Ibrahim se enfrentó a la transfobia en la escuela y en la casa
“Pasé por meses difíciles, pero me sirvieron para empoderarme más en mi transición. Ahora no me importa si la gente se burla, se ríe o me critica, porque puedo expresar mi identidad y ser libre”.
Por Herbeth Escalante
Mérida, Yucatán, 25 de junio de 2021.- Desde temprana edad, Ibrahim L. Carrillo empatizaba con las mujeres, se sentía parte de ellas de forma innata, sin que nadie se lo haya mostrado, enseñado o decidido. Nunca le gustó ser hombre y desde hace aproximadamente cinco años empezó su transición. Ahora es una mujer trans que ha enfrentado la discriminación en distintos espacios, incluidos la escuela y su propio hogar.
“No sabía que existía una palabra para nombrarme, para identificarme con lo que sentía. Hasta que entré en la universidad empecé a experimentar cómo me gusta presentarme, cómo vestirme y ya me identifico como una chica trans; pude ser libre en la forma en la que me autodetermino”, declaró.
Si bien inició con su transición en esta etapa universitaria, Ibrahim se ha enfrentado a actos de transfobia en las aulas por parte de sus compañeros estudiantes y hasta de los propios profesores. En la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) ha sido discriminada y violentada simbólicamente.
“Se supone que en la Facultad son profesionales de la salud y que en un punto pueden tratar con personas trans, por lo que sorprende que haya mucha discriminación. Me ha pasado que maestros ponen en tela de juicio la identidad de las personas trans estando yo presente en clase, diciendo cosas erróneas. Una vez una profesora, que todos sabemos que es pro-vida, ridiculizó la realidad de las personas trans diciendo que sólo nos vestimos de mujer para llamar la atención. Es sumamente vulnerable tener que escuchar eso en clases y pues tengo que levantarme a debatir con ellos”, abundó.
Además de que los docentes intentan invalidar su identidad a través de argumentos del ramo de la Psicología, y que la han excluido administrativamente cuando no respetan cómo ha pedido ser nombrada, hay estudiantes que la agreden y se burlan.
“Me han atacado, se burlan de mi por entrar al baño de mujeres, me han expuesto en redes sociales diciendo que soy hombre. Y lo hacen personas de mi misma clase, quienes no dimensionan lo grave o fuerte que es eso para mi”, declaró la joven de 23 años.
Ibrahim recordó que es muy difícil que una persona trans llegue a la universidad debido a todas las barreras de discriminación impuestas por la sociedad, y lo peor es que las que llegan a ingresar han tenido que dejar los estudios o los suspenden temporalmente porque tienen un montón de problemas. Situaciones como el hecho de que la escuela no quiera cambiar o reconocer la identidad en la documentación escolar, son dolorosas para ellas.
La discriminación pasó de las aulas a centros laborales. Cuando hizo sus prácticas profesionales en una empresa de autoservicio, se vio obligada a fingir que era hombre, tuvo que hacer la voz más grave, cambiar su forma de moverse y aceptar que se dirijan a ella con pronombres masculinos. Fueron meses muy pesados, acciones que la lastimaron mucho.
En casa no me entendían
En el hogar familiar tampoco reconocían su proceso de transición. Su madre pensaba que una mujer trans es lo mismo que un travesti, y que a Ibrahim sólo le gustaban “las blusas, los tacones y los brillitos”.
Otro familiar cercano intentó agredirla físicamente. Ella le pidió que respete los pronombres femeninos y él estalló. Ya no se sentía segura en la casa de sus padres y decidió salirse.
Exigir a sus familiares que reconocieran su nueva identidad le generó muchos problemas, incluidos económicos, pues durante el tiempo que estuvo fuera de la casa no contó con pensión para sus estudios.
“Tuve que buscar trabajo para tener algo de dinero mientras estudiaba. Fueron tres meses difíciles, pero me sirvieron para empoderarme más en mi transición. Ahora no me importa si la gente se burla, se ríe o me critica, porque durante ese tiempo supe lo que se siente que nadie te pudiera juzgar por cómo me vestía o caminara, fueron esenciales para expresar mi identidad y ser libre”, dijo, al compartir su experiencia en el marco del Mes del Orgullo LGBT+.
Me siento feliz, necesitaba las hormonas
Hace dos meses que Ibrahim inició con su proceso hormonal y ahora se siente feliz. Asegura que su calidad de vida mejoró, su cuerpo está cambiando e incluso tiene una relación más estable con su madre. Hasta que empezó a tomar las hormonas se dio cuenta de lo mucho que las necesitaba.
“No me había dado cuenta que tenía normalizado algo tan fuerte que era esconder mi identidad durante tantos años, ahora siento que me quitaron una carga pesada. La disforia ha disminuido bastante, cada vez me gusta más mi cuerpo”, confesó.
Aunque en el primer mes no hubo cambios significativos, ahora los poros del rostro son más pequeños, están creciendo las glándulas mamarias, la grasa corporal se acomoda y es más suave, la libido disminuyó y su cabello es más abundante.
“Me veo en el espejo y me siento mejor. No importa si hoy no me gusta mi cuerpo, sé que está cambiando y en cualquier momento será de otra forma. Estoy en proceso de transición, soy una chica trans”, finalizó.