El próspero negocio del eclipse
Miriñaques: “Si suspendemos las ceremonias de curación espiritual del eclipse, dañaremos fuertemente a la economía, principalmente la mía. Además, en el pasado tuvimos muchos turistas, la industria hotelera aumentó, también creció el sector de los amuletos y el incienso se puso por las nubes”.
Por Antonio Martínez*
Mérida, Yucatán, 15 de noviembre de 2022.- Don Sabio Maya regresó feliz a la ciudad de Tulum, después de haber asistido al MMMCCCLXXXXVIII Congreso Inter-Mesoamericano de Astrónomos Mayas, celebrado aquel tun en la Isla de Jaina, y se dirigió al palacio a comunicar las buenas noticias que traía consigo.
Para su decepción, la sala del consejo se encontraba vacía, con excepción de don Sacerdote Supremo Maya, quien estaba sentado en un tapete, musitando arcanas plegarias.
-Bienvenido de regreso don Sabio, los dioses sean loados! ¿Estuvo bueno el Congreso? ¿Había guapas astrónomas? – inquirió don Sacerdote, que tenía un de por sí lujurioso.
-Sí y sí. Logramos calcular con toda precisión el próximo eclipse solar total, que tendrá lugar en dos tunes y tres kines a partir de hoy.
-Imposible, nadie puede predecir qué harán los dioses.
-No son dioses, el sol es una estrella, la luna es un satélite y la tierra es un planeta…
-Necedades, todo el mundo sabe que un eclipse nada más ocurre cuando la vieja diosa Ix Chel vacía su jarro de agua sobre el fuego del dios K’iinich, y lo apaga. Significa que es el fin del mundo y para evitarlo hay que romper cacerolas y soltar alaridos.
-Pura superchería. Mirad,- dijo el sabio astrónomo agarrando unas frutas de un cesto,- imaginaos que este caimito es el sol, esta ciruela es la tierra y este nance es la luna. Se mueven así, en círculos, cada cierto tiempo ¿veis? Cuando la luna se interpone entre la tierra y el sol impide que veamos su resplandor, y luego sigue su camino. No es el fin del mundo, no pasa nada.
-Puras herejías proclamáis mi sabio amigo, y ponéis en peligro los fundamentos de nuestra religión, y mi propia chamba. El sol es una guacamaya, la tierra un lagarto y la luna un conejo. Todo el mundo lo sabe y no es momento de meter ideas en las cabezas del vulgo. Nada, nada. No anunciaremos el eclipse. Nos guardaremos ese conocimiento y cuando suceda les diremos al pueblo que es el fin del mundo y que solamente nosotros lo podemos arreglar.
-¿Qué podemos arreglar, mis queridos consejeros? – dijo don Rey Maya entrando a la sala. – Os encuentro en muy animada plática, espero que no sea nada serio… Por cierto, ¿cómo le fue en el Congreso, don Sabio?
-Excelente, excelente, de eso precisamente estábamos hablando, un hallazgo de la máxima importancia…
-¡Maravilloso!, ¿ya descubrieron cómo hacer que llueva?
-No, su majestad, esos son los meteorólogos. Nosotros somos astrónomos y ya descubrimos como predecir eclipses. Falta poco para el próximo…
-Vaya, ni modo. Y eso ¿de qué nos sirve?
-Bueno… es un gran avance científico… y nos permite deshacernos de inútiles supersticiones…- se justificó don Sabio mirando con inquina a don Sacerdote Supremo. – Deberíamos hacerlo del dominio público cuanto antes.
-Jamás de los jamases,- levantó la voz el religioso,- es un conocimiento nuevo y por tanto pernicioso, de lo que se desprende que ha de ser secreto, y de ser posible olvidado. Además de que, si suspendemos las ceremonias de curación espiritual del eclipse, dañaremos fuertemente a la economía, principalmente la mía.
-El eclipse pasado tuvimos muchos turistas, eso es cierto… consideró el soberano.
-La industria hotelera aumentó un trece por cuatrocientos, añadió don Comerciante Maya, sumándose al consejo-, las tamalerías un nueve, y también creció el sector de los amuletos. El incienso se puso por las nubes…
-Debemos monetizar este conocimiento -observó astutamente don Cuñado del Rey Maya, quien tenía buen ojo para los negocios, uniéndose al grupo-.
Podríamos venderles terapias contra el mal de eclipse, con sombreros captadores de malas energías y limpias de vibraciones eclipsulares con aromaterapia, masajes y spa. La gente compra cualquier cosa. Deberíamos hacer una marca, Eclipses Tulum, o algo así…
-Yo les puedo hacer el logotipo- dijo don Diseñador Gráfico Maya, que estaba sin chamba, – pero necesito un anticipo…
-A mí me da lo mismo, – dijo don Guerrero Maya, que había llegado el último, – mientras podamos aullar frenéticamente y romper cacharros con estrépito…
-Decidido, pues, por mayoría – dijo don Rey Maya zanjando el asunto, – Don Sabio guardará su conocimiento para sí mismo en esos libros que pinta y nosotros seguiremos como estamos, conmigo al frente.
-Dioses mediante y Yo después-, dijo don Sumo Sacerdote, sumamente aliviado.
Don Sabio Maya se retiró triste a su morada, a calcular el movimiento sinódico de Marte. Sentía que nadie le entendía. Y así, el eclipse de la razón continuó produciendo monstruos. No solo allí, sino en todas partes.
*Escritor de provincias