La ocupación de los post-norteños
“Somos mayormente ingenieros del Tren Maya la mayoría, pero vinimos, vimos y ocupamos quedarnos. Supongo que lo habrá notado en el tráfico, porque, como ocupamos trocas grandotas, ocupamos siempre más de un carril”.
Por Antonio Martínez *
Aquella hermosa mañana en la Villa Blanca nadie podía imaginarse la catástrofe que estaba a punto de ocurrir, cuando se abrió la puerta de la oficina del Alcalde en el vetusto edificio del Cabildo.
– Buenos días, permita que me presente, soy Gustavo Ranchero, líder de los ocupadores y queremos ver al Alcalde, ocupamos un fraccionamiento – proclamó con voz recia el recién llegado.
– Y ¿qué fraccionamiento han ocupado? – preguntó doña Espina de Solís, la secretaria personal del Alcalde, mientras se acomodaba los anteojos, tratando de ocultar su desasosiego ante un nuevo problema social.
– No, no me entiende, ocupamos un fraccionamiento, o sea, que queremos uno.
A doña Espina se le disparó una ceja involuntariamente, ante un uso tan confuso del lenguaje, porque en su juventud había sido profesora de Lengua Castellana Arcaica en el colegio Teresista.
– No hay ningún problema -, se recuperó rápidamente, sacando de un cajón un formato de Permiso de Fraccionamiento para Foráneos Indeseados. – El plan lo ponen ustedes y las tierras también, y que les vaya bien. Servicios ni esperen, también es asunto de sus mercedes. Esta es la cantidad. En Administración lo pagan.
– Ocupo una silla-, dijo el visitante, visiblemente desmoralizado.
– Aún no, pero por favor, tome asiento, – contestó pedagógicamente doña Espina, y añadió, un poco conmovida con el extraño, – ¿Le puedo ofrecer algo?
– Ocupo un vaso de agua, muchas gracias.
Por un momento, doña Espina, que era de por sí literal, se imaginó al sujeto metido en un vaso de agua. Que gente más rara, pensó mientras sonreía dulcemente al foráneo, haciendo gala de una impasibilidad yucatánica.
– Y un tequilita también, si no es molestia.
– ¿También ocupa?- contestó la secretaria, haciendo gala de su facilidad para los idiomas.
– O mezcal, no importa.
– Y ¿de dónde tenemos el honor de que nos visiten sus mercedes ocupadoras? – preguntó la funcionaria mientras sacaba una botella de tequila barato que guardaban para embriagar a los diputados.
– Venimos del Norte.
– ¿De la Cordemex?
– No, no del Norte Profundo, más allá del México Profundo, del paraíso donde mugen las vacas, va, para que me entienda.
– ¿Allá del Rancho Grande?
– Allá donde vivía mi abuelo, pero nosotros ya venimos de la ciudad. Somos post-norteños.
– Mire Usted, como los post-modernos.
– Mejor. Hemos trascendido las rancheras y ahora ocupamos reguetón también, aunque la nueva tendencia es el retorno a las raíces y está pegando duro la zumba-tambora. Pero eso sí, a todo volumen.
– Permítame que le diga que su uso del lenguaje es muy peculiar.
– Ah que la señora, que abusada… En efecto, hemos inventado un nuevo lenguaje más sencillo. Compacto, pues. Es un gran logro de mi generación. Ocupo otro tequilita, mire Usted, si no es abusar…
– En lo absoluto.
– Deje la botella, no se preocupe. Volviendo a lo del lenguaje. Pues, para empezar, para designar a cualquier persona ocupamos ‘güey’, escrito wey.
– Si, eso ya lo trajeron los neo-aztecas, que nos invadieron antes, pero mi duda es, y créame que aquí somos muy respetuosos, cómo usarlo con un título, o sea ¿diríamos que Usted es Don Wey?
– Nooo. Wey nada más se aplica a los demás, así que yo no soy wey. Y tampoco hay estratos, todo el mundo es igual de wey, menos uno, que no ocupa. Pero bueno, volviendo al tema, para denominar cualquier instrumento o cosa se utiliza la voz ‘chingadera’, o ‘shingadera’, según el rumbo. Y como ya ha notado, el verbo preferente que conjugamos es ‘ocupar’. Obtenemos así la frase: ‘Wey, ocupo esa chingadera’, que se puede aplicar de manera universal a cualquier situación, actividad o contexto. Una chulada. O shulada. Con esto ya obtiene usted el dominio del idioma neo-norteño a un 40%.
