Aquella vida nocturna en la ciudad de la moral
Estos centros nocturnos fueron cerrados o reubicados en lo que fue una especie de guerra a la moral, porque cómo era posible que en Mérida se “vieran pelos” en el Centro Histórico.
Por Rafael Gómez Chi*
Mérida, Yucatán, 4 de enero de 2019.- De aquella vida nocturna que alguna vez hubo en el Centro Histórico de Mérida ya no quedan más que edificios abandonados o que han cambiado sus giros y usos de suelo, pues en la actualidad la diversión en torno a Baco y a bellas mujeres desnudas se concentra en el Anillo Periférico y en otro municipio: Kanasín.
Aquellos sitios de diversión nocturna como “Nellys”, “Kabukis”, “Natzú”, “Diamonds”, “Safari 2000” o “Fiesta Inn” dejaron sus asientos en la urbe y varios desaparecieron para siempre.
De ellos, “Natzú”, “Kabukis” y “Diamonds” estuvieron en pleno corazón de la ciudad, los dos primeros uno contra esquina del otro en la calle 60 con 53 y el tercero, en la calle 58 entre 55 y 57.
Durante un tiempo, se establecieron en Mérida sitios como el “Yanal Luum”, que era una cueva ambientada que funcionaba en la calle 63, justo al lado del estacionamiento del Ayuntamiento de Mérida. En ese lugar, que parecía un descenso al requinto infierno, se presentaban shows de mujeres desnudas como los que pueden verse en las películas de Alberto “el Caballo” Rojas.
Asimismo, en el centro de la ciudad, en el hotel de la calle 54 con 55 se abrió “El Chac Mool”, un lugar que operó hasta finales de la década de los años noventa bajo las órdenes de la familia Chalé, pero no de Carlos “el Negro” Chalé Martínez, sino de su tío Juan.
“El Chac Mool” murió siendo un lugar de teiboleras, con sus mesitas muy bajitas, casi te agachabas, un largo y angosto pasillo con cuatro tubos y arriba los cuartos del hotel en renta para el Kamasutra.
En las orillas de la ciudad operó “La Cascada”, un lugar que estuvo junto a uno de los primeros moteles, “El Íntimo”, que acabó convertido en deshuesadero de autos. Al igual que ”El Chac Mool”, “La Cascada” terminó siendo un sitio el que ya sólo iban a bailar las mujeres para desnudarse, fichar y vender sus cuerpos.
Más allá, sobre la avenida Itzáes, rumbo al aeropuerto, estuvo “El Jaguar”, también al lado de un hotel. Junto con ”El Chac Mool”, fue en la década de los años 70 uno de los lugares más representativos del nudismo en la ciudad, a pesar de estar prohibido en los Reglamentos de Espectáculos del Municipio.
“Safaris 2000” no cerró sus puertas, sino que se trasladó de la colonia Mulsay a un enorme local en la carretera a Cancún, pero en el municipio de Kanasín, donde no da problemas ni nada.
Estos centros nocturnos que caracterizaron la diversión de los crápulas meridanos fueron cerrados o reubicados por completo durante la segunda administración de Ana Rosa Payán Cervera, de 2001 a 2004, en lo que fue una especie de guerra a la moral, porque cómo era posible que en Mérida se “vieran pelos” en el Centro Histórico, algo que habrían de repudiar los turistas.
A la larga, el cronista opina que la reubicación de dichos sitios fue positiva, pues la ciudad tiene otros atractivos y quien quiera ir a ver ese tipo de diversión, bien puede acudir a zonas lejanas del centro.
Pero la diversión nocturna en Mérida siempre ha existido y se ha adaptado según las épocas. En alguna ocasión, Luis Pérez Sabido contó al cronista que hubo una época de los grandes centros nocturnos, con enormes orquestas de música en vivo y vedettes al estilo Tongolele.
Los cabarets surgieron antes de la primera mitad del siglo XX, cuando la capital yucateca estaba llena de veletas en sus cuatro costados. Iniciaron con el Cabaret Montejo, que estuvo allá donde ahora funciona el Colegio América de las madres teresianas.
El propietario era Fernando Cardeña y contaba con músicos y artistas traídos de Cuba en la década de los años cuarenta del siglo pasado. Junto con este centro, empezó a funcionar Tulipanes, sitio en el que actuaba la famosa Orquesta de Ponciano Blanqueto.
También en Mérida, por esos años, funcionó rumbo al aeropuerto el Centro Nocturno Tropical Maya, de Nelson Salazar, el cual abrió hasta fines de la década de los años sesenta. Tocaba con ellos la Orquesta Sonorámica de Alfonso Madariaga con su “tecladista de lujo”, Armando Manzanero. Según Luis Pérez Sabido, Manzanero también alternaba con la orquesta de Ponciano Blanqueto en Tulipanes.
“Esos eran centros nocturnos de lujo, de caché, a los que iban los meridanos, con orquestas en vivo que cuidaban mucho la música, no sólo en el sonido sino en la calidad de lo que interpretaban; acudían muchas personas pues era lo único que había en Mérida para las actividades de la noche y fue lo que funcionó desde la década de los cuarenta hasta finales de la época de los años sesenta”, explicó Pérez Sabido.
En los sesenta se abrió la llamada “Zona de Tolerancia”, un área ubicada en el final de la calle 66, detrás de X´Calachén, en la que además de los cuartitos para “las rameras”, en los alrededores pulularon los centros nocturnos, pero ya con otros giros, ciertamente distintos a los anteriores.
Allí funcionaban sitios como el “Mambo” y el “Saratoga”, que eran de los mejorcitos y en los que traían bailarinas cubanas. Pérez Sabido cuenta que el avión de los viernes por la tarde, procedente de La Habana, llegaba a Mérida cargado de bailarinas cubanas. Los viernes, el espectáculo comenzaba a las diez de la noche y era a morir.
Fue en la Zona de Tolerancia donde comenzó el nudismo en la ciudad de Mérida en Villa Magdalena, sitio de postín, cuya dueña era Judith Ríos, una jalisciense que llegó a vivir a Yucatán. También funcionó el bar La Papaya, El Farolito, Villa Fontana en la Industrial por el Chembech, que ahora es un fraccionamiento.
También existió el Villa Aurora y el Palacio Hindú, de Roberto Jiménez; “El Veracruz”, propiedad del boxeador Ramón Cruz; “La Abuelita”, de Micaela Alpuche. En otros rumbos de la ciudad se establecieron sitios como “Blanco y Negro”, “Remember”, “Farolitos”, “Los Pinos”, “El Mausoleo” y “El Bosque”.
La zona de tolerancia cerró en el año de 1970, cuando por culpa de una falena asesinaron al hijo del capitán Leopoldo Castro Gamboa, aunque eso fue el pretexto para la campaña que tenía el gobernador Carlos Loret de Mola, pues al tomar posesión se dijo convencido de que uno de los principales problemas de Yucatán era el alcoholismo y eso se resolvía clausurando dicho sitio.
En la actualidad, se disfrazan de restaurantes de lujo, lo que nos indica que la vida nocturna de Mérida no ha desaparecido, sólo se ha modificado, justo como la materia que no se crea ni se destruye, sólo se transforma. (Foto de Olegario Cabrera)
*Lingüista, antropólogo, escritor y periodista con 26 años de experiencia.