Arroz con leche en el hospital
Afuera, en silencio, esperan noticias de sus familiares que fueron hospitalizados en Año Nuevo
Por Herbeth Escalante
Mérida, Yucatán, 1 de enero de 2018.- Afuera del hospital, en la incómoda incertidumbre, esperan noticias de sus familiares que tuvieron que ser trasladados de emergencia para recibir atención médica. Jamás se imaginaron que en ese triste lugar pasarían el Año Nuevo, consternados, impacientes, compartiendo el silencio con desconocidos.
En uno de los muros de la rampa del Juárez algunos aprovechan para dormir un rato hasta que llegue la nueva hora de visita. Vienen desde muy lejos y el dinero no alcanza para estar gastando tanto en transporte público, por eso no les queda de otra que aguardar ahí.
En el Seguro Social las urgencias son relativas, los primeros auxilios son trámites burocráticos y la muerte es el único paciente con el estado de salud grave.
Hubo quienes llegaron ahí porque no soportaron el dolor de la pancreatitis; también quienes en la madrugada fueron víctimas de ataques con arma blanca de borrachos que querían seguir bebiendo; niños que sufrieron quemaduras en manos y rostro por reventar “bombitas”; o conductores que necesitaban respiración artificial luego del accidente vial en donde estallaron sus vísceras.
Los familiares voltean la mirada al mismo tiempo, como si fuera una coreografía ensayada, cada vez que las sirenas de la ambulancia suenan en la puerta del nosocomio y los paramédicos bajan a toda velocidad al nuevo convaleciente. También se escuchan llantos.
Los que visten batas blancas pocas veces saludan con “buenas noches” a los afligidos, con trabajo miran de frente a sus pacientes, pero entre ellos son muy respetuosos, cordiales, educados, en cada intercambio de palabras no falta el “doctor, doctora”. Están orgullosos de su profesión, de esa loable labor humanitaria de cobrar buenos sueldos por salvar vidas y curar heridas.
Ha llegado la primera noche del año y la ciudad continúa callada, cruda y vacía. De pronto aparece en la avenida Hidalgo un vehículo que se estaciona lentamente justo en la entrada, pero a diferencia de la mayoría de los autos que arribaron durante la jornada pareciera que no trajo ninguna emergencia.
Tres de los tripulantes, un hombre y dos mujeres, se bajaron con toda la calma del mundo mientras otra señora de la tercera edad aguardaba en el asiento trasero dando las últimas instrucciones; durante unos segundos observaron a la gente que está sentada afuera, como si los estuvieran contando. Entonces se dirigieron a la cajuela y de ahí sacaron charolas rojas con decenas de vasos de unicel llenos de arroz con leche.
Se dispersaron por las inmediaciones del sanatorio, en la rampa, en las escaleras, en el área de Urgencias, por las aceras, en las entradas de cristal. A todos con quienes se toparon les ofrecían el postre, no les cobraban, ellos invitaron.
Para algunos quizás fue el único bocado que probaron ese día, pues en esos momentos de preocupación y tensión porque no saben cuándo saldrán sus familiares, lo menos que pensaron fue en qué comer.
“Les traemos arroz con leche cada 25 de diciembre, en Navidad, y cada 1 de enero, en Año Nuevo, para que disfruten un ratito, es una manera de decirles que los apoyamos en estos momentos difíciles”, comentó el anónimo hombre mientras repartía los vasitos.
Explicó que se trata de una promesa que hicieron, de un agradecimiento que se convirtió en tradición. Quizás tiempo atrás, para estas mismas fechas, ellos también pasaron la noche afuera del hospital, esperando noticias de algún familiar suyo que tuvo que ser trasladado de emergencia para recibir atención médica.