La dignidad de la rabia femenina
Y si quemo y rompo y hago un pinche despadre en esta ciudad, ¿cuál es su pinche problema? ¡A mí me mataron a mi hija!
Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús, quien fue arrojada desde un quinto piso por su profesor del Instituto Politécnico Nacional.
Por Redacción
Mérida, Yucatán, 21 de febrero de 2020.- En la mitología griega, las Erinias eran las tres deidades femeninas encargadas de perseguir y castigar los crímenes de sangre; Tisífone, Alecto y Megera eran temidas hasta por el mismo Zeus debido a su implacable sentido de justicia. Hoy, las Furias, como se las conoce en latín, caminan por las calles con pañuelo verde y el rostro cubierto para exigir que las autoridades hagan su trabajo ante la ola de violencia feminicida que diariamente arrebata la vida de 10.5 mexicanas.
La rabia femenina pinta, quema y destroza para gritar que en este país se mata a las mujeres con impunidad, pero también empodera a las madres que han tenido que salir a las calles a exigir justicia para sus hijas asesinadas, acompaña a las morras que abortan en la clandestinidad y teje alianzas para brindar cuidados. Ambas formas son la digna expresión de una ira que desde pequeñas nos enseñan a callar para no incomodar al orden patriarcal.
Según la activista Soraya Chemaly, mientras que el enojo es algo esperado y justificado en los hombres, en las mujeres se trata de una emoción antifemenina que debe ser controlada por poco atractiva y egoísta. No es gratuito que en la historia de la medicina la histeria esté asociada con el útero y que, como sostiene la autora de Rabia somos todas, “nuestra sociedad encuentra modos cada vez más creativos para desestimarla y convertirla en una patología”.
Así, las feministas que en último año han manifestado su hartazgo han sido objeto de escarnio en los medios de comunicación y redes sociales, así como de criminalización por parte de las autoridades. Un ejemplo de ello es el Gobierno de la Ciudad de México que el viernes pasado desplegó todo un operativo para resguardar un pedazo de piedra en la protesta por el feminicidio de Ingrid Escamilla, al tiempo que Fátima Cecilia, de siete años, era violada, torturada, asesinada y abandonada en una calle de la capital.
Yo soy una madre que me mataron a mi hija y sí, soy una madre empoderada y feminista, ¡y estoy que me carga la chingada!
Ante muestras legítimas de furia, como la de Yesenia Zamudio, ha surgido un movimiento buenaondita que busca deslindarse de las “peligrosas” mujeres que avientan glitter, como la convocatoria Cadena Feminista que incita a acudir con el rostro descubierto, a evitar “caer en provocaciones”, a “respetar los espacios públicos y la presencia de hombres”, y a “ser un modelo de civilidad”. Peor aún, se ha descubierto su vínculo con grupos conservadores, entre ellos el Frente Nacional por la Familia.
¿Qué es lo que nos quieren decir al negar nuestro derecho a estar enojadas? De acuerdo con Chemaly, cuando evitamos hablar de nuestra rabia, porque trastorna el statu quo, silenciamos nuestras demandas y las reducimos a su mínima expresión, nos volvemos incapaces de reconocer lo que necesita cambiarse y perdemos el poder de transformar la realidad. ¿En verdad vamos a permitirnos ese lujo en el Día Internacional de las Mujeres?
No necesito un pinche partido político que me represente, yo me represento sola y sin micrófono.
Quizás una de las reacciones más lamentables ante la situación de terror en la que viven las mexicanas ha sido la de los partidos políticos y las instituciones públicas. Personajes cuestionables ven en este clima de enojo la oportunidad perfecta para disfrazarse de aliados y “solidarizarse” con la causa feminista, además de ganarse el aplauso, y los votos, de la sociedad.
Por ejemplo, la Universidad Autónoma de Yucatán anunció que “permitirá” a sus alumnas, académicas y empleadas participar en el paro nacional de mujeres #UnDíaSinNosotras, convocado para el 9 de marzo. Ojalá esa misma diligencia y disposición la tuvieran para prevenir, castigar y erradicar los casos de violencia sexual denunciados en esa casa de estudios.
Por otro lado, el Ayuntamiento de Mérida también dijo que “apoyará” a las burócratas municipales que deseen sumarse a dicha iniciativa. Pareciera que ya se les olvidó que, en septiembre pasado, el alcalde Renán Barrera Concha incitó a la criminalización de las manifestantes que “vandalearon” el parque de La Maternidad, como si nuestra furia sólo le fuera útil ahora que se acerca el proceso electoral de 2021.
Y qué decir del PAN, el partido que históricamente se ha dedicado a impedir el acceso de las mujeres a su derecho a decidir, lo cual es una de las demandas más sentidas del movimiento feminista internacional. Su presidente nacional, Marko Cortés, también avisó a sus trabajadoras que podrán unirse a la huelga si así gustan; esperamos que esa nueva lucha que parece haberle brotado a Acción Nacional se traduzca en iniciativas de su grupo parlamentario o de sus gobernadores para despenalizar el aborto, ¿será?
Tengo todo el derecho a quemar y a romper, no le voy a pedir permiso a nadie porque yo estoy rompiendo por mi hija.
Después de saberse la noticia del atroz feminicidio de Fátima, la sorna y las burlas se transformaron en “quémenlo todo”. Como por arte de magia, influencers y hombres de toda clase nos dieron su permiso para manifestar nuestra rabia prendiendo fuego a sus queridas paredes. ¿Qué está detrás de ese cambio? ¿Será porque se trata de una niña a la que no pueden culpar de su propio asesinato por cómo vestía o por la hora en la que salió de la escuela?
En primer lugar, no necesitamos que legitimen la forma en que se expresa nuestra lucha por sobrevivir todos los días en un país que odia a las mujeres; en segundo, quienes agreden, acosan, hostigan y matan son ustedes, y es necesario que empiecen a cuestionarse sus violencias.
Es muy fácil dejarnos a nosotras la responsabilidad de acabar con los maltratos de toda índole que culminan en un crimen de odio por razones de género, pero que comienzan con una broma sexista o una frase que minimiza a las mujeres, con validar a sus amistades machistas o ser consumidores de pornografía. Tal vez nunca en su vida le han pegado a un mujer, pero sí han compartido nudes, han interrumpido a una compañera de clase para explicarle lo que quiso decir o han acosado a una chica pensando que ligaban.
Nosotras vamos a quemar lo que se tenga que quemar y ustedes no tienen lugar en ello. Si en verdad quieren aportar a la construcción de un mundo igualitario en la que ninguna Fátima, Frida Sofía, María Evelia o Ana Cristina (las últimas tres son niñas de siete años o menos que fueron víctimas de violación y feminicidio en Yucatán) es imperativo que comiencen a plantearse nuevos modelos de ser hombres.
Ya no, señores, se acabó. Ya rompimos el silencio y no les vamos a permitir que hagan un maldito circo de nuestro dolor, y si van a hablar, hablen de todas.
En Rabia somos todas, Soraya Chemaly se refiere al enojo como el camino de las mujeres para mejorar su posición en el mundo. “Cuando nos enfurecemos y esperamos una respuesta razonable, confrontamos y refutamos el statu quo. Al expresar nuestra ira y exigir que se nos escuche, dejamos al descubierto la creencia profunda de que podemos comprometernos y cambiar el mundo en que vivimos, un derecho que, hasta ahora, ha sido exclusivo de los hombres”, sostiene.