Un cuento navideño en Chuburná
MIRIÑAQUES: Si los Reyes Magos hubieran preguntado direcciones a cualquier transeúnte se hubiesen abstenido de aventurarse en Chuburná, pues todos quienes habitan en la Villa Blanca saben que esta colonia tiene cualidades paranormales y en ella suceden prodigios y desapariciones solamente comparables al Triángulo de las Bermudas.
Por Antonio Martínez*
Mérida, Yucatán, 26 de julio de 2021.-Cuentan los exégetas que a Yahvé le gustó tanto el episodio de los Reyes Magos que decidió que naciera un niño Jesús todos los años, en diferentes partes del mundo. De acuerdo a estos herméticos sabios, hará hoy unos veintipocos años que el niño Jesús tuvo en suerte venir al mundo en la Villa Blanca, concretamente en el poblado de Chuburná. Claro que existen apóstatas, herejes y sofistas que lo niegan, y hay que admitir que, aunque fuese cierto, el presente relato es solamente una entre tantas las versiones, lo cual le hará dormir mejor si continúa usted leyendo.
Es así, comienza la historia, que en aquel fin de milenio, una hermosa mañana a principios de enero, los tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, arribaron por el Periférico a la Villa Blanca, muy elegantes a lomos de un camello pardo, un elefante pinto y un dromedario blanco, rumbo a la morada donde había nacido Jesús Canché, en la calle 47c #318 bis de la valiente y leal colonia de Chuburná.
Encontrar la colonia fue sencillo, todo derecho por la Itzáes y apenas sufrieron impedimentos. En otra época del año nuestras vigilantes fuerzas del orden los habrían confundido con talibanes, pero como era Navidad pensaron que era la cabalgata de Almacenes el Éxito. Sin embargo, al pasar por el Centenario los niños se dieron cuenta de que eran los verdaderos Reyes Magos y se agolparon a su alrededor, habiendo de llamar el policía de la esquina al orden con su venerable silbato. Los verdaderos problemas comenzaron cuando entraron al barrio en cuestión.
Si los Reyes Magos hubieran preguntado direcciones a cualquier transeúnte se hubiesen abstenido de aventurarse en Chuburná, pues todos quienes habitan en la Villa Blanca saben que esta colonia tiene cualidades paranormales y en ella suceden prodigios y desapariciones solamente comparables al Triángulo de las Bermudas. No hace falta ser foráneo para desorientarse o perderse en Chuburná.
Construida esta colonia, dicen que por el urbanista sádico don Perfidio de la Ratonera, como un demencial laberinto de calles estrechas disparejas y callejuelas de direcciones cambiantes que cruzan en ángulos imposibles y rematan en ch’opcalles más veces que no, el trafico aquí se guía por la ley de la contrariedad y existen casos de calles centrípetas, sin principio ni final, calles que aparecen y desaparecen al azar, calles de más de dos sentidos, que desafían a la física convencional y calles sin dirección que nunca llevaron a ninguna parte; calles que doblan y otras que redoblan, calles que se bifurcan y algunas que se trifulcan y cuatrifulcan; calles inversas y no-calles.
Para acabar de componer el problema, la numeración de las dichas calles es intermitente y azarosa, y la de las casas aún peor. Son numerosos los casos de personas perdidas que, después de dar mil vueltas a las mismas cuatro cuadras, hasta acabar sin gasolina, terminan abandonando sus vehículos con la ilusoria esperanza de salir de allí y mandar un sherpa a recuperarlos.
Pero salir de Chuburná no es fácil. Solamente los más valientes y experimentados taxistas se aventuran a adentrarse en la dichosa colonia, y únicamente por razones de extrema urgencia. Agarrar la guagua o la combi para salir tampoco sirve, pues hay algunas que jamás abandonan el barrio, las temidas combis fantasmas. La agencia de viajes ambulante el Flautista de Hamelín vende paquetes carisísimos de escape que garantizan sacarle a uno de la colonia y dejarle en la Dondé, pero muchos usuarios han declarado haber sido estafados por esta empresa.
Hay parejas que se han ido a casar al registro civil de Chuburná y para cuando pudieron salir del barrio ya estaban divorciados, y la situación ha dado pie a que aparecieran hostales para los extraviados que han de pernoctar allí, y un Monte de Piedad para que empeñen sus pertenencias, así como numerosas consultas de psicólogos y psiquiatras. Debido a que mucha gente abandona sus carros, la colonia está llena de talleres mecánicos que viven de desguazarlos.
La policía no manda patrullas por temor a que no regresen, y hasta la luz llega de milagro, aunque no siempre. Cuentan que el último capítulo de los Expedientes Secretos X, donde se soluciona todo, lo intentaron filmar en Chuburná y todos los del equipo de filmación se perdieron para siempre.
Es por estas razones que el plano de Chuburná PAG 47B de la Guía Roji que traían los Reyes Magos era, a lo sumo, aproximado, es decir que contenía ciertas inexactitudes, por lo que a las ocho cuadras ya se encontraban perdidos. No hay que echarle la culpa únicamente a la Guía Roji; de nada les hubiera servido la más moderna tecnología. Al entrar en Chuburná hasta el GPS se confunde y te da las coordenadas de Tanzania, Manila o Johannesburgo. De hecho, los aviones que aterrizan en La Villa Blanca evitan cruzar por su espacio aéreo.
