El día que don Gringo llegó a invadir Villa Blanca
Miriñaques: “Nosotros solo querer invadir Centro Historicou, casonas, con techos altos y patio centro para sentir ser señores feudales. También querer acaparar medicinas, y los mejores hospitales, doctores y enfermerous, porque somos todos jubilados. Ah, y no soportar el ruido”, exclamó mientras sacaba los fajos de dinero.
Por Antonio Martínez*
Mérida, Yucatán, 30 de septiembre de 2021.- Aquella tierna mañana de primavera, doña Pura no sabía lo que se le avecinaba a la Villa Blanca cuando se abrió la puerta de la Oficina de Atención a Foráneos del Cabildo.
– Moy boenos días-, dijo don Gringo, secándose el sudor del pescuezo -nosotros ser los Gringos y venir a invadir de manera pacífica a la fuerza.
-Permítame un segundo- dijo doña Pura levantando el teléfono amarillo. -Piedad, hola, hija, ¿cómo estás? Mira, tengo aquí unos desharrapados fuereños, por favor tráeme un formulario de derechos de invasión, y de una vez un permiso de construcción, que seguro van a querer hacerse un fraccionamiento-. Y volviéndose al extranjero señaló:
–Un placer tenerles aquí, bienvenidos a la Villa Blanca, ¿de dónde tenemos el gusto que nos visiten, Mister….?
-Sí, señor Mister ser yo, y ella ser señorita Sister. Muchou goustou. Venir de Yuesei.
-Encantada. Con respecto a lo de su invasión, el Alcalde no está en este momento, pero si gusta rellenar este formulario y lo deja abajo en recepción con doña Alma. Nosotros nos comunicaremos con ustedes.
-No, no, usted no entender. Nosotros querer comprar. Tener dinero fresco-, dijo el señor Mister sacando fajototes de dólares de la hawaiana y del short de turista de muchos bolsillos.
-¡Ahh, eso es diferente!, hubieran sus mercedes comenzado por ahí, permítanme un momento-, respondió doña Pura levantando el teléfono rojo.
Es así como dos horas y media después los invasores fueron invitados a entrar a la sala de juntas, recientemente remodelada con tecnología de punta, donde los recibió el Alcalde que estaba degustando el primer martini del día con tentativos y agradecidos sorbos.
-Buenas mediodías. Somos los Gringos y venir a invadir ustedes desde Utah, la poderosa capital del vecino país del norte, Madre de la Civilización.
-Gringos… Utah… Madre… Civilización-, repitió pensativo el Alcalde, mientras pedía otro martini con aceituna a su fiel mesero usando el lenguaje universal para oliva y para palillo.
-Exactou.
-Y supongo que traen un montón de cosas modernas y civilizatorias.
-Por sopoesto. Pero ser sólo para nosotros, nada para ustedes, no tener que preocuparse. Nosotros solo querer invadir Centro Historicou, casonas, con techos altos y patio centro para sentir ser señores feudales.
-‘Ta bueno, se están cayendo de todos modos. Más bien las dejamos caer para que no nos esté fregando el Instituto de Antigüedades… Ya hace rato que no vivimos allí, naturalmente-, señaló el edil.
-No importar, pero necesitar varias cosos más. Por empezar necesitar todo papel de baño que tener. Paper, toilet paper.
-Qué raro, ¿por qué?
-Por si las moscas-, contestó don Gringo crípticamente.
-Les podemos poder miriñaque-, intervino el mesero, por querer ayudar.
– ¿What?
-Mosquitero. Para las moscas. Pero si ustedes prefieren usar papel de baño… Tengo un primo albañil que les puede ayudar…
-No, no, mi querer decir que toilet paper se va a acabar.
-¿Por qué?- preguntó el Alcalde.
-Muy sencillo. Porque nosotros vamos a comprar todo. No importar, whatever… También querer acaparar medicinas, y los mejores hospitales, doctores y enfermerous, porque somos todos jubilados. Retired. Recansados.
-No se preocupen, tenemos excelente servicio hospitalario privado, nivel Jiuston, e igual de caro.
-Querer además todo el repelente de mosquitous y bloqueador solar porque ser de piel blanca y quemar.
-Nada que no se pueda solucionar-, admitió el Alcalde ya animándose al tercer martini, mientras pedía al mesero por señas universales que le echara un chorrito de vodka.
-Cosa importante otra. No soportar el Ruido.
-¿El pasquín?, nosotros tampoco, a decir verdad…
-No, el Noise, el ruido, los gritos, bocinazos, chirridos, gente cantando, la música en general…
-Guay-, dijo el Alcalde al primer trago, pues el mesero se había pasado en el chorrito.
– ¿Why? Porque querer ustedes todos calladitos para nosotros escuchar canto de pajaritos, y mecer hamaca palmeras en brisa.
– Mina’an problema-, replicó el Alcalde con solapado regocijo, pues no tenía la mínima intención de cumplir sus promesas.
-Y servidores fieles y hacendosos para nosotros sentirnos bondadosos y condescendientes.
-Ni se inquieten, hay un nivel alarmante de desempleo.
-Y una librería querer, porque no saber leer espaniol, solo hablar treinta por ciento, no more. Y querer café como en París, con croissant, y organic market.
-Lo tendrán, no lo duden, que, si lo dudan, no lo tendrán-, comentó inspirado el prócer, listo para cerrar la venta.
-Solo preocupar que no engañar. Papeles propiedad.
-No se preocupen sus mercedes, todo el centro es nuestro de nuestra propiedad propia desde hace 500 años. Y también la periferia es nuestra, si están ustedes interesados.
-No, gracias, Centro ser bastante suficiente. A nuestra edad no poder invadir demasiado.
-Tenemos un trato pues, aquí les dejo con don Ulises, mi secretario particular, para que ultimen ustedes el chanchullo. Con su permiso y gracias-. Y se fue. Y los gringos se quedaron. Y el mesero les dio el teléfono de su primo, que puso una constructora.
*Escritor de provincia.