La limpieza de huesos, un reencuentro familiar en Pomuch
Se trata de una tradición íntima, como de quien no ve a su ser querido desde hace un año y tiene que ponerlo al día con los pormenores de la familia y, por qué no, de los chismes del pueblo.
El sepulturero de Pomuch dijo que la idea es que para estas fechas los familiares que se adelantaron estén presentables, como cuando llega el día del cumpleaños y se está dispuesto a estrenar ropa.
Por Guillermo Castillo
Fotografías de Lorenzo Hernández
Hecelchakán, Campeche, 28 de octubre de 2022.- Pomuch es una localidad que forma parte de Hecelchakán, Campeche, colorida, pintoresca, lejos de la tranquilidad de las grandes urbes. Si bien es cierto que su pan es muy famoso por su sabor, se le ubica a nivel internacional principalmente por su costumbre que envuelve el Día de Muertos: la limpieza de los huesos de seres queridos, quienes al menos tienen tres años en su última morada.
De unos años a la fecha, su cementerio principal -de tres que existen en el pueblo- es un centro neurálgico para el turismo nacional y extranjero, así como la meca de periodistas que buscan a pobladores limpiando los huesos de sus familiares, sobre todo cuando el 1 de noviembre se acerca.
Los usos y costumbres de Pomuch como en otras regiones del área maya están llenas de sincretismo religioso, por una parte está el bagaje que dejó el proceso de conquista a través del catolicismo, pero también la innegable carga prehispánica, la cual con su concepto particular de la muerte permiten esos momentos de limpieza de los huesos como un encuentro íntimo, como de quien no ve a su ser querido desde hace un año y tiene que ponerlo al día con los pormenores de la familia y, por qué no, de los chismes del pueblo.
Quien escribe estas líneas tuvo la fortuna de coincidir con una persona originaria de Pomuch y que tuvo a bien explicar lo que en sus 28 años de vida ha experimentado, lo que ha visto y cómo también ha tenido la oportunidad de ver desde fuera, esta tradición sui generis.
“Chucho” fue el guía que tendió los puentes con su entorno y sus protagonistas en el cementerio principal. Los periodistas que año con año cubren esta actividad antes de dar un paso dentro del camposanto advirtieron que es cuestión de suerte, ya que así como se puede encontrar a los familiares que estén dispuestos a compartir esos momentos, del mismo modo no llegan.
Al convertirse en un referente a nivel internacional, muchos pobladores optan por no salir, esperar el momento adecuado, lejos de las miradas curiosas no solo del turista y de la cámara fotográfica del comunicador al que se le ha asignado la comisión de reportar lo que en el cementerio ocurre en estas fechas.
Don Venancio y los huesos
Los pasillos del camposanto son estrechos y es que “Chucho”, quien fungió como guía de Haz Ruido en la localidad, dijo que la razón de esa situación es sencilla de comprender. Con el paso de los años se volvió popular, incluso aspiracionista tener un nicho en donde reposarán los restos mortales.
Explicó que tener un espacio ahí es casi como comprar una propiedad en el Country Club de Mérida, es muy caro. Explicó que por unos cuantos metros cuadrados y dependiendo del lugar, la tumba puede costar hasta 60 mil pesos.
En ese laberinto de fosas se puede encontrar a un personaje importante para la Villa de Pomuch, don Venancio Tuz Chi, el sepulturero del cementerio. Los últimos 20 años de su vida lo ha dedicado a los muertos, de alguna forma vive de ellos.
El primer contacto con el adulto mayor fue limpiando unos huesos de los “residentes del cementerio”, servicio por el que cobra 30 pesos.
Contó que a sus 40 años de edad, un tío suyo le ofreció el trabajo de sepulturero, pero no sabía a ciencia cierta si iba a aguantar debido a la naturaleza de la profesión. “Las primeras veces que me tocó, tenías que meter la mano en donde está el difunto, no es fácil ya que deja un perfume muy fuerte”, recordó mientras cepillaba un costillar.
De la tradición dijo que son varias partes, y todo se hace días antes del 31 de octubre, fecha para recordar y convivir con las infancias que partieron de este mundo, mientras que el 1 de noviembre se dedica a las personas adultas.
La idea es que estén presentables, como cuando llega el día del cumpleaños y se está dispuesto a estar limpio, a estrenar ropa. Y es que, para tal efecto, previo a la limpieza de los huesos los familiares deben llevar un paño, un ropón tejido que tendrá un metro de ancho por uno y medio de largo, prenda donde se dispondrá la osamenta después de ser aseada: Ese será el estreno.
Muchas veces ese paño es otra forma de vida para el poblador de Pomuch, pues en algunas casas ofrecen la prenda con sus motivos tejidos; otras veces son los mismos familiares que hacen el cambio, como es que se le conoce.
Don Venancio dice que, con la llegada de nuevos sistemas de creencias, diferentes a la católica y alejadas estas a su vez de ese sincretismo que hemos hablado, se va perdiendo la tradición. Asimismo, comentó que los jóvenes también poco a poco se alejan de la costumbre que es preámbulo del Día de Muertos.
Las familias y la tradición
Cae la tarde, ya sin tanta prensa o visitantes, al fin los pobladores hacen su aparición en el cementerio. No son muchos, pero sí los suficientes para corroborar que la tradición de los huesos está viva. Parece que es una reunión familiar, algunos de ellos aprovechan las ausencias, se sientan en las tumbas vecinas y proceden a la limpieza de los huesos de sus parientes que se adelantaron.
Como un punto de encuentro, las infancias también participan, como Sarahí Euan, una pequeña de apenas 5 años. Ella fue con su mamá y su tía a ver la limpieza de los huesos de su tatarabuela, pero por ser un día especial fue con una carta, con un dibujo que exigió se le pusiera este año a su antepasado. No hay temor, existe un vínculo afectivo a través de la tradición que ha llegado a ella de su núcleo familiar más cercano, ya que ellas a su vez así lo aprendieron.
Lo que sí es exactamente igual a otros cementerios es el mantenimiento de las tumbas, lavarlas, pintarlas, dejarlas presentables para que los pixanes una vez más hagan su viaje del más allá a las tierras del Mayab, una tradición que amenaza con permanecer.
Dime dónde te entierran y te diré cuánto tienes
Según “Chucho”, el morirse y que te entierren en el cementerio principal es una referencia de estatus, al menos en los últimos años. Explicó que se ha ampliado el cementerio por su alta demanda: mientras más al sur estén las tumbas, son más elaboradas, más grandes, algunas de ellas con mármol.
En el norte está la parte popular, como pasa en las colonias de Ciudad de México o exactamente lo contrario en la capital yucateca; al centro dice que en algún momento estuvieron los olvidados, porque ahí estaba el osario común, de aquellos muertos que nadie reclamó.
También están los muertos del Covid-19. En Pomuch no únicamente existe el cementerio principal, hay dos más, pero en las afueras, no muy lejos de donde se realizan actualmente los trabajos del Tramo 2 del Tren Maya. En uno están enterrados las víctimas de la infame pandemia, en el otro, permanece a los ejidatarios y sólo aquellos con derechos ejidales vigentes tiene acceso.
Es toda esa realidad que se coincide en una localidad perteneciente a Hecelchakán la tradición se puede observar, palpar, sentir, como se siente el aire de finados.