La protesta como acto de resistencia y existencia de la comunidad LGBT+
Si bien, las marchas de este mes son un motivo de júbilo, celebración o “fiesta”, jamás deberían de perder el sentido por el que empezaron a hacerse: tomar las calles y alzar la voz en sentido de protesta.
Por Andrea Tamayo Cáceres #ATACAConIdeas
Mérida, Yucatán, 17 de junio de 2022.- Pareciera que 1969 fue hace mucho tiempo, pero si sacamos cuentas, tan solo ha pasado poco más de medio siglo. Cuando caí en la consciencia de que este 2022 se cumplen 53 años de que ocurrieron los disturbios del 28 de junio en Stonewall que dieron origen a la lucha LGBT en América – y que con los años se expandió por todo Occidente – pude comprender la falta de empatía que muchas personas tienen hacia quienes somos parte de la diversidad sexual; sin embargo, la lgbtfobia es injustificable.
Por años nos han llamado de muchas formas despectivas, ¡vaya, hasta de tener una enfermedad mental! Increíble – pero cierto – que fue hasta el 17 de mayo de 1990 (hace apenas 32 años) que la Organización Mundial de la Salud retiró a la diversidad en orientación sexual de la lista de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), fecha que dio origen a que, desde el 2004, se conmemore el Día Internacional contra la homofobia, lesbofobia, bifobia y transfobia. He de admitir que preferiría que se denominará “Día Internacional contra la fobia a la diversidad sexual y de género”, ya que no se nombran muchas letras que conforman la gran variedad de espectros sexo genéricos y que sufren no solo discriminación, sino invisibilidad.
Y bien, estamos en junio “mes del orgullo LGBT+”, 30 días en los que muchas marcas comerciales de renombre, empresas, personas famosas e incluso políticas se pintan de colores para atraer la atención de la comunidad y hacer lo que se conoce como “pinkwashing”, que es una estrategia de marketing en la que, exclusivamente por el mes de junio, salen a lucirse como aliadas de la lucha para subir su número de ventas o simpatizantes, pero el resto del año “ni sus luces” o peor aún, después de verse en su campaña política ondeando la bandera arcoíris ahora sufren de memoria corta y no hablan del tema al respecto (no voy a decir quien presidenta de la mesa directiva del Congreso del Estado de Yucatán).
No es casualidad que en estos días las emociones estén a flor de piel y se desborden entre las personas que integran la comunidad de la diversidad sexual. Activistas, colectivos, asociaciones civiles y fundaciones trabajan todo el año por el reconocimiento de derechos humanos, oportunidades laborales, leyes que reconozcan la identidad de género, contra la intolerancia por toda persona que se sale de la heteronorma y si bien, las marchas de este mes son un motivo de júbilo, celebración o “fiesta”, jamás deberían de perder el sentido por el que empezaron a hacerse: tomar las calles y alzar la voz en sentido de protesta.
Aún recuerdo la marcha del 2019 en Mérida tras las votaciones en contra del matrimonio igualitario en Yucatán, fue épica. Aunque muchos medios de comunicación tradicionalistas minimizaron el número de asistencia, quienes estuvimos presentes notamos que éramos alrededor de diez mil personas que salimos a mostrarle al Congreso del Estado – y al Ejecutivo estatal – que no éramos cuatro, sino miles de yucatecxs que exigíamos el reconocimiento en las leyes estatales de la unión civil entre dos personas del mismo sexo.
La lucha por ese derecho humano apenas se materializó el 1 de marzo pasado ante un Congreso local que aprobó las leyes secundarias faltantes para que, al fin, el Registro Civil dejara de poner pretextos para no casar a dos personas del mismo sexo, así como un Código de Familia que reconociera que las figuras de “matrimonio” y “familia” es entre dos personas sin hacer especificaciones de género.
Me pregunto si habrá comunidad LGBT+ que, como muchas personas privilegiadas heterosexuales, considere que este año la marcha es para “celebrar y festejar” y ya no para protestar porque, total, “ya tenemos lo que tanto pedíamos”.
