La odisea del transporte público en Mérida
Testimonios del suplicio que enfrentan diariamente quienes utilizan el servicio de transporte urbano. Pasaje caro para un servicio inseguro e ineficiente.
Por Redacción
Mérida, Yucatán, 1 de marzo de 2019.- Para cualquier persona que haya abordado un camión o una combi en Mérida, es evidente que el transporte público es uno de los puntos débiles de la capital yucateca, pues muchas veces puede convertirse en una odisea con resultados fatales.
Apenas el pasado 29 de enero, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) dio a conocer su Índice de Movilidad Urbana (IMU), estudio en el cual se resalta que Yucatán carece de una ley en la materia, a pesar de que el 39 por ciento de su población utiliza el servicio colectivo para trasladarse.
Recientemente el Gobierno del Estado anunció una reducción de 50 centavos a la tarifa del transporte público –tanto en pasaje para adultos como para estudiantes, niñas y niños y personas de la tercera edad-, que en poco mitiga lo caro que es el servicio si se compara con la ineficiencia de las rutas.
La gran mayoría de las y los usuarios tiene que abordar dos autobuses para llegar a su centro de trabajo y otros dos para regresar a casa. Solo por ese trayecto, con la nueva tarifa, eroga 600 pesos mensuales, claro, sí es que descansa sábados y domingos.
Con la reducción únicamente se está ahorrando 40 pesos al mes. Se trata de un paliativo económico, si se considera que ese gasto aumenta si los otros miembros de la familia también tienen que usar el camión para sus traslados diarios.
Pero, ¿cómo es el día a día de quienes abordan estas unidades? Haz Ruido recopiló testimonios de mujeres y hombres que dependen del transporte público para llegar a la escuela, al trabajo o realizar sus actividades cotidianas.
El estado de los vehículos
Empleada de 29 años: “Vivo en el sur de Mérida y para llegar a mi trabajo tengo que agarrar dos camiones, uno de mi casa al Centro y otro del Centro a la García Ginerés. Hace unos años, caminaba sobre la calle 67 con 60 y 62 para agarrar mi segundo camión en San Juan, cuando escuché un sonido muy fuerte, lo cual no es nada raro pues hay muchos puestos de discos en esa calle.
“Sucedió en segundos, pero para mí pasó en cámara lenta: el eje delantero de un camión tronó y la llanta del lado derecho se soltó. La llanta siguió moviéndose a toda velocidad y casi me atropella, por suerte un señor me jaló porque yo no pude reaccionar. Continué mi camino como si nada, pues son cosas de mala suerte, pero me pregunto, ¿en qué situación estaba ese autobús para que la llanta se le haya soltado?”.
El diseño de las rutas
Alumna de 22 años: “Soy estudiante y diario tengo que ir hasta el Campus de Ciencias Sociales de la UADY. He intentado con varias rutas pero todas están mal diseñadas y saturadas. Los camiones de Alemán que paran en el Centro se llenan rapidísimo, yo y varios compañeros hemos llegado tarde a clases porque están imposibles en las mañanas.
“También intenté con el Circuito Universidades de Situr, pero pasa igual: se llena a la hora de entrada y salida. Supongo que se necesitan más autobuses pero, si esa ruta se diseñó para cubrir la alta demanda en el Campus, pues no está dando resultado. Por eso mejor madrugo y me voy al Centro, aunque me toque ir parada”.
La calidad del servicio
Burócrata de 33 años: “En una ocasión, viajaba con mi novia y mi hija de seis años en el Circuito Metropolitano. Utilizamos esa ruta porque nos ahorra el llegar al Centro para ir de nuestra casa, en el sur, hacia la de mi suegros, en el oriente, pues ellos cuidan a la niña mientras trabajamos. Siempre nos sentamos hasta atrás, porque el Metropolitano se llena de gente y así es más fácil bajar.
“Cuando toqué el timbre, el camionero se detuvo y abrió la puerta, bajamos yo y mi novia, pero no nos dio tiempo de ayudar a mi hija a bajar porque cerró la puerta y arrancó. La niña quedó atrapada. Afortunadamente todos los pasajeros comenzaron a gritar y se detuvo antes de que pasara una tragedia».
Ama de casa de 62 años: “Cuando voy al Centro a comprar me subo a los camiones amarillos de Minis 2000, los de Chichí Suárez. Los camioneros son muy majaderos, hay uno que nunca te da parada donde se lo pides, aunque le digas con anticipación; otros van jugando carreritas, y hay uno muy pelado que se la pasa morboseando a las niñas que salen de la escuela y traen la falda del uniforme. Es horrible esa ruta”.
