El problema de Apu que no supieron resolver
Acerca del humor políticamente incorrecto y los estereotipos.
Por Mariana Gorocica.
Mérida, Yucatán, 15 de noviembre de 2018.- En el clásico de 1990 “Tomy & Daly & Marge”, Los Simpson abordan el problema de la libertad de expresión. En este episodio perteneciente a la segunda temporada de la popular serie, Marge emprende una cruzada para acabar con la violencia en los dibujos animados después de que Maggie golpeara a Homero con un mazo, imitando una de las tantas secuencias de la caricatura del gato y el ratón.
Alabado por su capacidad de criticar mordazmente a la sociedad norteamericana, el show, por lo menos en sus primeras temporadas de vida, nunca se caracterizó por ofrecer soluciones obvias y fáciles a las situaciones que planteaba.
En este caso, la matriarca de la familia amarilla logra que Tomy y Daly hagan a un lado la crueldad y el sadismo para promover valores como la amistad y la generosidad. ¿El resultado? Las niñas y los niños de Springfield dejan de ver televisión para salir a disfrutar de las maravillas del mundo exterior, volviéndose más amables, generosos y saludables.
Pero cuando otras madres buscan a la señora Simpson para que lidere una campaña que busca ponerle pantalones al David de Miguel Ángel, ella simplemente se niega porque considera que es una obra maestra. “Te dije que se ablandaría ante el desnudo”, sentencia Maude Flanders con decepción.
“¿Cómo puede aprobar una forma de libertad de expresión con ese gran sujeto desnudo y desaprobar otra como Tomy y Daly?”, la cuestiona el doctor Marvin Monroe en un debate, a lo que ella responde con “Bueno, creo que no sé” y una mueca de decepción y perplejidad.
Una de las cualidades de Los Simpson solía ser que podían enviar un mensaje poderoso de forma muy sutil, sin tener que golpear descaradamente a la audiencia con él. De manera perspicaz, «Tomy & Daly & Marge» argumenta que las manifestaciones que no nos gustan ni aprobamos, o que son potencialmente dañinas, es el precio que pagamos por la libertad de expresión.
Así, derrumbando muros de polémica y esquivando los intentos de censura en la década de los noventa, Los Simpson se convirtió en una de las series más longevas y queridas de la pantalla chica alrededor del mundo. Sin embargo, el mundo que la vio nacer ha cambiado y muchas de las cosas que plantea han perdido “validancia” frente a los tiempos que hoy se viven.
Tal es el caso de Apu Nahasapeemapetilon, uno de los personajes recurrentes más queridos. El dueño del Kwik-E-Mart se convirtió en el centro de la polémica con el documental de 2017 “El problema de Apu”, escrito y protagonizado por Hari Kondabolu.
El trabajo de Kondabolu, comediante norteamericano e hijo de inmigrantes, sugiere que Apu es un retrato por lo menos inadecuado, y en ocasiones racista, de la población de origen indio que habita en el vecino país del norte. A ello se suma el marcado acento con el que Hank Azaria, un actor blanco, presta voz al bengalí.
En el filme se describe que el problema con Apu es que durante muchos años fue la única representación de este grupo étnico que aparecía en la cultura popular. Y sí, se puede decir que el universo amarillo está repleto de estereotipos, pero no se puede olvidar que no todos son igual de ofensivos para ciertas poblaciones.
Por ejemplo, no sucede lo mismo con Willie, el escocés. Este personaje también es una colección de lugares comunes, como el kilt y el carácter belicoso, y, sin embargo, no genera las mismas pasiones encendidas que el caso anterior; por el contrario, el jardinero es celebrado como un ícono del cual se puede sentir orgullo.
¿Qué es lo que causa esa asimetría? La respuesta está en que la población migrante de origen europeo ha encontrado menos obstáculos para integrarse a la sociedad norteamericana, evidentemente, por el lenguaje compartido y por no ser de piel oscura, entre otros motivos.
El realizador propone una salida a la problemática del humor basado en estereotipos y caricaturizaciones. Quizás se podría incluir mujeres y hombres de origen diverso en el equipo creativo, con la finalidad de abrir lugar a manifestaciones menos racistas y discriminatorias, así como construir un discurso en el que todas y todos se sientan adecuadamente representados.
Kondanbolu en ningún momento aboga por censurar, él mismo se confiesa admirador de Los Simpson. No obstante, la respuesta de la serie no puedo haber sido peor: en un episodio estrenado en abril de este año, “No good read goes unpunished”, Marge comparte con Lisa uno de sus libros favoritos de la infancia sólo para darse cuenta de que es más racista de lo que ella recuerda.
La madre intenta reescribir la historia de la forma más políticamente correcta posible, pero su hija parece no estar de acuerdo con el resultado. Más adelante, en clara referencia a los reclamos generados por la obra del comediante, Lisa se dirige a la cámara: “Algo que comenzó hace décadas y fue aplaudido e inofensivo ahora es políticamente incorrecto, ¿qué puedes hacer?”.
Quizás Los Simpson de hace 25 años hubieran sido capaces de abordar este tema de una manera diferente, con humor e inteligencia. En vez de ello, deciden hacer uso de su personaje más liberal para enviarnos un claro mensaje: no hay nada que podamos hacer para que nuestra caricatura sea menos ofensiva.
Quienes escribieron ese libreto cometieron uno de los errores imperdonables de cualquier equipo creativo. El lazy writing ocurre cuando las y los libretistas ponen sus necesidades por encima de las del público, es este caso, responder a la polémica más no ofrecer una solución congruente con lo que simboliza Los Simpson.
En sus antiguas encarnaciones, la serie no hubiera dudado en responder con un episodio tan firme como “Tomy & Daly & Marge”, diciéndonos que no hay soluciones fáciles y completamente satisfactorias, que siempre hay que hacer pequeñas concesiones para salvaguardar el bien común. Y sin embargo, no fue así.
“No good read goes unpunished” encendió aún más la controversia hasta que, en octubre pasado, corrió el rumor, propagado por alguien que no trabaja en el programa, de que la producción sacaría a Apu completamente de las futuras temporadas. Como era de esperarse, las redes sociales se encendieron y no tardaron culpar a la corrección política.
Días después, uno showrunner de Los Simpson desmintió la versión, pero el daño estaba hecho. Miles de mujeres y hombres acosaron a Kondabolu de intentar censurar la libertad de expresión, y a la generación millennial, de ofenderse por todo, de no entender el humor y de intolerancia.
Muchas reflexiones pueden ser extraídas de lo anterior y, sin embargo, una respuesta absoluta difícilmente será hallada, la carencia de certezas es el síntoma inequívoco de los tiempos que nos tocó vivir.
Pero aun así, el problema de Apu plantea una serie de preguntas que pueden ser usadas como guía en la construcción de una sociedad mejor: ¿hasta qué punto podemos se puede defender la libertad de expresión cuando se trata de una manifestación racista y discriminatoria?, ¿se puede mantener la neutralidad en un mundo en el que la xenofobia va ganando terreno tan rápidamente?