¿Y la caja china de Ovidio?
Nos acostumbraron a ver la guerra contra el narco desde una postura de espectadores, en el que los medios de comunicación recrean las acciones y, de esta manera, los gobiernos legitiman sus estrategias de seguridad.
Por Anaid Montserrat Espinoza Castelán*
Mérida, Yucatán, 24 de octubre de 2019.-Hace unos días, con la detención del hijo del narcotraficante más famoso de la actualidad, en las redes sociales el tráfico de información fue brutal: los videos que dejaban ver la realidad tan estremecedora que por horas pasó la población de Culiacán; las publicaciones que expresaban el sentir de las mexicanas y mexicanos respecto a la decisión de liberar a este personaje; los chistes de Vicente Fox en Twitter y las múltiples columnas de opinión que se hicieron acerca del tema.
En cuestión de horas, esta situación se redujo a un debate en el que únicamente se podía estar a favor o en contra de la llamada Cuarta Transformación. Pero ahora, con un poco menos de Ruido en el ambiente, es prudente que nos preguntemos si existe alguna perspectiva, más allá de si se evitó una tragedia o si hubo falta de valor en los actos de la administración que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
No hay que permitirnos olvidar lo mediáticas que han sido otras aprehensiones en el pasado. Recordemos que en 2016, cuando fue la más reciente captura de Joaquín “el Chapo” Guzmán, las autoridades federales revelaron que, días antes, en Sinaloa, se había efectuado un operativo del que este sujeto logró huir. Finalmente se le detuvo, sin embargo, ese despliegue fallido no tuvo trascendencia, ni se dio a conocer en su momento.
Tal vez nos hemos acostumbrado a ver la guerra contra el narco desde una postura de espectadores, donde las y los comunicadores de las principales cadenas televisivas del país recrean las acciones y, de esta manera, los gobiernos legitiman sus estrategias de seguridad. Pero el problema no ha sido que se transmitan estas hazañas, sino que esta ha sido su única forma de rendir cuentas.
Hasta ahora no tenemos una cifra confiable de las víctimas del crimen organizado, no conocemos de las mujeres y hombres que, apunta de pistola, son forzados a trabajar en los campos de amapola, no sabemos qué empresas y miembros de la clase política se han beneficiado del dinero que genera la delincuencia. Nuestro derecho a la verdad ha sido vulnerado en múltiples ocasiones.
En la detención de Ovidio Guzmán López no hubo cajas chinas, cortinas de humo, ni se informó sobre la situación jurídica y judicial hasta que ya hubiese algo que contar, es decir, los hechos no se maquillaron. Para bien o para mal, nos estamos enfrentado a la inseguridad en todas sus caras: el poder logístico y la capacidad armamentística del narco no se resuelven aprehendiendo a los capos, como nos han dicho.
No podemos negar que el ambiente político actual es consecuencia de un gran hartazgo social. Las estructuras de poder nos han mentido sistemáticamente y han pre-elaborado la realidad para obtener beneficios o, en su caso, aminorar los perjuicios. Y fue eso, precisamente, lo que le dio a López Obrador la ventaja necesaria para ganar la presidencia de la República sin lugar a dudas.
Por eso llama la atención que el titular del Poder Ejecutivo diera la instrucción a su gabinete de brindar toda la información del tema y no ocultar nada, cuando la falta de una verdad clara y concreta ha sido la práctica común de anteriores administraciones.
El pasado 17 de octubre se tomaron dos decisiones difíciles: priorizar la seguridad ciudadana y no manipular, desde el poder, los datos a los cuales todas y todos tenemos derecho. (Foto de Reuters)
*Ha participado en diferentes concursos de ensayo y debate político en Yucatán.