Profesor de 30 años: “Una vez, un camionero de los de Mayapán Polígono no quiso bajarme en la calle 50, era su última parada. Iba atrasado y para que no se le fuera el verde del semáforo me cerró la puerta. Luego, con el pretexto de que lo iba a multar la Policía, se negó a darme parada y me llevó hasta su paradero en la calle de las piñatas… desde luego, llegué tarde a mi trabajo ese día”.
Empleada de 20 años: “En el Circuito Metropolitano te manosean y acosan, ¿y los conductores? bien, gracias. Aunque les digas jamás hacen nada, se supone que ellos son los responsables de lo que suceda allí, pero ni les importa. Una vez, un hombre se sentó junto a mí y empezó a rozarme la pierna con su mano, no era un accidente, lo hacía a propósito.
“Como no me iba a quedar callada, le grité que se detuviera y le dije al conductor lo que estaba pasando. Sólo empezó a reír y me dijo que no podía bajarlo porque ya había pagado su boleto. La que se tuvo que bajar fui yo».
El laberinto del transporte público
Las y los entrevistados coinciden en que la vigilancia de las autoridades, que antes proveía la Dirección de Transporte (DTEY) y que ahora dependerá del recientemente creado Instituto de Movilidad y Desarrollo Urbano Territorial (Imdut), es prácticamente inexistente, pues los inspectores son muy pocos y en la línea 072 se levantan quejas, no obstante, el seguimiento de los casos no siempre da resultados.
En Yucatán, la cuestión del transporte público es una de las piezas más importantes para entender y resolver la problemática de la movilidad urbana. El Laboratorio Urbano del Mayab (LUM) y el Observatorio de Movilidad Sostenible de Mérida (OMSM) señalan que la zona metropolitana de la capital, la cual incluye los municipios de Conkal, Kanasín, Ucú, Umán y Progreso, aglomera a más de un millón de personas de manera dispersa y fragmentada.
En un estudio, señalan que este panorama se complejiza debido a la cobertura y calidad deficientes de este servicio. Es más, se trata de uno de los factores que contribuye a la alta incidencia de siniestros viales, además de las emisiones contaminantes y los daños a la salud que éstas generan.
Mientras tanto y a pesar de haber utilizado este tema como bandera en su paso por el Congreso local y la alcaldía de Mérida, el gobernador Mauricio Vila Dosal aún no ha dejado del todo claro qué políticas públicas llevará a cabo su administración para satisfacer esta sentida y añeja demanda.
El 6 de febrero pasado, anunció con bombo y platillo la mencionada reducción en 50 centavos de las tarifas en algunas rutas de Mérida. “Hoy damos este primer gran paso, pero la meta a mediano y largo plazo es que los yucatecos tengan un verdadero sistema de movilidad que les permita llegar a sus hogares o trabajos de manera segura, cómoda y puntual”, aseveró en su mensaje.
No obstante, en rueda de prensa posterior al acto sostuvo que “lo que estamos haciendo en este momento es intentar ordenar y sentar las bases de lo que debe ser, a mediano y a largo plazo, el sistema de transporte público en Yucatán”.
-”¿Mediano o largo plazo?, ¿mitad de año, junio?”-, cuestionaron los medios de comunicación. A lo cual el mandatario respondió: “no, no mediano plazo, estamos hablando de mitad de sexenio, fin de sexenio”.
Es decir, la población de Mérida y su zona metropolitana, así como quienes a diario se desplazan a dicha urbe, tendrán que esperar varios años para obtener beneficios palpables en este rubro. En lo que eso ocurre, la disminución de 50 centavos palidece ante datos como el que arroja el estudio México 2018: Otra derrota social y política a la clase trabajadora, los aumentos salariales que nacieron muertos.
En el documento editado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, se indica que en los últimos 30 años las y los trabajadores de nuestro país han perdido el 80 por ciento de su poder adquisitivo; por ello se puede inferir que, si bien la medida de Vila Dosal resulta un hecho inédito en la historia yucateca, se trata de un gesto meramente simbólico, con muy poco impacto real en la economía familiar.
Redondeo involuntario
A las pocas horas que entró en vigor la nueva tarifa el pasado 16 de febrero, el propio Imdut reconoció que recibieron 46 quejas de los usuarios del transporte público, quienes indicaron que los operadores no contaban con las monedas fraccionarias para dar el cambio.
A pesar de que la dependencia aseguró que se habilitaron inspectores para supervisar la correcta implementación del precio en pasajes, la realidad es que continúan las inconformidades de la ciudadanía.
Se ha vuelto común que los choferes se “hagan a los mismos” al momento de recibir ocho pesos, pero claro, las y los pasajeros no se quedan callados y exigen que no se aplique el “redondeo involuntario”, como hacen muchas tiendas de autoservicio.
(Fotografía cortesía de Lorenzo Hernández)