAER), Alejandra Carolina García González, detalló que una de sus más grande satisfacciones es que cuando las usuarias concluyen el proceso para romper con el ciclo de violencia, salen dispuestas a ayudar a otras mujeres.
“Ellas salen y lo comparten y transmiten con muchas más y sus hijas e hijos con otras personas. Mi labor es con ella, pero de alguna forma se extiende. A veces lloro y se rompe mi corazón a cada rato con sus historias, pero se reanima y junta cada vez que escuchó sus avances y cómo se sienten”, relató.
El proceso para las mujeres que viven violencia y las que salen del refugio consta de 16 terapias, en las cuales se enfocan en identificar la violencia que vivieron y recordarles que tienen las herramientas necesarias para salir de ahí. “La idea es recuperar los recursos que tienen y que solo están apagados, empolvados o la energía está dirigida a sobrevivir”, comentó Alejandra.
Además, otra de las opciones que ofrecen es un acompañamiento psicológico para mujeres que tal vez en medio de un juicio identifican que tienen una traba emocional o para ayudar a aquellas que no pueden salir de sus casas o solo por un tiempo limitado “Planeamos qué quieren hacer y cómo llevar a cabo los siguientes pasos”, apuntó.
Pero esto es solo un primer paso para lo que sigue, el equipo de Apis da seguimiento a cada caso, se asegura de estar ahí para apoyarlas cuando se sientan solas.
Alejandra reiteró que la fortaleza de las mujeres ante situaciones adversas no deja de sorprenderla. “Me nutre mucho saber que, de una situación terrible, de riesgo donde parece que no hay nada, pueden salir y hablarme de eso y hablarlo con otras personas”, agregó.
Para ella, que una mujer que llegó huyendo de la violencia extrema, intentando pegar los pedacitos de su espíritu, se declare enamorada de sí misma, en ese punto todo es posible y ya no hay vuelta atrás: Se trata de una mujer fuerte. (Foto de archivo de Lorenzo Hernández)
***La identidad de Brenda fue reservada debido a que se trata de una mujer víctima de violencia extrema que ingresó al refugio de Apis para salvar su vida.