Nuevos hallazgos demuestran que los itzáes conquistaron Kulubá con ferocidad
Los originarios de Chichén construyeron el Palacio de los Itzáes justo enfrente del Palacio de los Pilares para quitarle relevancia; mutilaron los rostros de esculturas de gobernantes antiguos; y degradaron los entierros de la nobleza de Kulubá.
Por Herbeth Escalante
Fotografías de Alfredo Barrera Rubio
Tizimín, Yucatán, 27 de junio de 2022.- Un edificio enfrente de un palacio, esculturas con el rostro mutilado y entierros sin ofrendas de gobernantes mayas, son las evidencias más recientes que confirman que el sitio prehispánico de Kulubá fue conquistado y dominado con ferocidad por los itzáes durante aproximadamente 200 años.
El arqueólogo Alfredo Barrera Rubio, encargado del proyecto que implementa el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), declaró que los resultados más recientes de sus investigaciones arrojan que los guerreros de Chichén Itzá dominaron dicha ciudad maya en su segunda etapa de florecimiento.
Kulubá es una importante zona arqueológica ubicada a 37 kilómetros al sureste de Tizimín, municipio de la zona oriente de Yucatán, que aún no ha abierto al público debido a que continúan los trabajos de investigación y restauración. Apenas en el 2018 se anunció que se invertirían 18 millones de pesos para dichas labores, pero aún no hay fecha ni infraestructura para recibir turistas.
En la temporada de trabajos más reciente –que se realizó de noviembre del 2019 a abril del 2021-, el INAH se enfocó en el estudio del Grupo C, el cual cuenta con 14 estructuras que están alrededor de la Plaza Principal que mide 100 metros de ancho por 125 de largo. Ahí, Barrera Rubio y su equipo escogieron cuatro estructuras para recabar información del pasado de los habitantes de esa ciudad maya.
Uno de sus principales descubrimientos fue un edificio voluminoso con arquitectura megalítica –o sea, de grandes bloques de piedra-, el cual llamaron el Palacio de los Pilares y que corresponde originalmente al Clásico Tardío (600 a 900 Después de Nuestra Era). Pero para sorpresa de los investigadores, enfrente encontraron otra construcción que fue levantada por los itzáes cuando llegaron y conquistaron Kulubá.
“Pensábamos que era una sola edificación, pero no, más bien tuvo dos etapas constructivas y la más reciente –del periodo Clásico Terminal, es decir, de 850 a 1050 Después de Nuestra Era-, corresponde a la fecha y ocupación de la gente de Chichén Itzá. A ese edificio lo llamamos el Palacio de los Itzáes y ellos lo pusieron en ese lugar para decirle a los habitantes de Kulubá que eran los nuevos gobernantes y que querían su propio palacio”, explicó el arqueólogo.
El Palacio de los Pilares tiene 58 metros de largo, 10 de ancho y una altura de 12, aunque actualmente es de ocho porque la bóveda colapsó. A diferencia de otros edificios de dicho yacimiento, no tiene recamaras, por lo que todo apunta que no funcionaba como residencia de los gobernantes. No tiene privacidad palaciega, más bien al interior cuenta con un extenso corredor por donde los nobles podían moverse de un extremo a otro.
Alfredo Barrera sostuvo que dicho edificio sirvió para que los gobernantes de Kulubá pudieran observar, desde ahí, los espectáculos y rituales que se realizaban en la Plaza Principal. De hecho tiene unas escalinatas que funcionaban como graderío.
Y con respecto al Palacio de los Itzáes, explicó que tuvo como propósito quitarle relevancia al anterior y dejar de manifiesto el dominio de los nuevos conquistadores. Su arquitectura es muy característica de Chichén, con columnas, muros de mampostería seca y techo con material perecedero.
El arqueólogo indicó que al excavar en la Plaza Principal también encontraron dos esculturas de cabezas de dignatarios de Kulubá, las cuales estaban mutiladas de los rostros. Dijo que se trata de otra evidencia de que los itzáes pretendieron quitar la memoria de los antiguos gobernantes.
Aclaró que las fracturas en los rostros se hicieron en la época prehispánica, es decir, no son golpes recientes. Esas esculturas miden aproximadamente 40 centímetros y se logran apreciar los tocados en las cabezas y las orejeras.
En la misma zona del Grupo C, los investigadores encontraron entierros secundarios de 11 personas, cuyos huesos estaban revueltos, y en la parte sur otros 16, pero a diferencia de los primeros, se trataría de restos de personajes nobles de Kulubá.
La mayoría de estos últimos eran cráneos, los cuales presentaban deformaciones de tabular oblicua y mutilación dentaria, lo que indica que se trataban de antiguos gobernantes. Lo que llama la atención es que fueron arrojados en ese sitio sin ningún recato, porque no se observan sistas ni ofrendas.
“Sin duda es un acto de desprecio y falta de respeto a los ancestros, por lo que todo indica que hubo actos de violencia y degradación hacia los antiguos gobernantes. Por eso pienso que hubo un conflicto durante la ocupación de los itzáes”, refirió el especialista.
Los guerreros de Chichén Itzá se habrían interesados en Kulubá por su importante producción de cacao, ya que se ubica en una privilegiada zona con rejolladas, además de que está a tan sólo 50 kilómetros de la costa norte de Yucatán, por lo que seguramente controlaba una salinera y era un punto importante de comercio.
Con respecto a los otros hallazgos, Barrera Rubio destacó la Plataforma de los Depósitos, el cual estaba conformado por cinco espacios circulares semi-subterráneos en donde se almacenaba sal o granos de maíz, y por lo tanto se presume que era un área de recolección tributaria.
También encontraron un par de altares, uno de los cuales tiene dos metros de altura y que fue levantado sobre otra plataforma que tenía una estela lisa en frente, la cual fue destruida y usada por lo itzáes como relleno para la nueva construcción. Además, tiene material de escritura jeroglífica en estuco, primera evidencia de este tipo en Kulubá, que en estos momentos está siendo analizada.
En su apogeo, esta ciudad maya albergó aproximadamente a 20 mil personas, pero se presume que tras un dominio de 200 años de los itzáes fue abandonada y, tiempo después, se le consideró como un sitio de culto, por lo que algunas solían acudir esporádicamente para rendir tributo a sus ancestros. (Publicado también en El Heraldo de México)