Mi encuentro con la depresión tras sufrir un ataque feminicida
Las autoridades tienen que atender todos los detonantes que llevan a una persona a este estado de depresión: la pobreza, la falta de empleos, los salarios precarios, las condiciones sociales desiguales y la falta de acceso a la justicia
Por Astrid Sánchez
Mérida, Yucatán, 13 de enero de 2023.- La única noción que yo tenía de la depresión en mis 32 años de vida era durante esos días previos a la menstruación, cuando me sentía inexplicablemente triste y lloraba por cosas insignificantes, o al poner una canción triste y me quebraba sin estar dolida. La versión Unplugged de “Té para tres sigue” provocando esa sensación en mí.
¡Qué equivocada estaba confundiendo el síndrome premenstrual, la tristeza, la nostalgia y otros sentimientos con una depresión real! En ese momento no lo sabía, pero yo decía “ando depre”, aunque en realidad se trataba de breves momentos que me provocaban las hormonas alteradas o el poder de la música.
Cuando vi la depresión de frente supe que no se parecía ni en lo más mínimo a esos episodios breves y tristes que alguna vez viví. Después del ataque de Edwin, mi exnovio que intentó asesinarme estrangulándome con ambas manos en mi casa, me metí en un hoyo negro del que aún lucho por salir.
La depresión me quitó el sueño, el hambre y lo que más amaba: la música, ninguna canción me reconfortaba y podía pasar largas horas en silencio pese a que siempre digo “no puedo vivir sin música”, pero es que eso fue exactamente lo que pasó, la depresión también me quitó la vida. Como dice Radiohead en True Love Waits “I’m not living, I’m just killing time”, no estaba viviendo, sólo estaba matando el tiempo.
Procesar el hecho de que el hombre al que tantas veces le dije “Te amo”, al que le dediqué mis canciones favoritas, el que dormía en mi casa y decía que su vida no tenía sentido sin mí, intentó matarme fue devastador. Por primera vez en mi vida tuve pensamientos suicidas.
Platico con una mujer que también fue víctima de un ataque feminicida y que también está en medio de un proceso en el que parece que las culpables somos nosotras.
Ella también sufre depresión, ansiedad, ha dejado de dormir bien, también llora mucho, también está frustrada, agotada…
“Es un puto infierno que no le deseo a nadie”, le escribí a mi amiga el día que me quedé sola en casa y mi cabeza sólo pensaba en que debía acabarme ese frasco de ansiolíticos de un jalón. Pensaba que yo no podía estar en un mundo en el que se podía sufrir tanto, tan intenso y que el dolor era tan fuerte que había días en los que ni siquiera tenía la fuerza para levantarme.
Y sí, si debo describir lo que es la depresión es eso: un infierno.
Pero dentro de ese infierno descubrí que tengo una red de apoyo que se activó para ayudarme a salir de ahí y lo primero que me pidieron es que atendiera mi salud mental.
Afortunadamente llegué a APIS Sureste y las sesiones de terapia psicológica con la doctora Alejandra me dieron las herramientas para poco a poco ver la luz. Ella lo sabe, se lo dije, me salvó la vida.
Este Día Mundial de la Lucha contra la Depresión yo reconozco que la terapia psicológica es la mayor parte de mi éxito para seguir aquí.
No sé cómo vivan la depresión otras personas, pero estoy segura de que el acompañamiento de una persona especializada puede hacer la diferencia.
Sin embargo, reconozco que hay condiciones que dificultan el panorama. Estoy consciente de que no todas las personas podemos acceder a la terapia y que las condiciones que vivimos no se curan con todas las sesiones del mundo.
Es por ello que el llamado es para que las autoridades dejen de fingir que les preocupa esta problemática y atiendan todos los detonantes que llevan a una persona a este estado: la pobreza, la falta de empleos, los salarios precarios, las condiciones sociales desiguales y la falta de acceso a la justicia.
En mi caso, ya son más los días buenos que los malos, pero todavía se asoma esa sombra que tiene el poder de derribarme y sé que estará por aquí un buen tiempo más.
Mis sesiones con la doctora Ale finalizaron, pero después de nuestros encuentros soy más fuerte y sé cómo levantarme de la lona. Aunque debo insistir: No quiero terapia, no quiero venganza, quiero justicia. La justicia sana. (Ilustración de iStock)