Un feminicidio político en Yucatán: el crimen de Felipa Poot
Defensora de los derechos de las mujeres y del pueblo maya, sindicalista y presidenta de la Liga Feminista “Rita Cetina” en su natal Kinchil, la lideresa indígena fue víctima de violencia política de género al enfrentarse al orden masculino y patriarcal.
Por Redacción
Mérida, Yucatán, 28 de marzo de 2020.- La noche del 28 de marzo de 1936, en Yucatán se cometió un feminicidio político: Felipa Poot Tzuc, lideresa maya, fue atacada a balazos por un pistolero del candidato a senador del oficialista Partido Nacional Revolucionario (PNR), Gualberto Carrillo Puerto. Mientras sus acompañantes corrieron en busca de ayuda, el cuerpo de la sindicalista quedó tendido en las calles de Kinchil, cerca de la esquina que forman la 20 y la 25.
Un año después, en 1937, el escritor Martín Luis Guzmán acompañó al entonces presidente Lázaro Cárdenas en una visita por dicho municipio. Allí, el también periodista conoció sobre la muerte de Felipa y la utilizó para crear “Kinchil”, una historia corta que apareció en la revista Ruta, la cual sirvió para crear la leyenda negra que cuenta que fueron los celos la causa de que otras mujeres la lapidaran, dejando de lado su lucha contra la desigualdad.
De acuerdo con el ensayo “La vida y muerte de Felipa Poot: Mujeres, ficción y cardenismo en el México postrevolucionario” de Ben Fallaw, la narración de Guzmán se ajusta a las representaciones melodramáticas de las mujeres en la literatura y el cine de esos años.
No obstante, no debe pasarse por alto que el crimen contra la sindicalista, quien al momento de su muerte tenía 33 años, cumple con las características de lo que varias teóricas contemporáneas han definido como feminicidio político, es decir, el asesinato de aquellas mujeres que, rompiendo con los roles tradicionales que les han sido asignados por el sistema patriarcal, se atreven a alzar la voz para combatir injusticias.
La periodista Sonia Herrera indica que el status quo “penaliza la transgresión de los mandatos de género que supone que las mujeres, en muchos casos, pobres y racializadas, lideren movimientos sociales y ocupen el ágora para deconstruir los discursos de dominación y promover acciones políticas que pongan en el centro el derecho a una vida digna, la ética del cuidado, el respeto al ecosistema y la habitabilidad del mismo”.
Y es que Felipa, a pesar de su corta edad, contaba con una destacada trayectoria como defensora de los derechos de las mujeres y del pueblo maya, además de que había organizado un programa de alfabetización para personas adultas que laboraban en los campos del poniente de Yucatán. Asimismo, fue presidenta de la Liga Feminista “Rita Cetina”, fundada por Elvia Carrillo Puerto, en su natal Kinchil.
Nacida en la hacienda Santa María de ese municipio en el año de 1903, la vida de Felipa no fue fácil ya que desde niña conoció la pobreza y la discriminación que, en su caso, fue doble en razón de su condición de indígena y mujer. Según una semblanza biográfica del hoy extinto Instituto para la Equidad de Género en Yucatán (Iegy), a los 12 años fue raptada y violada por el capataz Anastasio Quintal. Antes de cumplir los 20, ya se había casado y era madre.
Sin embargo, pese a los obstáculos, Poot Tzuc pudo aprender a leer y escribir en castellano y, con la llegada a la entidad del profesor Bartolomé Cervera Alcocer, conoció las ideas de la educación socialista impulsada en el sexenio de Cárdenas. Ella sabía de las necesidades del campo yucateco, por lo que comenzó a promover en su comunidad las conquistas revolucionarias, como la jornada de ocho horas y los derechos laborales.
También organizó un sindicato de carboneras y carboneros, ya que esa actividad se había convertido en la principal actividad económica después del declive del henequén. Más aún, fue presidenta en Kinchil de la Liga Feminista “Rita Cetina”, la cual luchaba por el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres, entre ellos el votar y ser votadas.
