Ningún santo está peleado con la Santa Muerte, aseguran
Al finalizar la procesión en el poniente de Mérida, las y los devotos de la Niña Blanca se acercaron a un tabernáculo dispuesto en el patio, que, en vez de contar con las ofrendas tradicionales del catolicismo, tenía un par de pasteles, cerveza y un vaso con michelada.
Por Guillermo Castillo
Mérida, Yucatán, 12 de noviembre de 2019.- Un rosario como acción de gracias, una cabalgata bajo el sol del mediodía, la banda de guerra retumbando fuerte y música que recuerda los corridos que caracterizan al norte del país: así se celebró a la Santa Muerte en el poniente de Mérida.
La imagen de cerámica, de cerca de 1.80 metros de alto, fue paseada en procesión en la avenida principal del fraccionamiento Juan Pablo II, lo que llamó la atención de vecinas y vecinos, transeúntes y dependientes de negocios cercanos.
El recorrido fue muy similar a los que realizan la feligresía católica en las fiestas patronales, pues los voladores anunciaron el paso de la Niña Blanca, como también se la conoce, por el rumbo; con la diferencia de que las trompetas, trombones, tambores y la tuba resonaron en las calles en vez de la charanda.
Algunos de los devotos iban montados en sus caballos, mientras que otros fieles, de todas las edades, cargaban imágenes de diferentes tamaños. La mañana del pasado domingo 3 de noviembre, le cantaron las mañanitas a la festejada.
A quienes llevaron veladoras, se les dijo que las podían usar en cuanto pasen por un momento difícil, para que ella les socorra. La instrucción fue dada por la guía espiritual, la madrina, una joven mujer de nombre Jenny Pérez, que aseguró que su preparación para tal propósito la recibió en el Altar Mayor de Tepito, allá en la Ciudad de México.
Al finalizar el trayecto, la gente se acercó a un tabernáculo dispuesto en el patio de un comercio cercano y que, en vez de contar con las ofrendas tradicionales del catolicismo, tenía un par de pasteles, cerveza y un vaso con michelada.
Estos creyentes están tratando de cambiar la manera en cómo les mira la gran mayoría de la población de Yucatán. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2010, en el estado, 80 por ciento de las personas se define como católicas y, precisamente, esa fe es la base de la feligresía de la Niña Blanca.
Comparten ritos, aceptan a sus santos, vírgenes y a un Dios creador; pero, paradójicamente, de este credo con el que más similitudes comparten, provienen casi todas las críticas.
“Nosotros no juzgamos a nadie, por eso también esperamos que no nos juzguen, al final del día, la muerte está en nuestras raíces, puesto que es un elemento importante en las culturas prehispánicas. Todavía le cuesta trabajo a la sociedad yucateca aceptarnos”, sentenció la madrina.
Eso sí, sostuvo que el culto que profesan les da una seguridad, una paz fuera del temor generalizado a la muerte. “Porque cuando se nos acabó el veinte en nuestra vida, aceptamos a la muerte para que nos reciba con alegría y con fe”, recalcó.
Como devotas y devotos, saben que existen personas buenas y malas, por lo que otro de los paradigmas que intentan romper es el de los vínculos con grupos del crimen organizado; o bien, la llamada magia negra, aquella que la creencia popular indica que se utiliza para hacer daño.
Ellos toman a la Santa Muerte como una madre, la cual sabe lo qué es lo mejor para cada uno. En ese sentido, existe algún momento en que no puede seguir protegiendo a aquel devoto que está involucrado en actividades ilícitas.
Hay representaciones de la Santa Muerte de distintos colores, que sus fieles utilizan para varios fines: las que están vestidas de color blanco, son para la paz, la purificación y la armonía; las rojas, para que no falte el amor propio.
Con atavíos verdes, para la justicia; azules, para las ideas y lo creativo; amarillos, para el dinero; dorados, para la buena fortuna en los negocios; negros, para la protección, y morados, para causas que involucran enfermedades.
Una autocrítica que estos fieles tienen presente, es que la mercadotecnia ha jugado un papel fundamental para diferenciarlas por colores y propósitos, sin embargo, defienden que los auténticos creyentes saben que la Santa Muerte es un espíritu que no necesariamente necesita un tono cromático para un fin.
Curiosamente, es en Xoclán, Mulsay, Juan Pablo II y Tixcacal Opichén, es decir, el poniente de Mérida, en donde se encuentra el epicentro de este culto. Lo único que desea esta comunidad es el respeto a su sistema de creencias.
“Respetamos a la gente que no cree, al final ningún santo está peleado con ella, ya que son seres de luz, los malos solemos ser los seres humanos. Que nos evalúen por nuestras acciones”; concluyó Jenny.