Percepciones ante la pandemia que apenas comienza
Disminuyó la percepción de la importancia del lavado de manos, lo que nos sitúa ante un potencial riesgo de contagio. Este cambio a la baja se debe a que, en buena medida, las campañas de prevención oficiales se centraron en el uso de cubrebocas.
También hubo un aumento en las sensaciones negativas en cuanto a la percepción de información en esta contingencia; así como la ansiedad, la frustración y el miedo al enfrentar esta enfermedad.
Por José Manuel Posada, Daniela Tarhuni Navarro, Ana Claudia Nepote González, José Luis Hernández-Stefanoni y Milagros Varguez Ramírez.
Mérida, Yucatán, 19 de julio de 2020.-Uno de los grandes eventos históricos que definirán el inicio del siglo XXI será la pandemia del Covid-19 que vivimos actualmente, cuyas características se asemejan más a la de la influenza de 1918-20 que a las ocurridas en 1957-58, 1968-69, o, incluso, a la del SIDA, particularmente por sus repercusiones y alcances médico-sanitarios, a la modificación de los estilos de vida de buena parte de la población del mundo y al desplome de la economía.
Pero, para ser precisos, las repercusiones por la pandemia ocasionada por el virus SARS CoV-2 todavía no las conocemos realmente a pesar de los seis meses que han transcurrido desde su aparición mediática, particularmente en México y en el resto de Latinoamérica, región del mundo con características similares donde la incertidumbre pesa como ninguna otra visión de futuro a corto y mediano plazos. Y es que, como hemos podido contrastar, las formas de las curvas que representan los contagios o decesos por la enfermedad Covid-19 no se parecen a las de otras regiones del mundo como Asia y Europa, donde nos precedieron en la cuarentena, con picos definidos y descensos de casos progresivamente (sin tomar en cuenta, todavía, los posibles rebrotes que se presenten).
Con esta pandemia no solamente ha quedado expuesto el sistema sanitario de cada país y su economía, sino también sus dirigentes y políticos y la idiosincrasia de las poblaciones. Porque a pesar de que se tenía idea desde enero de lo que estaba pasando en un país con recursos y gran desarrollo científico y tecnológico como China, donde existe también un porcentaje considerable de gente con medianos y bajos recursos, en México no se emprendieron acciones de control y protocolos sanitarios sino hasta tiempo después de la detección de los primeros casos importados, ni tampoco nos vimos reflejados como población para aprender lo que estábamos presenciando “en tiempo real” en esa región del mundo.
En China ha sido fundamental la estricta vigilancia del gobierno para controlar la primera oleada de la pandemia, algo diferente a las medidas establecidas en Corea del Sur y Japón, donde la economía familiar y cultura de la población ayudaron. Posteriormente apreciamos lo que sucedía en algunos países europeos como España e Italia, donde la cuarentena comenzó un mes antes que en México. En esas regiones de Europa no fue fácil mantener a la población en sus casas, pero se consiguió.
Hay que comprender que nuestro país presenta escenarios completamente diferentes a los países anteriormente descritos, tanto en términos de población, vulnerabilidad en salud y en economía como para comparar sus escenarios con los nuestros. En México no fue posible mantener a buena parte de la población en cuarentena, y aunque no se había alcanzado ningún pico de contagios, desde el 30 de mayo comenzó el escenario de “nueva normalidad”, lo que implica, en gran medida, una enorme responsabilidad personal para cuidarse pues existirá una mayor movilidad de personas en la vía pública. En esta etapa dependemos para el control de la pandemia de la educación, compromiso y cultura científica de cada ciudadano.
Falta tiempo para dimensionar los alcances y repercusiones en materia de salud de “la nueva normalidad”, pero al día de hoy la situación no es alentadora. Esperemos las siguientes semanas para tener datos precisos sobre la evolución de los casos en México.