El contexto del feminicidio
El 4 enero de 1936, el nombre de Felipa Poot Tzuc se hizo conocido en Yucatán, cuando viajó a la capital del estado para exigir al gobernador Fernando López Cárdenas la destitución del alcalde de Kinchil, Juan de Mata Solís, ligado a un grupo que se había perpetuado en el poder después de que los grandes terratenientes fueron desplazados durante la Revolución.
Felipa encaró valerosamente al mandatario, quien no tuvo otra opción más que convocar a nuevas elecciones para reemplazar a las autoridades municipales. Gracias a su figura, la facción que ella apoyaba logró hacerse con el control del cabildo y se expulsó de la comunidad a los caciques. Por esta razón, se convirtió en una lideresa reconocida, sobre todo de cara al proceso para la elección al Senado por Yucatán que ya se encontraba cerca.
Mientras Poot Tzuc y gran parte de las mujeres y hombres del campo, así como el magisterio, apoyaron al Partido Comunista Mexicano (PCM), la facción conservadora y la familia Solís se inclinó por la candidatura de Gualberto Carrillo Puerto, quien, según señala el investigador Jesús Solís Alpuche, militaba en el ala más conservadora del PNR, relacionada con Plutarco Elías Calles.
La tarde del 28 de marzo de 1936, Felipa confrontó a un sujeto de nombre Juan Méndez, partidario de Carrillo Puerto; ante varias personas, la mujer lo despojó de un cuchillo, causando su humillación pública. Esa noche, fue elegida para encabezar una delegación de profesores y sindicalistas que se dirigiría a la casa de campaña del hermano de Elvia y Felipe para exigir su clausura.
Al aproximarse a dicho lugar, situado en la esquina de las calles 20 y 25, Felipa fue atacada a balazos. Sus acompañantes corrieron por auxilio y, al finalizar esa velada, varias personas habían perdido la vida. Fallaw señala que los hechos fueron reportados por los diarios más grandes del estado, el del Sureste y el de Yucatán, y que Kinchil se hizo reputación de tierra sin ley.
Se llevaron a cabo varias investigaciones por parte de autoridades locales y federales. Sin embargo, con el paso del tiempo, Felipa y su muerte cayeron entre el olvido y la ficcionalización, causada por el relato de Martín Luis Guzmán. Sin embargo, si se atiende a la investigación de Fallaw, el crimen tiene motivaciones políticas.
La figura de Felipa desafía el orden patriarcal que ni la Revolución había logrado derrumbar ya que, como muchas de sus contemporáneas, la kinchileña irrumpe en un escenario político dominado por hombres. Más aún, al desarmar a Juan Méndez y confrontar a otros sujetos de manera pública, reta la idea del honor del macho mexicano.
La Felipa martirizada que dibuja Guzmán no es más que la continuación del arquetipo de la mujer víctima, similar a las vírgenes y santas de la tradición católica, que pasa por alto las notables contribuciones de esta destacada luchadora social en una época en la que el sexo femenino todavía se encontraba muy rezagado en la esfera pública y cuyas demandas el nuevo régimen no quiso responder.
Felipa Poot, más que una víctima de otras mujeres o una María Candelaria, es muestra de que el feminicidio, en este caso político, lleva más tiempo presente del que se quiere admitir. La violencia de género apenas se está visibilizando, no obstante, el reconocer sus manifestaciones, incluso en la historia que ha forjado al estado de Yucatán y a la nación mexicana, es una herramienta importante para combatirla y erradicarla.
De esta forma, Felipa es más que un asesinato por celos o por revoltosa, es la ancestra de mujeres destacadas como Juana Quispe, la concejala del Ancoraimes, Bolivia, que murió a manos de sus homólogos masculinos; de Marielle Franco, concejala de Río de Janeiro y lesbofeminista negra que denunció la violencia policial y cuyo crimen está ligado con Jair Bolsonaro, y, más recientemente, de Isabel Cabanillas, activista juarense en contra de la militarización de la seguridad pública asesinada en febrero de este año.