Hartas de que simulen ser feministas en la política mexicana
Combatir la violencia de género por “convicción”: el discurso vendible de la política sistémica en México.
Por Andrea Tamayo/ATACA con Ideas
Mérida, Yucatán, 30 de noviembre de 2021.- El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, conocido popularmente como #25N entre las colectivas, asociaciones y activistas feministas, sigue siendo un mero discurso electorero para la buena parte de las personas que ocupan un cargo público, empezando por el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, quien en cada oportunidad que le ha sido posible se ha autonombrado como un presidente “feminista”, más cuando se trata de afirmar que es su partido político el que mayor número de mujeres ha tenido en gabinete y en gubernaturas estatales.
Sin embargo, las contradicciones que nacen desde Palacio Nacional entre los dichos y los hechos han sido notorias, desde la profunda defensa de presuntos violentadores de mujeres, pasando por llamar a las feministas productos del neoliberalismo y así, podría seguir con una lista de acciones y omisiones que dejan entrever su falta de perspectiva de género en los casi tres años de su gestión.
Ciertamente, las mujeres cada día avanzamos un poquito más en “romper el techo de cristal”, tanto en el servicio público como en el sector privado, pero no es gracias a que hombres nos estén cediendo esos espacios, sino porque existen ya muchas acciones afirmativas, leyes, acuerdos y documentos que respaldan y casi, casi, les doblan la mano a más de uno para que haya representación femenina en el poder, para que haya paridad en todo.
Ahora bien, creo es importante mencionar que el hecho de que una mujer esté en un cargo público no garantiza que vaya a actuar a favor de sus pares porque – tristemente – muchas siguen en un profundo sueño (o pesadilla, según sea la perspectiva personal) en el que son aliadas del Sistema y, en lugar de ayudar desde adentro a romperlo, terminan siendo corrompidas y quedando a merced de la opresión.
Y es que hablar de feminismo en política de forma genuina – sin apropiarse de la causa o de los discursos – representa un reto para todos los partidos políticos, y sí, más para unos que para otros, pues cada color lo hace desde una perspectiva diferente, desde las aristas que les interesa abordar según sea su ideología o principios básicos.
No obstante, considero que son más visibles y observados por las mujeres que nos identificamos con el movimiento feminista aquellos que se encuentran en el poder, desde el municipio hasta el país. Entonces cuestionamos, somos incómodas, clamamos por la justicia que no nos brindan, alzamos la voz por las que nos faltan y por las que seguimos con vida en esta lucha de todos los días, y ¿a qué gobernante le gusta que una masa de personas, en especial de mujeres, le haga un “desmadre” en su municipio, en su estado, en su país? Claro, a ninguno.
Estamos cansadas, hartas, hastiadas de que cada fecha importante relativa a las mujeres se alcen el cuello diciéndose las y los muy “feministas”, pero no les vemos haciendo de su parte para que haya acceso a la justicia pronta y expedita, no les vemos ocupándose por hacer nuevas leyes o modificando las existentes para que las niñas y las mujeres suban un peldaño en la igualdad de género, no les escuchamos protestando con nosotras o mínimo teniendo empatía ante las miles de víctimas de violencia o ante las once familias que a diario pierden a una mujer de su familia en México a causa de feminicidas que continúan en libertad.
Por el contrario, sí les vemos emitiendo votos concurrentes a favor de feminicidas, si les escuchamos cuestionándonos cuando denunciamos cualquier tipo de violencia ante las Fiscalías, si sentimos su rechazo y su falta de empatía ante nuestros miedos, inseguridades y angustias al no saber qué hacer o a dónde ir cuando no tenemos paz en nuestros hogares o lugares de trabajo y ya ni hablar de cuántas veces nos han llamado locas , descerebradas o que “esas no son formas” cuando decidimos alzar la voz y quemar todo por no encontrar protección o seguridad en ningún lugar.
Por eso y más cuesta tanto trabajo a las mujeres feministas creer en la clase política; sin embargo, a las que nos gusta y estamos colaborando desde sociedad civil o tenemos un cargo corremos con la doble responsabilidad de no quedarnos calladas y contribuir a que el movimiento no se polarice, no se politice y, sobre todo, que se escuchen las voces de ellas, las que vienen de la ciudadanía.
¡Qué muera el discurso y que las acciones sean las que hablen por sí solas de que el feminismo está vivo en la política! Cómo canta la rapera Audry Funk: “no me representas, yo me represento”. Y en esa representación, estaremos muy pendientes en quiénes sí hacen durante toda su gestión y en quiénes solo quieren llamar nuestra atención para llevarse votos a las urnas.