Las palabras sí importan
Pequeña guía para la construcción de un lenguaje que incluya a todas las personas.
Por Mariana Gorocica.
Mérida, Yucatán, 15 de noviembre de 2018.-Mucho se ha dicho en los medios de comunicación acerca del lenguaje incluyente, las redes sociales se encuentran inundadas de distintas opiniones acerca de esta nueva forma de expresión que, como muy pocas, es capaz de levantar pasiones así como generar debate acerca de su importancia y uso cotidiano.
Habremos de recordar que el idioma es reflejo de la forma en que una sociedad percibe al mundo, es la herramienta a través de la cual los pueblos han podido moldear sus culturas, consolidar sus instituciones y narrar sus historias para transmitirlas. Se trata, pues, de un elemento esencial que ha permitido el desarrollo de la humanidad.
Como tal, la lengua y su devenir nos han llevado al punto en que hoy es imperativo reflexionar y discutir sobre asuntos que hemos dado por sentados por mucho tiempo y que, sin embargo, son más relevantes que nunca en este momento. En este caso, el evidente sexismo que impera en el castellano.
Desde la primaria nos enseñan que el masculino es “neutro”, es decir, puede ser utilizado para describir tanto el género femenino como el masculino; así, las niñas crecemos con la idea de que, por ejemplo, cuando alguien llega a algún lugar y saluda con un “buenos días a todos” estamos incluidas en ese “todos”. Y no.
El nuestro es un idioma sumamente machista, con escasos sustantivos (las palabras que utilizamos para nombras a las personas y cosas) neutros y que invisibiliza a las mujeres, las oculta, subordina y excluye del discurso.
Quienes defienden esta “economía” que se establece en las reglas de la Real Academia de la Lengua (RAE) olvidan que, en primer lugar, el lenguaje es un ente vivo y que siempre está en evolución, que se adapta al contexto de sus usuarias y usuarios.
Si bien es cierto que necesitamos que el español cuente con normas de uso estandarizadas, no debemos olvidar que la misma RAE es una institución constituida en su gran mayoría por hombres cuya función no es reglamentar el castellano, sino describirlo.
Así pues, las personas tenemos todo el poder para transformar un idioma y adecuarlo a las circunstancias, pues somos nosotras las que lo hacemos y éste es un conjunto de signos que representan ideas, ¿qué hay más simbólico que esa negación de lo femenino?
Afortunadamente, estamos dando pasos agigantados en la construcción de sociedades más justas y equitativas. En ese sentido, el progreso pasa por cambiar las formas en que nos expresamos y ahí es donde el lenguaje incluyente entra en juego como una herramienta que transforma la forma en que nos miramos, ya no como mujeres y hombres, sino como personas.
Se ha difundido que tiene que ver con usar la “@” o la “x”, sin embargo, al utilizar estos caracteres nos topamos con el problema de cómo leerlos y entonces caemos en lo mismo que intentamos erradicar pues estamos excluyendo a quienes no pueden interpretarlos.
Existen maneras de comunicar sin excluir ni discriminar, muy sencillas y claras, que son incluyentes, legibles, de fácil pronunciación y entendimiento. Por ejemplo, podemos sustituir el uso del genérico masculino si:
a) Hacemos uso de nombre abstractos:
“Las dirigencias” por “Los directores”
b) Utilizamos sustantivos que designen a un colectivo:
“El estudiantado” por “Los estudiantes”
“La humanidad” por “El ser humano”
c) Usamos de pronombres neutros
“Quienes se interesen” por “Los interesados”
d) Sustituimos el masculinos por las personas
“Las personas interesadas” por “Los interesados”
e) Omitimos el género
“Estudiantes presentan una obras” por “Los estudiantes presentan una obra”
f) Desdoblamos los términos
“Las niñas y los niños de primaria” por “Los niños”
“Niñas y niños de primaria” por “Los niños de primaria”
“Las y los niños de primaria” por “Los niños de primaria”
Asimismo, es importante hablar en femenino cuando estamos haciendo referencia a mujeres que llegaron a puestos públicos o espacios que antes sólo estaban ocupados por hombres porque las estamos visibilizando. Hay que acostumbrarnos a decir presidenta, ingeniera, médica, etcétera.
No se trata, pues, de dañar el lenguaje, es cuestión de hacerlo incluyente, que incorpore a todas las personas y que nos acostumbremos a la inclusión y la neutralidad. Ojalá no existiera la necesidad de visibilizarnos, pero estamos cansadas de no ser representadas y es una urgencia construir los espacios que nos reconozcan.
Y la coherencia es la clave, este tipo de acciones debe de ir de la mano con congruencia personal. Debemos procurar evitar las actitudes excluyentes, sexistas y discriminatorias en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, no únicamente en el discurso porque entonces se volvería vacuo.
Somos una sociedad que mediante la inclusión tiene que transitar hacia el respeto y la modificación del pensamiento. Atrevámonos a hablar porque si somos capaces de transformar nuestra expresión haremos lo mismo con nuestra conducta y nuestro entorno.