De artistas e intelectuales
En el deporte, inspiración versus transpiración, numen contra sudor, lo divino frente a lo humano.
Por Miguel Cocom Mayen*
“Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple.” Charles Bukowski.
Mérida, Yucatán, 24 de enero de 2019.- En el deporte, como en la vida, tenemos artistas e intelectuales. Los primeros, tocados por los dioses, nacieron con un don y hacen gala de una serie de atributos físicos y mentales que los separan de los simples mortales. Los segundos, en cambio, son resultado de la consistencia y el entrenamiento. A falta de magia apelan al método científico para comprobar la hipótesis de que el éxito también se consigue a base de dedicación. Inspiración versus transpiración, numen contra sudor, lo divino frente a lo humano.
Así, Leo Messi es un artista que hace ver sencillo el desborde, el regate, el túnel y el gol. El argentino traza, de una forma que raya en lo simple, la arquitectura del buen futbol. Al verlo jugar con la camiseta azulgrana pareciera que el dominio del balón es asunto de párvulos y que cualquiera de nosotros, cracks de sofá, es capaz de emular sus hazañas. Messi juega como cualquiera de nosotros, pero no cualquiera de nosotros puede jugar como él. Artífice del cambio de ritmo, nada cambia domingo a domingo: sus goles siempre son recurrentes. El rosarino puede dejar de entrenar por días, semanas e incluso meses y regresa al terreno de juego con las habilidades intactas y el orgullo dispuesto. Los artistas no se repiten y, tampoco, requieren de la dinámica de la repetición. Para ellos no hay entrenamientos ni ensayos, todos los días son de puesta en escena.
En cambio, Cristiano Ronaldo es fruto del gimnasio y los entrenamientos. El acondicionamiento físico ha hecho posible que el portugués acumule Balones de Oro en su vitrina y casi ilusione tanto como Messi. Sabiéndose dos peldaños abajo del argentino en cuanto a talento innato, se ha esforzado por alcanzar aquellas cimas sólo reservadas a los grandes jugadores. Vanidoso, como todo buen intelectual, CR7 sabe que el gol es sólo el pretexto perfecto para lucir sus músculos frente a la cámara. A diferencia de Messi, para el jugador de la Juventus el gol es el medio y no el fin. Por eso, cada anotación pareciera ser más complicada que la anterior. Del tiro libre al remate fuera del área y luego a la chilena. Incluso, el portugués practica los tiros penales con la meticulosa rigurosidad de un ingeniero aeronáutico. Lo que para el artista es un asunto lúdico, el intelectual lo convierte en concepto filosófico: sólo es futbolista en cuanto mete goles. Para ser futbolista, debe meter goles.
En el tenis también tenemos un ejemplo similar. Ahí, en el deporte blanco, Roger Federer es el artista y Rafael Nadal, el intelectual. El suizo juega como si hubiera nacido con una raqueta bajo el brazo. Saque, derecha, revés y volea se le dan de forma natural, no hay arista alguna en sus movimientos. Y haciendo simple lo complicado, Federer ha ganado más trofeos de Grand Slam que ningún otro jugador en la historia. Por su parte, el español ha practicado hasta el cansancio cada posible golpe, lo que le permite, en el intercambio de pelotas, estar un paso delante de sus rivales. Lo que en Federer es danza, en Nadal es coreografía. Y si bien el suizo acumula mayor cantidad de trofeos, el español le aventaja en cuanto a triunfos en sus enfrentamientos directos.
Y así sucede en muchos deportes: Babe Ruth, un artista; Lou Gehrig, un intelectual. Ayrton Senna, artista; Alain Prost, intelectual. Roberto Durán, tremendo artista; Sugar Ray Leonard, intelectual con guantes. Magic Johnson, artista; Larry Bird, intelectual.
El deporte es la suma de las cosas simples y las complicadas, por eso se requiere de artistas e intelectuales en las canchas y en las pistas. Los contrapesos son los que hacen posible el balance y brindan equilibrio al juego.