Las horas entre el agua después de Milton
Crónica: Cada vez que un ciclón tropical impacta o pasa cerca de Celestún, sucede lo mismo, las viviendas se inundan y las calles se convierten en ríos intransitables. Pero eso no significa que la gente se vaya acostumbrar algún día. Para nada. El temor, la frustración y el enojo se acumulan cada vez que las autoridades emiten las alertas de acercamiento de un meteoro.
Texto de Herbeth Escalante
Fotos de Herbeth Escalante y Lorenzo Hernández
Celestún, Yucatán, 8 de octubre de 2024.- Cuando la lluvia dejó de ser un peligro, los pescadores salieron de sus viviendas para verificar que el huracán no se haya tragado sus embarcaciones. A pesar de que un día antes las amarraron en el puerto de abrigo de Celestún, varias amanecieron tumbadas en otro lugar.
El poderoso Milton categoría cinco no impactó directamente, pero sus vientos superiores a los 280 kilómetros por hora y sus intensas lluvias bastaron para provocar caos en este puerto del poniente de Yucatán.
“Esta lancha estaba amarrado junto con las otras, pero el agua lo arrastró hasta ahí”, apuntó la señora Esther, quien junto con sus hijas se dirigía a supervisar que la embarcación familiar no haya sufrido daños.
Como le pasó a decenas de habitantes de las colonias Felipe Carrillo Puerto, Cartolandia y Pescadores de Celestún, el agua del mar y de la Ría de la Biosfera se metió a su humilde vivienda y dejó intransitables las calles con lagunas en forma de baches. Estos asentamientos se construyeron sobre humedales, por eso siempre están en vulnerabilidad.
Se mojaron camas, ropa, refrigeradores, estufas, televisoras, lavadoras. En cuestión de horas se jodieron los aparatos electrodomésticos que pudieron adquirir a lo largo de muchos años de trabajo.
“Cuando nosotros escuchamos que el huracán estaba viniendo, vinieron a avisar para que vayamos a la iglesia, que era el refugio, pero nosotros no queríamos salir porque sabíamos que nos iba a pasar esto. Y así fue, cuando regresamos a la casa a las 2 de la madrugada, todos los trastes se llevó, ollas, sartenes, mesas, refri, tele, todo se me echó a perder. Es empezar de cero otra vez”, relató la señora Rosa María, cuya vivienda se encuentra muy cerca de la ciénaga.
Se quedó sin señal telefónica y le urgía comunicarse con sus familiares para saber si todo estaba bien. Desde la puerta de su casa, vio con recelo pasar a un convoy de patrullas antimotines que supervisaban, a paso lento, los estragos del ciclón.
Confundidos, los perros del puerto de abrigo caminaban entre los grandes charcos, esquivaban motocicletas apresuradas y buscaban comida entre la basura regada en el piso.
Mientras tanto, los pescadores utilizaban cubetas para sacar el agua de mar estancada en sus lanchas, pues tienen que dejarlas listas para regresar pronto a la pesca, una vez que el mal tiempo se aleje de la costa yucateca.
Aunque el servicio de energía eléctrica no había regresado por completo, la tienda La Gaviota abrió a temprana hora, por lo que los vecinos aprovecharon para comprar agua, galletas, Coca-Cola y los víveres que faltaron.
Cada vez que un ciclón tropical impacta o pasa cerca de Celestún, sucede lo mismo, pero eso no significa que la gente se vaya acostumbrar algún día. Para nada, el temor, la frustración y el enojo se acumulan cada vez que las autoridades emiten las alertas de acercamiento de un meteoro.
Sin embargo, los niños no desaprovechan la oportunidad de tomar prestado un alijo y ponerse a jugar a ser marineros que navegan entre los “ríos” desbordados en las calles. Una noche anterior, esos mismos alijos sirvieron para evacuar a familias enteras.
El nuevo gobernador realizó un recorrido por las zonas afectadas y visitó a las personas que pasaron la noche en la iglesia para decirles que lo importante es que no hubo vidas qué lamentar. La mayoría son adultos mayores y madres con sus hijos pequeños, quienes no se sentían cómodos con tantas cámaras y preguntas.
“Nos confiamos, pensamos que no iba a pasar nada y esperamos hasta el último momento. Ya después cuando quiso entrar el agua, no nos dio tiempo de levantar nada, todo se mojó. Hasta la figura de mi Judas Tadeo se cayó, sólo el Niño Dios nos quedó”, contó entre risas el señor Aurelio, quien abrió las puertas de su casa para que un fotógrafo pudiera constatar los daños y mandar las imágenes para un periódico extranjero.
El agua que inundó su hogar es del mar, de color verde y salado. El sargazo flotaba a lado de la cama, la cual ahora sólo sirve para resguardar un ventilador y algo de ropa.
Las horas siguen pasando y es difícil asegurar que la normalidad ha vuelto a Celestún. Si bien existe la promesa de que los víveres y los apoyos llegarán pronto, como cada año, las esperanzas se van con la ría.