– Y ¿qué se contesta?
– En toda ocasión la respuesta es ‘Va’, o ‘Va, va’, por duplicado para añadir enjundia.
Doña Espina quedó muda por unos instantes, lo que el foráneo interpretó como una invitación a expandirse.
– También decimos ‘rifado’, ‘fierro’ y ‘arre’.
– Y ¿en qué se ocupan sus señorías, si no es indiscreción?
– Somos ingenieros de ocupación. Nuestro trabajo es ocupar, lo que nos manden los que nos mandan, … lo que sea. A no ser que esté pre-ocupado, en cuyo caso hay violencia, por eso ocupamos pistola. Pero volviendo a mi visita, ocupo hablar con el Alcalde …
– No se encuentra en estos momentos, está ocupado, lo lamento muchísimo … – dijo doña Espina adoptando un gesto compungido para ocultar la inmensa satisfacción que le provocaba dar malas noticias.
– Que contrariedad. Ocupo una solución, Usted ¿qué nos aconseja?
– Pues depende, ¿son muchos Ustedes?
– Bastantes, somos mayormente ingenieros del Tren Maya la mayoría, pero vinimos, vimos y ocupamos quedarnos. Supongo que lo habrá notado en el tráfico, porque, como ocupamos trocas grandotas, ocupamos siempre más de un carril.
– Ingenieros dice su merced, ¿de qué Universidad?
– Somos casi todos egresados de la UANP, la noble Universidad Agropecuaria del Norte Profundo.
– No lo había oído antes, y ¿fue difícil obtener el título?
– Nooo. Rifado.
– Me imagino-, contestó doña Espina, que ya dominaba el lenguaje foráneo en un 80%, imaginándose la rifa de títulos de ingenieros.
– Y nos visitan por lo del Tren Maya…
– Correcto. Y fíjese que, como aquí no hay cerros, es el tren más plano que hemos hecho. De hecho, lo hicimos sin plano-, concluyó muy satisfecho.
– Pues no sé, llegan ustedes bastante tarde, ya solo quedan por ocupar terrenos inundados, porque los inundables ya están vendidos, o sea, el vil manglar.
– No, pues que perjudicación …
– Y ¿qué novedades nos traen? – preguntó la secretaria, cuya curiosidad por los recién llegados se acrecentaba por momentos. – Porque todos los que nos han invadido antes trajeron consigo ingeniosas invenciones y avances…
– Ah, eso sí, va a ver. Traemos unos artilugios de tecnología de punta, como el asador de rin de llanta, que sirve para hacer carne asada de emergencia, y que lo lleva uno en la troca.
– Y ¿qué más?
– No, … pues eso, … el asador es más que suficiente, ah, que señora más simpática… Y carne buena, eso hace falta también, y su salsita, y …, a propósito, ¿dónde me aconseja para comer una carnita asada, rifada, de las de allá del norte?
– En Chuburná dicen que hay un asador muy bueno, pura carne importada -, inventó prestamente doña Espina, que tenía años de evitarle problemas al Alcalde, – cerca del Mercado, allá pregunten sus mercedes, fácil lo encuentran.
– Fierro, pues. Muchas gracias señora, no le ocupamos más su tiempo, con su permiso nos retiramos, pero volveremos.
Lo dudo, pensó doña Espina. Lo más posible y deseable era que se perderían en Chuburná y jamás lograrían salir del dédalo de sus calles. Pero, aunque lo consiguieran, caerían en manos de la Mafia Agraria, que se haría cargo de ellos.
Pensó en llamar al Alcalde, que llevaba tres meses de crucero en el Egeo, para informarle de la nueva invasión, pero recordó las instrucciones del prócer antes de partir: – Ni por un huracán, ni por un terremoto, ni por un asteroide, no me hablen para nada. Ocupo unas vacaciones.
* Escritor de provincias.