Con «P» de política, polarización, pobreza y populismo
México está atravesando una época de populismo más que de presidencialismo, porque a la figura de mayor rango autoritario en el país le conviene que lo vean como un salvador o justiciero social.
Por Andrea Tamayo Cáceres #ATACAConIdeas
Mérida, Yucatán, 11 de enero de 2023.- Inicia un nuevo año y para todas las personas involucradas en política, es de conocimiento que este 2023 es de definiciones, estrategias y proyección de metas a alcanzar en las elecciones del 2024, la más grande de la historia de México, debido a la nueva distribución de distritos locales y federales.
Hace poco escuché una frase que me dejó fascinada y pensativa: “En la vida, quién respira, aspira y si no expira”, haciendo referencia a que todas las personas – por el hecho de estar vivas – aspiramos a mejorar nuestras condiciones. Bueno, en las filas de los partidos políticos no es diferente, pues hay quienes tienen intenciones de llegar a cargos públicos, ya sea por elección popular, por cuota plurinominal o en la administración pública.
No obstante, la política mexicana atraviesa – a mi parecer – la peor crisis de polarización que se haya visto y que es alimentada cada mañana de lunes a viernes desde Palacio Nacional, siendo replicado el mensaje en cada estado que hoy es gobernado por el color guinda.
Y es que, de las 32 entidades que conforman México, veintidós están gobernadas por Morena, lo que representa un 70.4% del territorio; sin embargo, este año es muy importante desde el aspecto electoral porque se elegirán a las nuevas gubernaturas del Estado de México y Coahuila, elecciones que calentarán los motores rumbo a la “grande” del 2024 y terminará de mostrar si Morena logra arrebatar dichos territorios al PRI o si otro partido de oposición tiene las herramientas y estrategias para dar la sorpresa; sin embargo, los resultados de dichos estados, si bien son relevantes, no son determinantes de lo que ocurrirá posteriormente.
Hace unos días, en la ya cotidiana “mañanera”, López Obrador dijo, sin mayor reparo, la estrategia bajo la que Morena opera y cito textual: “Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya saben que de que… cuando se necesite defender a la transformación se cuenta con el apoyo de ellos, no así con los sectores de clase media o más arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad. Entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
Si, así sin mayor vergüenza el presidente de la República dijo la razón por la que ese slogan que tanto pegó en el 2018 lo llevó al poder “por el bien de todo México, primero los pobres”, porque es y siempre ha sido una estrategia política, a mi parecer, de las más bajas que se han ejecutado en los últimos años y, aunque él mismo corrigió diciendo que apoyar a dicho sector poblacional es “placentero” y “vale más que todo el oro junto”, no está a discusión que sus afirmaciones son ciertas y fueron expresadas con propósito de causar polémica.
No obstante, secuestrar a un sector poblacional mediante dádivas disfrazadas de programas sociales y aprovechándose de las condiciones de vida de las personas para obtener el voto es maquiavélico y ruin…me invade la desesperanza cuando observo que México se ha convertido en un país en dónde, aparentemente, hay dos clases sociales: “fifís” y pobres; los que votan por Morena y los que no; quienes tienen estudios de posgrado y los que no; y así podría seguir ejemplificando la mencionada polarización.
Y aunque la retórica oficial habla de “austeridad”, cuando se trata de dar dinero mediante programas o para financiar eventos de la 4T, no escatiman y “tiran la casa por la ventana” mostrando los constantes desvíos que se usan para nutrir el método de marketing presidencial.
México está atravesando una época de populismo más que de presidencialismo porque a la figura de mayor rango autoritario en el país le conviene que lo sigan viendo como un salvador o justiciero social, cuando la realidad es que – de nueva cuenta – todo se resumió en esa frase en la conferencia matutina del 4 de enero que sentenció lo que muchas ciudadanas y ciudadanos ya sabíamos: No es una postura ética, ni de valores humanos, sino una táctica digna de un hombre que tiene muy claro el juego del poder.
Dicen que cada país tiene el gobierno que merece, honestamente quiero convencerme de que no es así, sino de que López Obrador – tras años de empeño en llegar a la silla presidencial, ser el menos peor entre las candidaturas del 2018 – llegó a la presidencia del país eclipsando a 30 millones de mexicanas y mexicanos que tenían el hartazgo a flor de piel por gobiernos de derecha fallidos.
Pero la izquierda – la verdadera izquierda – no es esta que estamos viviendo hoy por hoy. México no aguanta otro sexenio de división en dónde las políticas públicas, los programas y recortes presupuestales se concentren para dar dinero a discreción. Se necesita política incluyente que mire a todas las personas y sectores, para que entonces se tengan las mismas oportunidades de crecimiento y – como mencioné en mi primera frase – de aspiración a una mejor calidad de vida.
El populismo hace popular a quién lo realiza y entre esta forma de actuar y la demagogia hay una línea muy delgada, tan delgada cómo que el demagogo solo dice lo que la gente quiere oír.
Vayamos “a la insegura”, que las mexicanas y mexicanos podremos distinguirnos en el mundo por tener un gobierno federal actual de ocurrencias y dichos, pero jamás por ser una población miserable que se rinde ante la adversidad.