La Requeteconquista (de corte mediático y de opinión)
MIRIÑAQUES: “No venimos a darles las noticias, lo que queremos es decirles a ustedes lo que nosotros opinamos de sus manías y costumbres, para que se eduquen y se asemejen a nosotros, que somos superiores y conquistadores de la Vieja Espania”, expresó el enviado de los poderes mediáticos de la Hispanidad.
Antonio Martínez *
Mérida, Yucatán, 21 de julio de 2023.- Aquella gloriosa mañana en la Villa Blanca nadie podía imaginarse la tragicomedia que estaba a punto de suscitarse cuando se abrió la puerta de la oficina del Alcalde en el vetusto edificio del Cabildo.
Dado que en la villa no había sucedido nada en meses, y que eran pasadas la 1:30 de la tarde, doña Espina de Solís, sempiterna secretaria del Alcalde, ya llevaba tres jaiboles y unos cacahuates. Es cierto, admitía sin rubor, que, desde la pandemia y el fallecimiento de su esposo había aumentado su consumo de alcohol, pero a nadie le importaba y además únicamente libaba finos destilados de la cava del alcalde. En suma, que doña Espina estaba aquel día medio achispada y con ganas de argüende cuando se abrió la citada puerta, para regocijo de nuestra heroína, la cual disimuló con naturalidad.
– Buenos días, permita que me presente, soy José Luis Trespesetas, vengo de PRISAH, y necesito ver al Alcalde. De PRISAH, le informa, por favor, si es tan amable – se presentó apresuradamente el foráneo.
– Con mucho gusto, nada más que deprisa no se va a poder, porque nuestros trámites son sumamente engorrosos y llevan harto tiempo, pero, cuanto antes comience su merced, mucho mejor que peor- respondió con parsimonia doña Espina, mientras se acomodaba los anteojos.
– No, no me entiende, vengo de PRISAH, el conglomerado editorial de lengua hispana más grande y endeudado del mundo espaniol.
– Y ¿qué desean sus mercedes?
– Venimos a conquistar sus tierras desde Espania. Pero esta vez es un nuevo tipo de conquista, de corte mediático y de opinión, la nuestra, sobre los asuntos de otros, ustedes.
– Y ¿necesitarán alojamiento? – preguntó interesadamente doña Espina, que acababa de abrir un Erbianbí.
¨- No, con una oficina tenemos suficiente. Nuestro medio principal, el periódico El País Colonial, que seguro usted conoce, ha decidido lanzar un nuevo diario regional, que se llamará El País Colonial Maya. Ya lanzamos el País Colonial Azteca, allá en el Altiplano, pero nos dijeron que con ustedes había que negociar por separado.
– Así es joven, le dijeron bien, aquí nos cocemos aparte; déjeme ver si ya llegó el licenciado.
Doña Espina entró a la oficina del Alcalde, donde lo encontró desplomado boca abajo sobre la alfombra, entre un tiradero de botellas, vasos, espejos polvosos y ceniceros desbordados, producto de la bacanal de la noche anterior. La fiel secretaria trató de reanimar al Alcalde con el pie, pero el prócer continúo roncando. Por un momento doña Espina pensó en mandar al gachupín con viento fresco y dejar que el edil siguiera durmiendo la mona, pero le dieron ganas de vengarse del viejo borracho y tramó rápidamente un plan para hacer un tremendo drama, mientras se servía un caballito de Cristalino y levantaba el teléfono:
– Piedad, hola hija, ¿cómo estas?… Mira, tengo aquí un problema. Necesito que vega el mesero a darle una transfusión al alcalde y que convoques al Cabildo. Tenemos una nueva invasión de gachupines… Si hija… es un sin vivir. Por favor diles que se apuren. Gracias, cielo.
Y es así que dos horas después se habían reunido las fuerzas vivas de la Villa Blanca en el Salón de Juntas, presidido por el Alcalde, amarrado a la silla con una soga y con una sonda intravenosa (mezcla de treinta por ciento cocaína, treinta mezcal y cuarenta suero, elaborado por don Artemio Chan, su mesero particular) por debajo de la guayabera. Además, se habían materializado don Ulises, el secretario particular del alcalde, don Primitivo Pérez, el escribano, don Orondo Batallas, cronista de la Villa y don Carlos Castillo, poeta local.
– Bienvenidas sean sus mercedes a esta junta convocada por el Alcalde de manera urgente, – mintió doña Espina. – Lamentablemente, doña Beatriz de Montejo, que es quien manda aquí, no podrá reunirse con nosotros, pero se conectará de manera virtual, – dijo la secretaria prendiendo la pantalla gigante.
La imagen de doña Beatriz en traje de baño en su gran alberca de la hacienda Montejo inundó la pantalla gigante. Afortunadamente la jerarca se encontraba dentro del agua y sus formas, que contornaban las de la piscina, se veían borrosas. Todos miraron para otro lado ante la aterradora imagen; mitad por decoro, mitad por miedo.
– Buenos días, permitan que me presente, soy José Luis Trespesetas, vengo de PRISAH. Venimos a conquistar sus tierras desde Espania. Pero esta vez es un nuevo tipo de conquista, de corte mediático y de opinión, la nuestra, sobre los asuntos de otros, ustedes. Nuestro medio estrella, el diario El País Colonial, que seguro ustedes conocen, ha decidido lanzar un nuevo diario regional, que se llamará El País Colonial Maya, – se repitió el gachupín, como habrá notado el sagaz lector.
