La lista de las palabras más curiosas del castellano
Para elaborar la lista, los parroquianos agarraron instintivamente sus respectivos vasos, pues, como todo el mundo sabe, beber alcohol ayuda a pensar, y cuanto de mejor calidad el brebaje, más puros y originales los pensamientos.
Por Antonio Martínez *
Mérida, Yucatán, 10 de enero de 2023.- A los tres parroquianos de La Copa de Oro les había dado por elaborar listas, para matar el aburrimiento. La novedosa idea, propuesta por don Primitivo Pérez, escribano honorario del Cabildo, hizo que recayera en don Carlos Castillo, poeta de la Villa, el honor de proponer el primer tema, quien se aclaró la garganta con un profundo trago de su campechano, antes de pronunciar con voz grave: la Lista de las palabras más curiosas del idioma castellano.
Los parroquianos agarraron instintivamente sus respectivos vasos, pues, como todo el mundo sabe, beber alcohol ayuda a pensar, y cuanto de mejor calidad el brebaje, más puros y originales los pensamientos. Y así, pensaron y libaron y en el pensar se les fueron tres rondas y unos papadzules.
– ¡Pupitre! – Exclamó por fin don Primi, sin disimular su satisfacción, – que suena como un juguete para niños, pero en realidad es su primer potro de tortura.
– Corpiño – opinó don Carlos Castillo, súbitamente iluminado, – que es de pícaro sonido y material de sueños.
– Tapujos – gorjeó don Orondo Batallas, cronista de la casta divina, a quien se le había atorado una cebolla morada en la epiglotis. – Suena como algo que tienen los pobres, pero en realidad los tienen los ricos. Como todo lo demás, pensándolo bien…
– Mondongo -, dijo desde la esquina de la puerta don Leperiades, el mendigo del semáforo, quien se había escurrido en el local inadvertidamente, y en contra de las leyes de la física. – Si queda.
– No queda -, contestó don Saturnino, el cantinero, mirando significativamente a don Orondo, – ni papadzules. Hay lomitos y calabacitas.
Don Primi apuntó Mondongo a la lista, sondeando la palabra en su magín para buscarle segundos o terceros sentidos, pero no le encontró peros. – Vuestro turno don Saturnino.
– A mí me fascina Filarmónica, porque así se llamaba una de mi pueblo, por Tizimín.
– Un caso claro de determinismo nominativo, supongo, – comentó don Primi.
– En efecto, una celebridad musical en su entonces; decíase que sabía tocar la flauta, el flautín, el corno, la corneta, el trompo, la trompeta, el trompetín, el oboe, la tuba y el popote, que es el más difícil.
– Abundante -, dijo don Orondo al cantinero, refiriéndose a los lomitos. Don Primitivo apuntó ‘Abundante’ en la lista.
– Promiscuo -, aportó don Carlos, – que suena exótico, pero es común y corriente.
– Anodino – sumó don Lepe, pero al oír el cambio de semáforo salió disparado a su chamba, que distaba seis metros de la puerta de la cantina, y dejó a todos sin una explicación.
– Cantimplora, – opinó el cantinero, – que es palabra triste pues apenas sirve para contener agua, que no se vende aquí.
– Fundillo es la palabra más chistosa que se ha inventado jamás de los jamases -, terció don Lepe, quien había regresado y pensó que le volvía a tocar.
– No se vale, dijimos palabras curiosas, no palabras chistosas, – intervino don Primitivo, – aunque razón en lo chistoso no le falta a su fundillo.
– Pirueta -, instruyó don Carlos a don Orondo para que se girase para dejarle pasar al baño, quien obedeció con inusual agilidad.
Don Primitivo esperó a que don Carlos regresara del minúsculo mingitorio y pidió atención para pasar lista: – Llevamos, pues, sus mercedes, las siguientes hermosuras de vocablos: pupitre, corpiño, tapujos, mondongo, filarmónica, abundante, promiscuo, anodino, cantimplora, fundillo tachado y pirueta. Faltan dos para la docena.
– ¿Se valen albures? – preguntó don Lepe, quien ni estaba invitado a confeccionar la lista, pero era el parroquiano más antiguo del abrevadero y ya ni modo.
– No. – contestó tajante don Primi. – Bueno, a no ser que sean finos y elegantes, y sobre todo que sean inéditos, es decir novedosos. Es necesario para evitar caer en la vulgaridad, la cual conduce inevitablemente al aburrimiento.
– No pues así que chiste …
– Este es un club de estrictas reglas de caballería, mi estimado amigo. No dejamos entrar mujeres, pero nos portamos como caballeros-, elaboró don Carlos. – Tampoco es que pudieran caber, aunque quisiéramos, las señoras, me refiero, aunque tampoco más caballeros caber pudieran … – concluyó muy satisfecho con su impecable argumentación.
– En efecto -, coincidió don Orondo.
– El lujo es la ausencia de vulgaridad, ya lo dijo Coco Chanel, y si hubiera aquí señoras, que no las hay, como ya dije, porque no caben y aunque cupieran este es un club de caballeros, de cupo limitado, porque tampoco caben más, aunque los hubiera, que lo dudo, como tampoco caben las señoras, digo, estarían de acuerdo mujeres y hombres en alguna cosa, -peroró don Carlos en una sentencia llena de comas.
– Confusamente expresado, pero no incorrecto, don Carlos, – volvió a coincidir don Orondo.
– ¡Incorrecto, eso es! -, exclamó don Lepe experimentando una epifanía. – Incorrecto es palabra curiosa porque está formada de dos palabras.
– Obviamente, – respondió don Orondo, que se tenía por lingüista, sin darse cuenta de la trampa tendida por el taimado pedigüeño. – Proviene de la partícula negativa ‘in’ y el adjetivo ‘correcto’. No tiene nada de raro.
– Permitidme que os corrija, mi estimado cronista. Incorrecto se compone de dos palabras: Inco y Recto, – enderezó don Lepe.
Las carcajadas de los comensales se escucharon hasta en la Tercera Orden, y don Lepe esperó pacientemente a que del ‘jajaja jajajá’ pasaran al ‘jejeje jejejí’ para soltar la puntilla.
– La hache no suena porque es aspirada, – afirmó triunfante.
Todos volvieron a estallar en una hermosa y colectiva carcajada. Luego dejaron de reírse y siguieron tomando, y es que todos saben que si haces ambas cosas al mismo tiempo te da hipo. Les faltaba una palabra, pero ya estaban todos bien persas y la lista les importaba un cacahuate. Menos a don Orondo, quien vació los últimos del platito en su bocota con todo y peladuras y pidió más.
Mientras tanto, afuera, ardía el mundo. (Ilustración: La pulpería, de Florencio Molina Campos).
* Escritor de provincias.