Cambio de Juego: Tangled up in blue (II Parte)
Un colega del trabajo comentó que si los partidos de futbol duraran 10 minutos menos, el Cruz Azul tendría cinco estrellas más sobre su escudo
Por Miguel Cocom Mayén*
Mérida, Yucatán, 13 de diciembre de 2018.- Hace cinco años, después de aquella funesta final entre el Cruz Azul y el América, escribí que así como no elegimos nuestras fobias, pareciera que nuestras filias también vienen configuradas de antemano. Los objetos que nos provocan animadversión, nos son impuestos, lo mismo que aquellas causas a las que nos sentimos atraídos. Filias y fobias se arraigan sin consulta previa y, en cierto modo, anticipan nuestro comportamiento y existencia. Por ejemplo, las aficiones deportivas se deben a cuestiones meramente accidentales como la ciudad en la que se nace, algún uniforme intrascendente cuyos colores atraparon nuestra vista en el televisor o el recuerdo de un ser querido que, cada domingo, vestía los colores y la bandera de determinado equipo.
Así, por alguna razón que se me escapa o no quiero recordar, resulta que le voy al Cruz Azul. Una afición que ha contribuido a forjarme el carácter y a no dar nada por sentado hasta que suena el silbatazo final. Y sí, han sido largos años sin títulos, desde aquel lejano trofeo de 1997. Como también cabe decir que hay subcampeonatos, como el de la Copa Libertadores 2001, que nos han brindado algo de aliento para sobrellevar más de dos décadas de pequeñas victorias inerciales y grandes derrotas que se han hecho costumbre.
Hace dos años, un colega del trabajo comentó que si los partidos de futbol duraran 10 minutos menos, el Cruz Azul tendría cinco estrellas más sobre su escudo. Hace un año, un familiar afirmaba, en tono de broma, que mejor mandáramos al equipo celeste al Mundial de Rusia 2018, así asegurábamos el subcampeonato. Esta semana, un viejo amigo me platicó que su hermano se fue a celebrar al Ángel de la Independencia el treceavo título de liga del América. Es decir, en cuanto superaron a los Pumas en la semifinal y sabedores que enfrente sólo queda de pie el equipo cementero, se adelantaron a celebrar un posible triunfo sin haber disputado los dos partidos pendientes. No los culpo, el pasado reciente está de su lado. El futuro, aún no lo sabemos.
Porque es cierto, la historia condena, pero no hay peor condena que seguir repitiendo, cada año, torneo tras torneo, la misma historia. Y los equipos grandes son los que superan sus fantasmas y no aquellos que sólo son capaces de sobrellevar sus desventuras. En 2004, los Medias Rojas de Boston pudieron sacudirse 86 años de sequía para dejar tendidos en el terreno de juego a los Yanquis de Nueva York en la Serie de Campeonato después de ir abajo tres juegos a cero, para posteriormente barrer a los Cardenales de San Luis y levantar el trofeo de la Serie Mundial. Del mismo modo, el equipo de basquetbol de Cleveland fue capaz de sobreponerse a 46 años vacíos de campeonatos al derrotar a los Guerreros de Golden State para inaugurar las vitrinas del club. O cómo olvidar la malaria que aquejó por más de un siglo a los Cachorros de Chicago, hasta que en 2016 encontraron la vacuna y vencieron a los Indios de Cleveland. En este siglo que recién alcanzó la mayoría de edad, varias maldiciones se han roto.
Por eso, yo celebro que cinco años después, el Cruz Azul se paré una vez más en el Estadio Azteca y enfrenté nuevamente al América. Es más, propongo que los árbitros del encuentro sean Moisés Muñoz, Alejandro Glaría y Víctor Garcés, digo, si de lo que se trata es de exorcizar nuestros demonios, pues de una vez que estén todos juntos. Incluso, yo sentaría en la banca a Alejandro Castro, Roque Santa Cruz y Guillermo Vázquez.
“Esta noche he visto alzarse la Máquina nuevamente” es la frase con la que Alejo Carpentier inicia su monumental novela El siglo de las Luces. Tal vez el escritor cubano tenía algo de profeta y se refirió a la noche de este próximo domingo 16 de noviembre de 2018. Tal vez la Cuarta Transformación, tiene también algo de moreno celeste.