Ganar y violar nunca serán lo mismo
Luego de cada partido de futbol en el que un equipo supera ampliamente a su rival, sale a relucir cierto sector de hombres que hace una enfermiza analogía entre esa disputa deportiva y el sexo, o peor, una violación.
Por Luis Ángel Fuente*
Mérida, Yucatán, 25 de agosto de 2020.-En los cuartos de final de la UEFA Liga de Campeones 2020, el Bayern Múnich, actual campeón, apabulló con un marcador de 8-2 al Barcelona, en una tarde en el que el equipo teutón tuvo un desempeño espectacular durante los 90 minutos, lo que le significó la victoria frente a su similar catalán. Sin embargo, esta hermosa representación de cómo se debe jugar fútbol se vio empañada, una vez más, por el machismo que abunda en el imaginario colectivo.
Cada vez que en el ámbito futbolístico, sea nacional o internacional, ocurre un partido en el que un equipo supera ampliamente en el campo y en el marcador a su rival, sale a relucir cierto sector -principalmente conformado por hombres- que hace una enfermiza analogía entre esa disputa deportiva y el sexo, o peor, una violación.
En redes sociales, no faltan las fotos en las que se incluye el marcador, los escudos de los clubes involucrados y logos de empresas productoras de pornografía. O de plano, un montaje entre alguna escena para adultos con los emblemas deportivos.
Estos contenidos son viralizados por los usuarios, en su mayoría hombres, que carecen de la capacidad para darse cuenta de que están contribuyendo a la cultura de la violación, que plantea que las relaciones sexuales tienen que estar basadas en la dominación, el poder y la humillación en lugar de el placer, la diversión y el amor.
Y esta problemática no sólo se limita al deporte, prácticamente está presente en todos los ámbitos sociales y aspectos de la vida de cualquier persona, desde lo mediático, las relaciones interpersonales e instituciones gubernamentales, particularmente aquellas dedicadas a la impartición de justicia.
La cultura de la violación y quienes la perpetúan, entienden el cuerpo de las mujeres como un territorio que hay que “conquistar” para someter y volver objeto sin considerar la voluntad de éstas. Además, dicta que ellas deben “darse a respetar” y cuidarse, por lo que las limita en su vestimenta, comportamiento y ejercicio de su sexualidad.
Se trata de uno de los mecanismos de opresión más elaborados del patriarcado pues constantemente, tanto a hombres como mujeres, se nos está bombardeando con las normas impuestas por esta cultura: en los medios de comunicación se ha normalizado que las víctimas de violencia sexual sean cuestionadas por haber sufrido este tipo de agresión.
Que si estaban borrachas, que si llevaban un vestido “provocador”, que qué hacían afuera de su casa a esa hora, y un largo etcétera. A los violadores, se les menciona poco. Claro, esa parte de la nota no vende ni genera clics.
En cuanto al cine y otros contenidos audiovisuales, éstos han contribuido a que se normalice la violencia sexual hacia las mujeres. Pocas veces podemos observar en series o películas a personajes femeninos que ejerzan abiertamente su vida sexual sin que sean consideradas “putas”, y a veces terminan por protagonizar alguna escena de violación como resultado de su comportamiento, es decir, se les castiga por no obedecer mandatos machistas.
En la vida privada, la historia es similar: las niñas bien tienen que darse a respetar si no quieren que sus compañeros de clase, amigos, conocidos o familiares (por increíble que esto se lea) se propasen con ellas.
Institucionalmente pasa lo mismo, por más que se presuma de protocolos, capacitaciones sobre un supuesto enfoque de género, las dependencias gubernamentales tienden a revictimizar a quienes sufren violencia haciendo interrogatorios incómodos que insinúan cierta culpabilidad por parte de las agredidas, y las ignoran dejándolas expuestas a futuras agresiones o a ser asesinadas.
En contraste, la cultura de la violación afecta de dos formas a los hombres: la primera es que sirve como sistema de protección para los agresores y violadores, que en ocasiones pueden quedar impunes por sus actos debido a todo lo antes mencionado. Hay mil y un maneras de culpar a la mujer.
Cuando agredimos con miradas, palabras o sexualmente a una mujer se nos justifica en función de la reputación que ella tenga y de la que tengamos nosotros. Si somos intachable en mi vida pública y privada, nunca hemos tenido ese tipo de problemas, seguramente fuimos provocado o ella se lo buscó. Se ha legitimado la falacia de que como hombres es nuestra “naturaleza” no poder controlar nuestros impulsos sexuales. Esto, más el pacto patriarcal entre nosotros, nos permite que las consecuencias por nuestras violencias sean pocas o nulas, dependiendo del caso.
La segunda forma en la que esto afecta a los hombres es que se nos obstaculiza la posibilidad de visibilizar los casos en los que pudiéramos sufrir una agresión sexual porque eres macho, tienes que mantener una imagen viril y tosca, cómo es posible que alguien te haya sometido. Cabe mencionar que las violaciones a hombres en su mayoría suelen ser cometidas por otros hombres. Mientras sigamos sin atacar la problemática, ésta seguirá presente en la vida de mujeres y hombres.
Que quede claro, el Bayern no “violó” al Barcelona, le ganó porque fue mejor que el cuadro catalán en su juego con el balón, entendimiento de conjunto y contundencia frente a la portería contraria. Hacer una metáfora atroz entre eso y la violencia sexual es, cuando menos, preocupante. Hay que entender que el lenguaje y sus formas reflejan el pensamiento de una sociedad.
*Comunicólogo social. Periodista. Hijo, hermano, amigo y traidor al patriarcado.