Devoción a la virgen de dos historias
Cientos de antorchistas y peregrinos llegaron con los pies llagados y el espíritu incansable a venerar a la Virgen de Guadalupe.
Por Hugo Borges.
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Mérida, Yucatán, 12 de diciembre de 2018.- Desde temprana hora, cientos de peregrinos y antorchistas de distintos puntos del territorio yucateco llegaron para encontrarse y venerar a la Virgen de Guadalupe en el recinto mariano ubicado en el barrio de San Cristóbal, muchos de ellos, ataviados con grandes figuras que estoicamente llevaban en la espalda por la fe o por alguna promesa.
Las inclemencias del tiempo hicieron más peligrosas las rutas de los devotos, pues los vientos del frente frío los castigaron de forma continua durante toda su travesía.
Algunos hicieron recorridos muy largos, pues regresaron de la Basílica de la Ciudad de México, otros llegaron caminando o en bicicleta desde los pueblos circunvecinos de esta ciudad.
Agotados, con los pies llagados pero con el espíritu incansable, veían desde lejos el sagrado templo como estandarte de su victoria, aunque otros no hayan corrido con la misma suerte debido a los accidentes mortales que suelen ocurrir durante estos místicos viajes en las carreteras.
Se hace más profunda la noche y el frío se incrementa, ahora, un café caliente es sinónimo de placer. Las antorchas prendidas, los cánticos y las sirenas encendidas en sus vehículos anuncian la llegada de la madrugada, la hora de cantar “Las Mañanitas” a la morenita, aquella que los conquistadores trajeron a la Nueva España.
Han pasado cientos de años y el sincretismo sigue vigente entre la población. Se trata de la misma diosa azteca Tonantzin, cuya imagen fue plasmada en el lienzo del artista náhuatl Marcos Cipac de Aquino en los tiempos de la colonia.
Es la virgen que millones de católicos consideran la madre de México y que, de acuerdo con la tradición religiosa, se le apareció al indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac con la afrenta “¿no estoy yo aquí que soy tu madre?».