La realidad es que falta tanto por hacer. Tantos derechos humanos por los que aún es necesario alzar la voz y manifestar que no estamos conformes con lo “logrado” hasta hoy. Porque no se demerita el acontecimiento de que ya podamos casarnos en nuestro propio estado, pero el matrimonio igualitario no lo es todo en la lucha y ya es momento de gritárselo a la cara a toda persona que crea que esto es así.
En Yucatán hay una ola de violencia hacia las personas que pertenecen a un grupo en situación de vulnerabilidad, y la comunidad de la diversidad sexual no es la excepción. Entendamos a la palabra “violencia” como toda conducta, acto o omisión que representa un riesgo, perjuicio o dolor a la persona que le atraviesa y en eso los tres niveles de gobierno actual se pinta solo.
Bajo ese contexto, es preocupante que las “marchas del orgullo” que están aconteciendo en municipios panistas como Izamal, Ticul, Mérida, Progreso, Teabo Umán, Valladolid y Tizimín tengan injerencia de personas activistas que tienen cercanía a los “liderazgos” políticos restándole a la comunidad su propia participación, gestión y organización, dándoles en charola de plata el pinkwashig para lavar sus desaciertos a lo largo de su vida política.
Tal es el caso de los presidentes municipales Warnel May (Izamal) y Rafael Montalvo (Ticul) que integraron el Congreso local en legislaturas pasadas -2018-2021 y 2015-2018, respectivamente- pero bajo la bandera del PRI y el PAN fueron cómplices de la falta de atención a la iniciativa de matrimonio igualitario, o el caso de Progreso que, tras las divisiones entre la comunidad que simpatiza con el partido blanquiazul o con el tricolor, se había anunciado que habría dos marchas en dicho municipio.
Se dice que la marcha de Mérida de este año es para dignificar y luchar por la comunidad trans a la que se le debe mucho: visibilidad, respeto, trato digno, derechos laborales, ley de identidad de género, no invalidación a las infancias y adolescencias, reconocimiento y cifras de los crímenes de odio por identidad de género. Sin embargo, la realidad es que una cartelera en la que predomina la comunidad trans para un espectáculo mediático no les va a dar a las “T´s” lo que merecen.
Nuevamente se ha dejado ver en redes sociales la división entre personas que organizan la marcha y aquellas que no están involucradas. Las segundas cuestionan y exigen explicaciones de porque se prefirió traer al escenario talentos nacionales e internacionales por encima de los locales, exigen que se transparenten los costos y conocer de dónde se sacó el dinero y muestran indignación tras el conocimiento de mesas V.I.P. con un costo de 9 mil pesos que otorgan refrescos y cervezas ilimitadas, así como backstage con toda la artisteada y que se ha manifestado por la organización que será para construir un albergue para personas LGBT+.
He de admitir que, en lo personal, me parece que se alinea más al sentimiento de protesta todo evento que sea autogestivo, como ocurrió en Zaci, Valladolid, el pasado fin de semana, en dónde activistas del municipio se organizaron para recaudar fondos, invitaron a drags de su propia localidad e hicieron una marcha amena en donde destacó la presencia de las juventudes diversas.
No obstante, aclaro no estoy en contra de la Marcha del Orgullo Mérida 2022 – antes de que se preste a malentendidos – pues cada asistente le dará el sentido que considere de acuerdo con sus vivencias y privilegios: celebración o protesta.
Como en toda lucha social, no hay blancos y negros nada más, sino una gran gama de matices grises, en este caso de colores.
Como reflexión final, me quedo con la frase que Martha Shelley pronunció tiempo después de los disturbios en Stonewall y que, en un amplio sentido de protesta, nos invita a todas las personas LGBT+ a salir este sábado 18 de junio a marchar y hacer consignas, bailes, cantos, y mostrar con nuestra corporalidad y presencia que existimos y resistimos: “salgan de las sombras y caminen bajo el sol” … hasta que la dignidad se haga costumbre y que se entienda que los derechos humanos son para todas las personas, por igual.