– No, pues si es un asunto editorial no necesitaban hacer tanta alharaca. Mire Usted, rapaz, aquí en la Villa Blanca ya contamos con más periódicos de los que necesitamos. El principal y hegemónico de la casta dominante, que es nuestro, y nuestra, es el Delirio de Yucatán, pero hay otros panfletos para las masas como el Porrista, el Mileño, el Deapesto y la Cornada, que cobran del erario, ¡ah!, y el Haz Bulla, que son antagónicos y pobres. O sea que no necesitamos más, muchas gracias – intervino don Orondo.
– No, no me entiende usted, no venimos a darles las noticias, lo que queremos es decirles a ustedes lo que nosotros opinamos de sus manías y costumbres, para que se eduquen y se asemejen a nosotros, que somos superiores y conquistadores de la Vieja Espania.
– Pero ¿por qué? – pregunto don Primitivo, – no es negocio, se lo aseguro, aquí nada es negocio, excepto nuestro negocio.
– Porque es nuestro deber conquistarles a ustedes cada vez que podemos, y porque estamos hartos de que nos exijan disculpas por la conquista, sin mencionar que el gran negocio de la que habíamos montado con el anterior monarca y sus corruptos gobernantes de ustedes se haya acabado…
– ¿El negocio del rey Don Juan Juergas?
– Si, pero él ya abdicó, por unos asuntillos … ahora servimos a su Majestad Phelipe el Sobrio. La estrategia ha cambiado, aunque el objetivo es el mismo: la cosa es sencillamente que le rindan pleitesía al monarca. Para eso tenemos el periódico, para crearles opinión. Está claro que su sistema político es corrupto e inoperante, y les vendría mejor regresar voluntariamente al Imperio de don Phelipe Seis y volverse monárquicos a distancia, o tele-monárquicos que les decimos. O colonias. Súbditos, para que me entiendan.
– Pero ¿supongo que traerán muchas novedades y singulares invenciones, como acostumbran otros conquistadores?
– Por supuesto, en la sección de Moda les presentamos cosas de ustedes que no conocen, como el Sombrero de Panamá, que es de gran elegancia para visitar las haciendas.
– Si claro, los producimos aquí en Bécal.
– Exacto, pero ustedes necesitan que se lo digamos para que se eduquen, y lo valoren, y además juzgaremos su comida en la sección Gastronomía para que sepan que la cochinita tiene mucha grasa.
– No, pues sí que es un plan maquiavélico…
– También traemos grandes plumas latinohispanoamericanasnacionalizadas como Mario Amargas Yosa, que es conde
– ¿Qué esconde?
– Su fortuna, pero no importa. En el suplemento de Viajes les enseñaremos sus desconocidos atractivos, como las playas, los cenotes y las ruinas milenarias.
– Pero si ya los conocemos.
– Eso creen ustedes, pero no. Nosotros venimos a descubrírselo a ustedes. Es la conquista espiritual, a medio camino entre Goebbels y el Opus Dei, pero con los modernos medios de comunicación a nuestro servicio.
En ese preciso instante el Alcalde abrió los ojos y la boca al mismo tiempo.
– Su plan tiene un inconveniente, joven imberbe, y es que nadie puede conquistarnos desde Espania porque nosotros somos los descendientes de los primeros invasores de estas tierras. De hecho, nos casamos entre nosotros y nos llamamos igual por generaciones. Es decir que nosotros somos más espanioles que ustedes, que se han mezclado con todo tipo de gentes desde entonces, y nosotros no. Es una redundancia cardinal que no encuadra – concluyó y se bebió de un trago un Bloody Mary con doble vodka y palito de apio que le alegró la vida.
– Pero no se dé su merced por vencido, regrese en cien años y le tenemos listo su permiso. Con su permiso…. – finalizó y se desplomó sobre la mesa por el esfuerzo.
– Por otro lado, su sistema monárquico no se compara con nuestro sistema de castas, que nos ha durado 500 años y contando, -abundó don Primitivo, por el placer de abundar.
– Y en cuanto al alegato monárquico, nosotros estamos aquí desde los Habsburgo. Estos Borbones de ustedes no los conocemos ni han conquistado nunca nada, – añadió don Carlos asentando su vaso vacío sobre la mesa del consejo.
Derrotado y cabizbajo, el enviado de los poderes mediáticos de la Hispanidad se fue por donde había venido y los que se quedaron pidieron otra ronda.
– Habrase visto el atrevimiento, – rugió doña Beatriz vía digital, y la agitación provocó olas en la alberca y terror en los ediles, – ¿Quiénes se creen que son estos neo-gachupines? Nosotros tenemos la sangre más pura y rancia del siglo XVI. Que se vayan a conquistar a la de más edad de su vecindario. ¿Qué pensarían los espanioles si les enviáramos un periodista yucatánico para moldearles la opinión? ¿Se imaginan sus mercedes?
– Muy buena idea doña Beatriz, – opinó don Orondo, – y todos asintieron y brindaron y trajeron botanas. (Ilustración de iStock)
* Escritor de provincias.