El día que llegaron los eschpañoles a la Riviera Maya en temporada baja
Miriñaques: Aquí todo el mundo hace lo que le da la regalada gana, y después de probar varios sistemas de gobierno, desde la teocracia hasta el militarismo, hemos alcanzado un sofisticado modelo de organización sociopolítica que podríamos llamar una Monarquía Turística.
Por Antonio Martínez*
Mérida, Yucatán, 22 de agosto de 2021.- En los Anales de las Invasiones Bárbaras de Yucatán, del emérito historiador don Pío Castañas, podría leerse esta versión de la Invasión Eschpañola de Cozumel, si este magnífico libro no se hubiera perdido.
– Hola, buenos días, somos los Eschpañoles.
– Xpanioles-, repitió el Rey Maya.
– Así es, somos los Eschpañoles de Eschpaña. Somos muy eschpañoles y mucho eschpañoles.
– Xpania. Xpanioles, Bienvenidos a Cuzmil. Permitidnos que os invitemos a un chocolatito de bienvenida-, contestó el anfitrión haciendo una seña al mesero para que trajera una ronda para todos.
– Exacto, aunque no os entiendo nada. Permitidme que os presente a mi lengua y tlacuilo Francisquillo, que habla la maya.
– ¿Cholano o yucateco?
– Chontal al 60 por ciento-, contestó el tlacuilo. -También tengo azteca al cien, otomí nivel conversación y me sé todas las leperadas en totonaco-, añadió justificándose.
– Me presento oficialmente ante vuestra merced, cacique de estas tierras paradisíacas. Yo soy don Francisco de Montejo. Y venimos a invadir desde la todopoderosa ciudad de Badajoz en el reino de Extremadura.
-Xtelematula-, repitió el rey. – Primera vez que lo oigo ¿Qué significa?
– Significa que allí la vida es extremadamente dura. Está del nabo y de la cebolla. Del ajo y del badajo. Todo seco y puras cabras. Por eso es que estamos aquí, venimos a invadir.
– Un momento, según nuestros cálculos falta mucho tiempo para la siguiente invasión-, intervino el Astrónomo Maya sacando un códice plegable dibujado de fascinantes caracteres.
– En efecto-, contestó el invasor, -nos hemos adelantado, por eso yo soy don Francisco de Montejo el Adelantado, para invadir a usted.
– Pero los invasores suelen traer un montón de cosas civilizatorias…-, alegó el Escriba Maya.
– Naturalmente, nosotros somos los inventores del chorizo, base y cumbre de nuestra civilización.
– Longaniza-, tradujo el tlacuilo con cierta licencia.
– Y la religión verdadera, que conlleva innumerables beneficios-, intervino con presteza don Diego de Landa. -Les traemos un nuevo dios, Yahvé el Vengativo. Todos tendrán que adorarle.
-Va a estar difícil-, dijo don Sacerdote Maya, -ya está el Panteón bien repleto. Quizás lo podríamos acomodar como una de las treinta y siete advocaciones de Quetzalcóatl, que está vacante desde que se jubiló Ehecatl, pero no han liberado aún la plaza.
-No, no-, contestó el fraile, -es un dios único, hegemónico, de muy mal carácter… es un monopolio, por decir. Es malo contradecirle, pues tiene muy mala sombra…
– Aquí adoramos a la Diosa de la Luna, que también tiene su lado destructivo, es como bipolar-, apuntó la Sacerdotisa Maya.
-Nosotros tenemos a la Virgen María, Madre de Dios.
-Suhuy María-, tradujo Francisquillo.
-Pobrecita, pero ¿cómo es madre entonces?
– Es un milagrotototote-, contestó entusiasmado el fraile. –Resulta que bajó un ángel de flamígera espada …
Mientras los especialistas religiosos seguían hablando de sus cosas, don Francisco retomó la conversación. – A lo que íbamos. También traemos una serie de medidas coercitivas y punitivas muy eschpañolas y modernas, con tecnología de punta, como el cepo, el garrote, los mastines feroces, los ahorcamientos y la tortura común; sin olvidar los castigos de los religiosos, que son más sofisticados, pero no por ello menos crueles.
– Yo creo que tratan de engañarnos -, dijo el Monarca al oído del Sabio Maya. –Estos no son invasores. Han de ser turistas de algún país del tercer mundo que buscan un descuento.
