Hoy toca: Hablemos de sexualidad
Por Guadalupe Sosa*
¿Por qué hablar de sexualidad? Parece un tema agotado y con información al alcance de todas y todos lo que puedan tener una conexión de wifi.
Basta poner una palabra en Google para que se desplieguen millones de datos que ofrecen incalculables opciones para despejar las dudas y vivir una sexualidad en plenitud.
Pero eso es una utopía, la realidad es que con toda la información que tenemos a la mano, todos los días hay personas con frustraciones, temores y que no han tenido la oportunidad de disfrutar su vida sexual, porque desde que tenemos uso de memoria nos metieron a la cabeza que el sexo es malo, que no debemos tocarnos y disfrutar del placer de un orgasmo, porque para lograrlo, tendríamos que decir lo que queremos y donde lo queremos para poder disfrutar de la “pequeña muerte”.
La Encuesta Global de Bienestar Sexual, patrocinada por el fabricante de condones Durex, reveló que a escala global sólo 44 por ciento de la población está “totalmente satisfecho” con su vida erótica. Entre los mexicanos, este indicador se sitúa en 63 por ciento, al promediar 123 relaciones sexuales por año, con una duración promedio de 22 minutos y con las que obtienen orgasmos “de manera regular”, aunque la frecuencia es mayor entre los hombres que en las mujeres. Es decir que el 37 por ciento de las personas en nuestro país no están totalmente satisfechas con su vida sexual, y la mayoría son mujeres.
En la familia, en las escuelas y en nuestros círculos sociales nos han impuesto que las mujeres deben ser símbolo de pureza y castidad, madres abnegadas y sufridas, capaces de sacrificar todo, empezando por la sexualidad para cumplir con las altas expectativas.
Los varones tampoco la han tenido fácil, se les ha impuesto la responsabilidad de ser los fuertes y expertos, cuando podrían estar más temerosos y confundidos que sus parejas en una relación.
¿Qué nos impide decir a la pareja lo que queremos y no queremos durante el sexo? Al quedarnos callados, las dudas se apropian de nuestra mente y comienzan a dañar la relación.
“Pensará que soy una puta si le digo que no tuve un orgasmo y que quiero más. Seguro se buscará a otra decente para casarse”.
“Seguro su ex la tenía más grande, se ve que sí la hacía feliz”.
Si no somos capaces de decir lo que queremos y esperamos en un encuentro sexual, difícilmente la otra persona adivinará lo que nos gusta y nos hace alcanzar el máximo placer.
Las dudas están ancladas en la profundidad de nuestro ser por los prejuicios. Es el temor a ser juzgados lo que nos impide proponer el uso de juguetes sexuales en una relación de pareja, confesar nuestras fantasías, intentar algo diferente para refrescar la relación, o llegar incluso al grado de fingir orgasmos o no poder decir “no, hoy no tengo ganas de tener sexo” por temor a lastimar a nuestro compañero sexual.
En este breve espacio platicaremos de algunos temas, son situaciones comunes y que pocas veces compartimos -aún con las personas de nuestra confianza- por miedos, muchos de ellos infundados. Este es un espacio de libertad y respeto por los gustos y preferencias. Bienvenido.
*Licenciada en Psicología, diplomado en Sexualidad Humana por el Centro de Estudios Superiores en Sexualidad (Cessex), periodista y comunicadora especializada en temas de derechos humanos