Yucatecas, esclavas del hogar
– De las mujeres de 12 años y más en el estado, casi el 90 por ciento realiza trabajo de cuidados por el cual no recibe remuneración.
– Mientras que las niñas, jóvenes y adultas de Yucatán dedican 44.3 horas de la semana a cuidar a algún familiar, preparar la comida, limpiar la casa o lavar la ropa, los hombres sólo destinan 18.9 horas a esas mismas labores.
Por Redacción.
Mérida, Yucatán, 8 de agosto de 2019.- Según la Encuesta Intercensal 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Yucatán el 89.2 por ciento de las mujeres mayores de 12 años realiza trabajo de cuidados por el cual no recibe remuneración alguna. Es decir, de las 858 mil 826 yucatecas en ese rango de edad, más de 766 mil no percibe pago por desempeñar esta actividad.
Oxfam define el trabajo de cuidados como todo aquello que satisface las necesidades más básicas y cotidianas de las personas, por ejemplo, cocinar y servir alimentos, lavar y planchar ropa, limpiar todo tipo de objetos y espacios físicos, así como administrar recursos y gestionar actividades dentro del hogar.
Esta organización afirma que dichas labores son primordiales para el bienestar físico y emocional de niñas, niños, adolescentes, personas adultas mayores, enfermas o con discapacidad e incluso animales de trabajo o mascotas, ya que garantiza su supervivencia.
De las yucatecas que no perciben pago por estas tareas, el 15.5 por ciento cuida de personas mayores de 60 años, enfermas o con discapacidad, lo cual implica brindarles ayuda para moverse, dar medicamentos, llevarlas a consultas médicas, entre otras actividades. Mientras que 54.6 por ciento atiende a infantes y adolescentes menores de 14 años, a quienes hay que dar de comer, llevar a la escuela y vestir, entre otras labores.
De la misma forma, el 91.6 por ciento limpia la casa, lava y plancha la ropa para su familia y el 84.9 por ciento prepara y sirve alimentos en su hogar. Debe señalarse que la suma de los porcentajes puede ser mayor a cien porque, generalmente, las mujeres efectúan más de una actividad no remunerada.
Esta situación prevalece en los municipios más grandes del territorio, es decir, aquellos con una población que supera la cifra de 40 mil habitantes. De las 387 mil 218 meridanas de 12 años o más, el 88.8 por ciento lleva a cabo trabajos no pagados; en Kanasín, el índice es de 90.1, y en Valladolid, de 89.4.
Asimismo, en las demarcaciones con menor número de habitantes el promedio se mantiene con ligeras alzas. En Quintana Roo, donde viven 942 personas, el 92.7 por ciento de mujeres no percibe remuneración por sus labores; en Cuncunul, el porcentaje es de 92.9, y en San Felipe, de 90.6.
El aspecto en el que sí se observa un cambio significativo es en el sexo. De los 810 mil 338 yucatecos mayores de 12 años, el 61.3 por ciento hace labores por las cuales no se les paga; existe una variación de cerca 30 puntos porcentuales entre las mujeres y hombres del estado.
En cuanto al tiempo, las yucatecas en el mencionado rango de edad promedian 44.3 horas a la semana para realizar trabajo no remunerado. Las mujeres de la entidad dedican más del doble de las 18.9 horas semanales que los hombres yucatecos destinan al mismo rubro.
Ellas pasan más tiempo cuidando de otras personas que limpiando la casa, lavando y planchando ropa, o preparando y sirviendo alimentos, debido a que las niñas y niños pequeños, así como personas adultas mayores, enfermas y con discapacidad, requieren de una atención continua.
Cuestión de nacer mujer
En Yucatán, como en el resto de México y el mundo, el trabajo de cuidados es fundamental para satisfacer las necesidades más apremiantes de las personas, como comer, vestir y vivir en un entorno limpio. No obstante, quienes lo llevan a cabo, fundamentalmente mujeres de todas las edades, lo hacen de forma gratuita y, muchas veces, en condiciones precarias.
Los datos que proporciona el Inegi contemplan a las niñas yucatecas a partir de los 12 años de edad, lo cual puede entenderse como una asignación automática de las labores del hogar a las mujeres simplemente por el hecho de serlo. Ello genera desigualdad en el seno de las familias, pues parte de la concepción de que hay ocupaciones “propias” de las mujeres sólo por la diferencia sexual.
Recientemente, el 22 de julio, se conmemoró el Día Internacional del Trabajo Doméstico, efeméride instaurada por organizaciones feministas para reconocer y reivindicar la contribución de las mujeres, así como para exigir políticas públicas que contribuyan a desnaturalizar estas labores como “femeninas”.
El acceso a guarderías públicas de calidad, tanto para madres como para padres, la ampliación de las licencias por maternidad y paternidad, así como una mayor cobertura de cuidados provista por el Estado a personas adultas mayores, enfermas y con discapacidad, son sólo algunas de las peticiones que buscan acabar con la enorme desigualdad que existe en este aspecto.
Al mismo tiempo, el objetivo es dignificar a las y los trabajadores que se dedican a estas actividades de manera remunerada y de las cuales el 95 por ciento son mujeres, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis) 2010, realizada por el Inegi y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
En este caso, ese mismo estudio da a conocer que esta actividad se lleva a cabo en condiciones precarias, está muy mal pagada y con beneficios laborales muy por debajo de la ley o francamente nulos.
Datos nacionales
Según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el trabajo de cuidados que realizan las mujeres sin recibir compensación monetaria equivale al 24.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país, es decir, se trata de casi un cuarto de la riqueza económica de México. Los datos del Inegi indican que, tan sólo en 2017, el valor de estas labores ascendió a 5.1 billones de pesos.
No obstante, sigue viéndose como una actividad eminentemente femenina y que debe hacerse “por amor”, lo cual desemboca en barreras para la plena participación de las mujeres en otras esferas de la vida pública y afectan sus posibilidades de competir en la economía en igualdad de condiciones.