– Puro turismo mochilero en esta época-, coincidió el sabio.
– Sigámosles la corriente-. Y volviéndose a los recién llegados. –Díganme, entonces ¿qué idea traen sus mercedes?
– Nada difícil, a partir de ahora todo es nuestro. Su tierra, sus haciendas, sus hijos, sus mujeres, su comida y sus ancianos. Y lo que se tercie, si es que se tercia.
– Pero nos quedaremos con nada.
– Con nada y sin nada, pero consolaos en que más tiene quien nada quiere que quien todo lo tiene, que ahora somos nosotros.
– Jamás de los jamases-, exclamó el Rey Maya.
– No hay problema-, trasdujo con licencia poética Francisquillo.
– Y por último y por primero, obedecerán al Rey de Eschpaña, don Carlos Quinto.
– Suhuy Carlos-, inperpretó el inspirado políglota.
– Pobrecito. Pero no se molesten, nosotros tenemos nuestros propios reyes…- replicó el Rey Maya.
– Naturalmente, mis amigos, estamos felices de su invasión-, transdijo el trabuctor con licencia artística.
– Entonces tenemos un acuerdo. Queremos que seáis vosotros quienes transmitáis las buenas nuevas a vuestros súbditos nuestros-, zanjó el conquistador.
– Os equivocáis mi querido visitante, mi poder no es para tanto. Yo soy el rey, pero aquí todo el mundo hace lo que le da la regalada gana, y las mujeres son peor. Después de probar varios sistemas de gobierno, desde la teocracia hasta el militarismo, hemos alcanzado un sofisticado modelo de organización sociopolítica que podríamos llamar una Monarquía Turística. Viene gente de todos lados, desde Tajin y Champoton, hasta Ulua, pero la mayoría de los que nos visitan son los Guaches del Altiplano. Es por nuestras playas, que son de una espectacular belleza, y por la gastronomía. Ustedes son los turistas más raros que han llegado en todos los anales de la Riviera Maya, pero no se preocupen, tenemos amenidades para todos los gustos. Aquí estamos en la Isla de las Golondrinas, y tenemos el santuario y oráculo de la Diosa Ixchel, Señora del Arcoíris y de la Fertilidad, por lo que viene mucha gente, especialmente turismo de bodas. También nos dedicamos a la poesía, a la astronomía y al snórkel. Pero para ustedes, que se ve que son gente fina, mejor les recomiendo el balneario de Xelhá, recientemente remodelado, con atención individualizada al cliente y margarita de bienvenida. ¡Hasta tiene una tirolesa! Estoy seguro que podrán encontrar un buen descuento porque estamos en temporada baja. Ahora, si lo que buscan es la movida, es mejor Tulum que tiene más vida nocturna- concluyó el rey Maya dándole unos folletos publicitarios con bellos dibujos y jeroglíficos.
– Que pueden ustedes invadir Xelhá o Tulum, como gusten- transflubió el transtérprete Francisquillo, que ya empezaba a sentirse con más soltura.
– Maravilloso, estupendo. Puro progreso, van ustedes a ver. Nosotros para disfrutarlo y ustedes para crearlo con su honrado esfuerzo y sudor y lágrimas.
– Mi amo el Adelantado dice que prefiere rentar en un RB&B-, intrompetó Francisquillo, ya de pura guasa.
– ¡Está usted loco!- exclamó.
– De contento. Partiremos de inmediato a invadir en tierra firme. Pero volveremos.
– We are lost in transflaction-, entonó Francisquillo en un idioma ignoto con gran satisfacción.
– To’one toplom-, dijo preocupado el Rey Maya cuando se alejaron los gallardos eschpañoles.
– Ojalá que les ensarten un tiempo compartido en Chetumal-, sentenció don Sacerdote Maya.
Y exactamente eso sucedió. Pero esa ya es otra historia.
Nota. Don Pio Castañas, en la nota 173 del volumen VIII de los Anales de las Invasiones Bárbaras de Yucatán, destacó con acierto el papel del traductor Francisquillo a la llegada de los castellanos a Cozumel, y le otorga el crédito por lograr, gracias a sus artes interpretativas, que éste fuera el único encuentro con los invasores en que no corrió la sangre. No obstante, algunos lo achacan a la posible sordera del intérprete, fruto de un garrotazo que había recibido durante su captura. Posiblemente, nunca lo sabremos.
*Escritor de provincias.