En el sillón de Don Pepe, donde no cortan el pelo a mordidas
Miriñaques: Los hombres continuaron bañándose poco y yendo a que les arrancaran el pelo a jalones, o a mordiscos, lo que perpetuó estas tradiciones por varios milenios más.
Por Antonio Martínez*
Mérida, Yucatán, 17 de septiembre de 2021.- Damos muchas cosas por sentadas, reflexiona don Orondo mientras asienta sus notables posaderas en el sillón de la peluquería de Don Pepe. Una de las grandes fuerzas civilizatorias, quizás la más ignorada, ha sido sin duda la Peluquería. De acuerdo al historiador francés Françoise Bombín, podemos hablar de cuatro periodos fundamentales en cuestiones de peluquería, desde la actual Edad de la Maquinilla Eléctrica, pasando por la edad de las Tijeras y la Edad de los Cuchillos hasta la más antigua, conocida como la Edad de los Mordiscos. Ciertamente ir a la peluquería o al barbero en la Época de las Cavernas era un verdadero suplicio. Peor aún cuantos menos recursos tenía uno para gastar.
Grosso modo, se podía elegir entre la Barbería de Urk el Bruto, quien arrancaba el pelo a jalones llevándose sin piedad pedazos de cuero cabelludo, pero era el más barato, o gastar más en la Estética de doña Truk, quien por un conejo te arrancaba el pelo a dentelladas. Este estilo dolía un poco menos, pero aún bastante. Los pobres niños cavernícolas temían tanto ir al peluquero como al dentista, y eso que la única herramienta del odontólogo era un martillo.
No todos los clanes y tribus practicaban el corte de pelo. Algunos se lo dejaban crecer, haciéndose trenzas con mugre que se llenaban de ácaros. Además, se les enredaban los pelos entre los espinos y los arbustos, y el fundador del clan de las Greñas era recordado porque un gran mamut le agarró de las melenas con un colmillo y le hizo papilla contra el suelo. Un verdadero mártir del pelo largo. Estos grupos peludos eran propensos a mayores enfermedades y accidentes y acabaron extinguiéndose.
Finalmente había cavernas en la que todos eran calvos, y estos eran los más felices de todos, pues nunca iban al peluquero, ni sufrían las inconveniencias del pelo largo. Sin embargo, no se mezclaban mucho con los peludos, temerosos de que sus hijos no nacieran calvos, por lo que eran un grupo bastante pequeño y los otros les acusaban de brujería.
Los dos estilos de corte de pelo se perpetuaron durante decenas de milenios. Los hombres, para demostrar su valor, preferían el estilo Urk de arrancado, mientras las mujeres sabiamente invertían en un corte Truk. Pasaron unos milenios más y otros después, hasta que se produjo una revolución peluqueril: el quemado a fuego, inventado en el Salón de doña Fuk. Este método era indoloro si se controlaba el fuego, pero como los cavernícolas no se bañaban mucho y tenían las greñas llenas de grasa, frecuentemente se convertían en antorchas humanas y muchos fallecieron.
Esto condujo al lavado de pelo antes de ir a la peluquería, y fue seguido por el quemado a la brasa, en sustitución del quemado en la hoguera que era más impredecible. Como todos los inventos, la novedad no fue bien acogida por todos. Aunque el peinado Fuk era casi siempre indoloro, los hombres más machos continuaron bañándose poco y yendo a que les arrancaran el pelo a jalones, o a mordiscos, lo que perpetuó estas tradiciones por varios milenios más.
De cualquier manera, la Edad de los Mordiscos tocaba a su fin, y pronto el quemado tipo Fuk fue abandonado, cuando se inventó el cuchillo de piedra. Al principio los cuchillos eran de un solo filo y dolía lo suyo, pero unos milenios después se inventó el cuchillo de doble filo. Finalmente, cuando se descubrieron las cuchillas de obsidiana, un vidrio volcánico extremadamente filoso, la
peluquería dio un salto cuántico, apareciendo la peluquería casi sin dolor.
El ruido de la maquinilla de don Pepe despertó a don Orondo de su sopor, aunque mantuvo sus ojos cerrados. Dado que es un ejemplar de doble papada y triple pescuezo, la labor lleva tiempo, pero don Orondo no tiene prisa. Como cronista de la Villa donde Nunca pasa Nada no tiene gran cosa que hacer en todo el día. Don[H1] Orondo se relajó plácidamente mientras la maquinilla eléctrica surcaba su epidermis. Se sentía el rey de la Villa Blanca. Y por un momento lo era.
Dedicado a la memoria de Don Pepe, peluquero de mi colonia que pasó a mejor vida el año pasado, dejando un mundo, si no más justo, al menos mejor peinado.
*Escritor de provincias.