-Por mis babuchas, juro a vuestras altezas que es ya la quinta vez que pasamos por aquí mismo-, exclamo el rey Gaspar con severo enojo, mientras esquivaba con su camello un enorme bache a mitad de la calle.
-Por supuesto que no-, contestó con justa indignación a sus espaldas el rey Melchor a bordo de su dromedario, -lo que sucede es que estáis mirando el plano al revés. Debemos doblar en la siguiente a la derecha.
-No, no, os equivocáis Alteza; esa es ch’opcalle, ahí es justo donde se me atascó el elefante -dijo desde la retaguardia el rey Baltasar con sosegada impaciencia.
-Debemos admitir que estamos perdidos-, dijo el rey Gaspar, que era muy sabio, con contenida frustración. – Además, los animales necesitan descansar y yo necesito una cerveza.
Todos concordaron con la sabiduría del mago y así dejaron las bestias amarradas bajo los árboles en la explanada de la Iglesia, y se fueron a la cantina La Sombrita, por la que habían pasado ya tres o cuatro veces antes. Animados por unas bien frías, los magos elaboraron un plan infalible en una servilleta con ayuda del cantinero, que hablaba arameo al 60 por ciento y regresaron a cumplir su misión, pero para su justa rabia y proverbial enojo les habían robado el camello y el dromedario.
Así decidieron abandonar al elefante por el momento y continuar la búsqueda a pie. Después de comprar unos bultos con la imagen de Dora la Exploradora en Maletas Armando para transportar el oro, el incienso y la mirra, dieron unas seiscientas vueltas sin éxito a la colonia y regresaron exhaustos a la seguridad de la Sombrita a recuperar fuerzas.
-Deberemos moderarnos en la ingesta, por lo menos hasta que cumplamos nuestro encargo- dijo con ponderada preocupación el rey Melchor, pues él era quien traía el oro, y en la cantina no aceptaban pago con incienso ni con mirra.
-Todo con calma, mi querido Melchor-, dijo el rey Gaspar con disimulada astucia, mientras le pedía al cantinero por señas universales otra ronda de cervezas y otro plato de chivitas. -Afuera hace un calor del infierno y debemos sosegarnos.
-Al fin y al cabo, el oro es de todos-, dijo el rey Baltasar con monárquica lujuria, invitando a una mesera por señas universales a unirse al trío.
-El oro es mío, porque soy güero y soy del ITAM, así que esta es la última ronda-, aulló don Melchor con súbita finalidad, – y el que quiera seguirme que me siga, y el que no, que siga al oro.
Y ahí se fueron los tres reyes con parsimoniosa resignación a recorrer las calles de Chuburná cada vez más cansados en busca del niño Jesús. En una ocasión creyeron haberlo encontrado en la calle 37c, y lloraron de contento, pero el niño resultó no ser un Jesús, sino un Brayan. Luego encontraron un Jesús de seis años, pero se apellidaba Pech, y ya entrada la tarde estuvieron a punto de llegar a la tan buscada calle 47c, que sigue muy naturalmente a la 83e, pero en ese momento, exhausto, el rey Baltasar se reclinó en una pared.
-Es inútil, yo me rindo, ya traigo los pies planos. Esto es peor que las calderas de Mordor. Lo mejor que podemos hacer es regresarnos en uno de esos Autobuses del Oriente a nuestras tierras, y si Yahvé pregunta (que chance y se le olvida) le decimos que todo salió bien y que el niño Jesús se puso muy contento con sus regalos. Y así nos podemos gastar el resto del oro.
-Lo que debemos hacer es comprar unas bicicletas. Y encontrar un pedicurista de urgencias- dijo el rey Melchor, que traía dolor de juanetes y una uña enterrada. -Pero jamás de los jamases aceptaré la derrota. ¿Recordáis lo difícil que fue encontrar el pesebre de Belén, en plena Intifada palestina; o cuando nos mandaron a la Ceca y era en La Meca? De peores hemos salido, somos reyes y sabios- añadió con desafiante sabiduría.
-Y además somos magos-, dijo el rey Gaspar con soberano ingenio y sacando una varita, -no desfallezcáis mis monarcas compañeros, enfrentemos a esta magia con la nuestra.
De esta manera se regresaron a la plaza de la Iglesia donde probaron todos sus trucos mágicos sin éxito, pero con gran éxito de público, sucediendo que el rey Baltasar llenó su turbante de monedas cuando hizo el milagro de la multiplicación de las cocas y los panuchos y el rey Gaspar fue muy aplaudido cuando hizo la desaparición del elefante, aunque ya no pudo convencerlo de que regresara. Era entrada la noche cuando, derrotados y con sed, regresaron a la Sombrita, pero ya habían cerrado, lo que interpretaron como una señal celestial.
-Va a tener que ser un clandestino, pues-, dijo Baltasar.
-No. Deberemos separarnos, así triplicamos las posibilidades de encontrar al santo ninio-, propuso el rey Gaspar, al que se le empezaba a pegar el acento. Y así lo hicieron, dividiendo los regalos semi-equitativamente. -Vaya biem-, dijeron los tres al unísono y se lanzaron hacia la noche cada quien en una dirección distinta.
Jamás volvieron a verse, y nunca más se supo de ellos, excepto por las leyendas y consejas que cuentan los teporochitos que gandulean por el mercado, si les invitas un castacán.
*Escritor de provincias