Más palabras chistosas entre tragos y botanas
Miriñaques: Reunidos en la tertulia literaria de la barra de un bar Villa Blanca, le añadieron emoción en la elaboración de la lista de las palabras más chistosas del idioma castellano
Por Antonio Martínez *
Mérida, Yucatán, 29 de octubre de 2024.- Iluminaba el glorioso sol de octubre al mediodía las fachadas de la colonia Petronila, en el metaverso de la Villa Blanca, cuando don Orondo insertó su humanidad en la cantinita la Copa de Oro y acabó con el espacio que quedaba.
– Por fin ya estamos todos – anunció don Leperiades materializándose en el inexistente espacio no disponible junto a la barra. Venía vestido de domingo, pues había decidido tomarse el día de su trabajo como mendigo del semáforo. Y es que aquel no era cualquier martes, pues por fin le tocaba el turno de proponer la lista de palabras, y llevaba semanas esperando ansiosamente el momento.
– Reunidos aquí en esta tertulia literaria con las más insignes plumas de la Villa, es un honor elegir el tema de la siguiente lista – carraspeó un poco y dejo pasar unos segundos para añadirle emoción: La lista de las palabras más chistosas del idioma castellano – anunció. – Con la venia de sus mercedes, yo empiezo.
– Momento, momento, tome un respiro su señoría – intervino don Primitivo, acabándose su cuba y pidiendo otra en un fluido movimiento. – Antes de comenzar, me he tomado la libertad de redactar unas reglas edificantes que se aplicarán y obedecerán sin chistar so pena de desacato. Primera regla. Se prohíben aquellos vocablos simplemente soeces, vulgares o manidos.
– Disculpe la interrupción don Primitivo – intervino don Lepe – para que yo me haga una idea, por ejemplo, ¿culo es soez? Porque ciertamente es palabra chistosa.
– Sobre lo chistoso de ese culo que su merced trae a colación no especulo, mi estimado amigo, pero como ya pronunció usted la palabra, queda fuera de concurso y no la puede repetir – contestó don Primi sin inmutarse y se despachó medio jaibol de un traguito. – Segunda Regla. Como las palabras chistosas abundan, no se permitirá mucho tiempo para pensar. Treinta segundos y brinca el turno. Tercera y última regla. La aceptación del vocablo se dará por medio de carcajada, risa normal, risita o un trago de su bebida, lo que mejor convenga a sus mercedes. Es todo. Puede comenzar su señoría. – Y sacando de su chaleco su vieja Montblanc, agarró una servilleta para apuntar.
– Culinario – se estrenó don Lepe, entre risas, aplausos y bebidas, que parecía la entrega de los Óscares.
– Intersticio – proclamó don Saturnino el cantinero con aplomo y sirvió otra ronda ágilmente.
– Forúnculo – pronunció don Primi entre risotadas.
– Sonajero – aportó don Carlos Castillo, poeta de la Villa, para más carcajadas.
– Presbítero – dijo don Orondo y todos se rieron de pura inercia.
– Esfínter – machacó don Lepe desde la esquina.
– Garganta. – Enderezó don Satur, que no paraba de servir tragos y ya se había tomado cinco añejos con el disimulo propio de un barman consumado.
– Retaguardia.
– Contrapelo.
– Mingitorio.
– Un momento sus señorías, – intervino don Primitivo, ya algo persa – llevamos once palabras y ocho rondas; si sendereamos en este camino habremos de atrofiar un UBER.
– Nueve rondas – corrigió don Saturnino – Diez con ésta. Nada que no se corrija con un descanso botanero – y procedió a servir platillos de diversas delicias yucatalinarias que se acababan como llegaban.
– Yo sigo– dijo don Lepe tras un tiempo razonable, limpiándose con destreza los belfos con una servilleta – Orificio. – Y todos volvieron a las risas y el bebercio sin mesura.
– Peludo. – Añadió don Satur.
– Reojo. – Sentenció don Primi.
Y así siguieron: – Estreñido. - Jolgorio. - Membrana. - Retuerces. - Pringado.
– Anafre. - Filibustero. – Chorrito. - Mentirijillas. – Palangana.
Descansaron otro rato nuestros valientes paladines de la lengua para insuflarse valor con otra copiosa cantidad de botanas y continuaron con la lista, que a estas alturas etílicas yacía olvidada en el suelo entre el aserrín.
– Diverticulitis. – Gazmoño. - Pucherito. - Envergadura. – Lambiscón.
– Diplodocus. Y en este tenor continuó la velada en la que afloraron bellísimas y chistosas palabrejas que hacen la delicia de los niños y los borrachos, como Anatolia, Pantuflas, Frenillo, Rictus, Soplagaitas, Coliflor, Peladura, Trabuco, Catafalco, Panfleto, Flácido y Vesubio.
Y es que, en verdad, los pillos no tenían otra cosa que hacer. Mientras tanto, afuera, las palabras de siempre, el fuego, la hipnosis…
* Escritor de provincias.