Vendamos lo que queda y le cambiamos el nombre a Xucatán
Miriñaques: Ya vendimos las haciendas, el centro histórico de las más importantes villas y los cenotes accesibles. Hasta le vendimos el aire a los chinos y toda el agua subterránea a una Cervecería Belga y a la Coca Cruel de don Ponce. No queda nada.
Por Antonio Martínez
Mérida, Yucatán, 2 de diciembre de 2021.- El Consejo de Accionistas del DDT (Dueños de Todo) dio por iniciada la sesión al asentar doña Beatriz de Montejo su humanidad en el antiguo sillón de olivo que había pertenecido al mismo Adelantado, el cual crujió con ronco agradecimiento extremeño.
-Procedamos, don Ulises, por favor.
-Con la venia de vuestra merced, doña Beatriz, les tengo muy buenas noticias sobre la liquidación de sus activos. Ya se terminó de vender toda la costa, de oriente a poniente, y no queda ni un centímetro sin construir. Los beneficios han sido inmensos.
-Y justo a tiempo, ya casi no queda playa, el agua les va a llegar a la cocina – dijo don Juan de Magaña con una sonrisa taimada.
-En concreto la playa va a llegar hasta el Club, por eso lo pusimos allí – asintió don Emiliano Díaz, que siempre lo tenía todo calculado.
-En cuanto a la venta de Laja Estratégica- continuó don Ulises- también hemos acabado de vender todos los terrenos inundables entre la Villa Blanca y Villa Progreso a unos precios de escándalo. Otro titipuchal de dinero para sus mercedes. Todo el dinero ha sido transferido ya a las Islas Tiburón, sin pagar un centavo de impuestos.
-Excelente trabajo don Ulises, -celebró don Primitivo Pérez estirándose en su asiento, – ¿Qué nos queda por vender?
-Nada, ya vendimos las haciendas, el centro histórico de las más importantes villas y los cenotes accesibles. Hasta le vendimos el aire a los chinos para poner molinos de viento, y toda el agua subterránea a una Cervecería Belga y a la Coca Cruel de don Ponce. No queda nada.
-Algo se nos ocurrirá – comentó don Óptimo Aguilar.
-Podríamos vender las Iglesias y los Conventos, – sugirió fray Diego de Landa con codicia.
-Esas nos las quitó la Revolución, son del instituto de Antigüedades – le desanimó presto don Orondo Batallas.
En ese momento irrumpió en el salón del Consejo el apuesto Francisco de Montejo ‘el Junior’ con una gran sonrisa sobre su prominente mandíbula.
-Alegrad esas caras, mis estimados. Hola Mamá, – dijo el joven heredero, dándole un beso a doña Beatriz en su amplia frente. – Acabo de negociar el negocio del siglo, que opacará todos los negocios del siglo que hemos hecho en estos cinco siglos de propietarios de Yucatán haciendo negocios del siglo.
-De eso precisamente estábamos hablando don Francisco, ya no queda nada de valor…- intervino don Ulises.
-Mejor que peor, – dijo el Junior entusiasmado, – venderemos lo que queda, todo, de golpe…
-Pero ¿a quién?, ¿cómo? – preguntaron todos a coro.
-El Consorcio XTAFET -respondió triunfante el joven Montejo. – Hacen parques temáticos que empiezan por X, y troquelan billete como degenerados, allá en el Caribe. Quieren comprar todo Yucatán, o lo que queda. Nada más tienen un requisito.
.¿Cuál requisito? -preguntó fray Diego, -mientras no sea algo inmoral, que eso es más caro…
-Nada de importancia, su Eminencia, solamente que se le cambie el nombre de Yucatán a Xucatán. Los yucatecos ahora serán xucatecos, los panuchos serán xanuchos y la cochinita, xochinita. Dicen que es bueno para el marketing…
-¡Ay!, No sé, hijo mío. Vender todo lo que nos queda, y además cambiarle el nombre… ¿que habrían hecho nuestros gloriosos antepasados en estas circunstancias?
-Lo mismo que nosotros, madre, salir por patas y llevarse todo el dinero. Gloriosamente. Ya lo hemos hablado y decidido hace tiempo y no es momento de volverse atrás. El cambio climático ya está aquí y en veinte años nadie va a poder vivir en Yucatán cuando estemos a 50 grados a la sombra y suba el nivel del mar. La gente se va a matar por un vaso de agua. Quedarnos no es una opción, por más que nos duela.
-Doler nos duele a todos, – reconoció don Primitivo, – no en vano somos la plutocracia más antigua en el continente. Más de 500 años de ser dueños de todo no se dejan fácil atrás… pero no es momento de ponerse sentimental. Debemos seguir con el plan. ¿Cómo va la compra de terrenos en Canadá?
-Con lo que llevamos nos alcanza para comprarnos el equivalente a la península en la costa del pacifico, y sobra un montón. Ahora está bajo la nieve, pero calculamos que en 50 años tenga un clima como el de Cuernavaca. También compramos una extensión similar en el Polo Norte, por si la cosa se pone peor- respondió don Ulises.
-Habremos de pensar en los mayas, – dijo doña Beatriz.
-¿Queeeé? Por Dios, madre mía, que se arreglen como puedan.
-¿Y quién va a ser la servidumbre, entonces? ¿Leñadores canadienses? No mi hijo, llevaremos a nuestros encomendados y haremos otro Yucatán en el norte. Pero ahora por fin se llamará Montejolandia.
Y así el Consejo se dio por finalizado, aprobándose la venta por unanimidad. Afuera, el pueblo caminaba ignorante de un lado a otro.
-500 años de letargo tocan a su fin – dijo el alcalde don Diego de Quijada al salir, – ¿Vos que haréis?
-Nada. Absolutamente nada, – respondió don Primitivo, – yo me quedo aquí a respirar el olor de las flores de azahar de mi patio. El futuro es para los jóvenes. Prefiero quedarme en este pasado hasta una noche en que el polvo mágico de la ceiba duerma a toda la ciudad y yo ya nunca despierte.
-No, pues sí. Yo me voy a llevar el yate a Cuba unos días. Buena suerte don Primi.