A inicios de la cuarentena nos reunimos virtualmente un grupo de profesionales de la comunicación de la ciencia en México para intercambiar ideas generales de lo que estaba sucediendo. Particularmente surgieron inquietudes para conocer cuál sería la percepción de la población referente a la pandemia. Específicamente queríamos saber cómo se informaba la gente, bajo qué criterios tomaba decisiones, que recomendaciones sanitarias acataba, cómo estaba modificando su forma de vivir y de convivir, entre otras cosas, por lo que realizamos un estudio durante la fase dos.
Posteriormente decidimos realizar un segundo estudio al final de la fase tres para comparar las diferencias de percepción con el primero. Ambos estudios pueden ser consultados en la página del proyecto https://percepcioncovid19mexico.wordpress.com/
A pesar del sesgo que implica realizar estudios estadísticos de manera virtual, donde la población de la muestra pertenece a un grupo con acceso permanente a medios digitales y con cierto nivel escolar (pues estaban dispuestos a responder la encuesta, reflejo de cierta cultura académico-escolarizada) obtuvimos algunos resultados que debemos destacar para tomar en cuenta en esta etapa de “nueva normalidad”, con el propósito de advertir sobre ciertas situaciones.
1.- Entre principios de abril y finales de mayo en que se realizaron los dos estudios, aumentó de 34.7 a 85 por ciento el uso de cubrebocas en los encuestados cuando salían a la vía pública. Sin embargo, disminuyó de 97.1 a 78.8 el porcentaje de lavado frecuente de manos. De manera similar “no saludar a nadie ni tener contacto físico” disminuyó de 91.3 a 82.3 por ciento.
Por alguna razón disminuyó la percepción de la importancia del lavado y saludo de mano entre las personas, lo que nos sitúa ante un potencial riesgo de contagio si descuidamos estos aspectos y nos llevamos las manos sucias al rostro. Suponemos que este cambio a la baja se debe a que, en buena medida, las campañas de prevención oficiales y en las redes sociales se centraron en la importancia, o no, del uso de cubrebocas y en mantener una distancia prudente entre las personas, descuidando notablemente las otras. Recalquemos: el lavado de manos con jabón es fundamental para evitar contagios. Y en su defecto, el uso de gel con 70 por ciento de alcohol o más. No se debe de olvidar.
2.- Hubo un aumento de unos 5 puntos porcentuales de sensaciones negativas en la percepción de información para “me agota”, “me genera ansiedad” y “me confunde más”; mientras que las calificaciones “me ayuda a discernir lo que es verdadero y falso…” y “me ayuda a tomar decisiones…” disminuyeron unos 4 puntos.
Es decir, mantenerse informado no necesariamente conlleva a un mejor estado de ánimo porque cada vez genera sensaciones negativas en más personas, pero, además, se le toma con menos seriedad para la toma decisiones. Este punto también es una llamada de atención tanto para el tratamiento informativo de los medios de comunicacipon, pero también a la población para que las decisiones se tomen con base en los datos e información más confiable.
3.- En ambas encuestas se perciben sentimientos ante la emergencia sanitaria de ansiedad, en alrededor de 50 por ciento, y frustración y miedo con 41 por ciento. Mientras que “fortaleza” y “determinación” rondan el 20 por ciento.
Estos resultados reflejan, en buena medida, el miedo a una situación desconocida y la incertidumbre que provoca esta pandemia ya sea por los cambios de rutinas diarias alteradas, las presiones económicas, y la etapa de aislamiento social, independientemente de que un porcentaje a considerar de la población haya vivido la pandemia de 1968-69 y otro menor la de 1957-58, cuyas repercusiones mediáticas fueron menores. Se ha advertido ya que los trastornos de salud mental se agudizarán globalmente, por lo que urge en muchos sentidos, que existan programas oficiales de atención sicológica.
En esta nueva etapa, los mensajes oficiales han puesto en el centro de la atención la responsabilidad individual y el autocuidado para evitar contagios, por lo que estos tres puntos en los que hacemos énfasis buscan brindar elementos que nos ayuden a no bajar la guardia en el tiempo por venir en el que conviviremos con un riesgo de contagio latente.