La epidemia invisible
Con la llegada del Covid-19, se generó el ambiente perfecto para invisibilizar y silenciar una epidemia aún más letal: la violencia machista.
De la noche a la mañana, miles de mujeres se ven obligadas a convivir en aislamiento con sus agresores, pues los espacios reducidos y la complicidad del anonimato que proporcionan las paredes de un hogar aseguran que las violencias se mantengan impunes.
Por Cindy Santos Ramayo*
Mérida, Yucatán, 16 de abril de 2020.- Hace poco más de un mes, miles de yucatecas inundamos el Paseo de Montejo unidas por la exigencia de detener la escalada de violencia misógina que estaba provocando cifras terribles: alrededor de 10 son asesinadas en el país diariamente y a eso habría que sumarle otros tipos de agresiones físicas, laborales, obstétricas y sexuales, entre otras.
Por un breve lapso nuestras voces resonaron con fuerza, ya que el domingo marchamos y el lunes nos fuimos a paro; por unas horas, desaparecimos simbólicamente del país. ¿Quién habría imaginado que, tan solo unos días después, otra epidemia habría de confinarnos permanentemente en nuestras casas?
La llegada del Covid-19 y la ominosa cobertura que medios de comunicación, periodistas, gobernantes y líderes han centrado en torno a la enfermedad trajo consigo otra terrible consecuencia. Al monopolizar el discurso, se generó el ambiente perfecto para invisibilizar y silenciar una epidemia aún más letal: la violencia machista.
La semana pasada, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) nos dio un vistazo del tamaño de esta tragedia, pues las llamadas telefónicas a líneas de ayuda por violencia doméstica se dispararon hasta en un 40 por ciento a raíz de la aplicación de medidas de confinamiento y reducción de la movilidad.
De igual forma, los refugios para víctimas han sido sobrepasados al ver reducida su capacidad para poder cumplir con los nuevos lineamientos de distanciamiento social. En el estado de Yucatán, la violencia doméstica también se ha recrudecido ya que casi un 50 por ciento de los casos en 2020 ha ocurrido durante la contingencia.
Y la crisis solo va en aumento pues, como explica Marianne Hester, socióloga de la Universidad de Bristol, los elementos para este efecto de aumento en la violencia contra las mujeres ya estaban ahí desde antes, pero el Covid-19 y sus medidas de confinamiento simplemente ocasionaron la combinación perfecta para que la crisis de abuso doméstico se agravara.
De la noche a la mañana, miles de mujeres se ven obligadas a convivir en aislamiento con sus agresores, incapaces de poder acceder a redes de apoyo y en situaciones de alto riesgo, pues los espacios reducidos y la complicidad del anonimato que proporcionan las paredes de un hogar aseguran que este tipo de ataques se mantengan impunes.
Poco ayuda, además, el hecho de que diversos gobiernos continúan tomando decisiones unilaterales y sin perspectiva de género. Por ejemplo, en el estado de Yucatán, una de las primeras acciones fue el retiro de elementos policiacos que resguardaban a mujeres en alto riesgo de violencia, dejándolas completamente en indefensión ante posibles agresiones, a pesar de que todas ellas cuentan con órdenes judiciales de protección inmediata.
De igual forma, la aplicación de la “ley seca”, instaurada a finales de la semana pasada, también contribuirá al aumento de casos de violencia doméstica pues, como ya han alertado diferentes activistas y expertas, el síndrome de abstinencia combinado con situaciones inusuales de alto estrés por el confinamiento, pero también por una creciente crisis económica-laboral por la pandemia, son una combinación fatal.
Preocupa, además, el discurso que justifica estas medidas, ya que en ambos casos se habla de que este tipo de situaciones violentas “distraen de labores de seguridad más importantes o apremiantes” relacionadas con la contingencia sanitaria, tal cual se expone en el texto publicado en el Diario Oficial del Gobierno del Estado, publicado el día 9 de abril en el decreto que ordena la implementación de la suspensión de la venta de bebidas alcohólicas.
La respuesta gubernamental ante este incremento de violencia contra las mujeres ha sido poco efectiva o escasa. Si bien es cierto que el tema ha sido expuesto en la “nocturnera”, la conferencia nacional diaria relacionada con la epidemia de Covid-19, no se visualizan estrategias concretas.
Las acciones dirigidas a brindar apoyo específico a quienes se encuentran en alto grado de riesgo, o que ya están sufriendo agresiones en sus hogares, se limitan a líneas telefónicas de atención que, para muchas son inaccesibles porque no están en libertad de realizar una llamada de auxilio o porque no cuentan con los medios para ello.
Por otro lado, el monopolizar el discurso en torno a un solo problema ha provocado que el tema de las violencias misóginas, que de por sí no encontraba suficiente cobertura previo a la pandemia, haya prácticamente desaparecido de la esfera nacional y local. Mientras más nos obsesionamos por el número de casos confirmados y víctimas, más nos olvidamos de que el machismo en México es más mortal.
Por lo anterior, es urgente que los gobiernos municipales, estatales y federales diseñen estrategias con perspectiva de género específicas para responder a la agudización de la crisis de violencia feminicida, así como que sea transversal en las acciones de respuesta ante la pandemia de Covid-19, y que se instrumenten diferentes mecanismos de respuesta para salvaguardar la seguridad y la vida de las mujeres que están en riesgo, además de sus hijas e hijos.
Es urgente que el gobierno del estado reconozca esta problemática y diseñe estrategias de respuesta y contención específicas, tomando en cuenta que muchas de las acciones contra el Covid-19 están agravando la crisis de violencia contra las mujeres y que continuarán empeorando conforme se prolongue el confinamiento social.
Hasta el momento, el gobernador Mauricio Vila Dosal no se ha referido ni una sola vez en sus mensajes oficiales a este tema y tampoco ha anunciado medidas específicas al respecto. Por otro lado, las posturas oficiales que justifican algunas de las acciones ante el Covid-19 dejan ver que el tema de las violencias contra las mujeres es considerado menos apremiante que la contingencia sanitaria por la actual administración estatal.
Y solo como colofón, este dato: al día de hoy, el Covid-19 ha cobrado la vida de 449 personas en México. De marzo de 2019 a marzo de 2020, ocho mil 872 mujeres murieron a causa de la epidemia de violencia misógina y, al igual que la otra, la epidemia de violencias contra las mujeres parece no tener cura.
*Maestra, comunicóloga, feminista, yucateca, madre de gatos.