Maestras del feminismo en Yucatán: A 150 años de La Siempreviva
Se cumple un siglo y medio de la fundación de la primera revista dirigida y editada exclusivamente por mujeres en el estado, un espacio en el que pudieron publicar no solo sus textos literarios, sino también sus opiniones sobre diversos temas vedados para ellas en ese momento.
Las profesoras Rita Cetina Gutiérrez, Gertrudis Tenorio Zavala y Cristina Farfán Manzanilla pensaron en la educación de las niñas y mujeres como un camino a la independencia. Su legado inspiró a las asistentes del Primer Congreso Feminista y su espíritu continúa presente en las nuevas generaciones de yucatecas.
Por Martha Ruiz y Jimena De los Santos
Mérida, Yucatán, 7 de mayo de 2020.- “Sacudid la inacción, alzad la frente / levantad con orgullo la cabeza, / y podremos decir con entereza / que alcanza cuanto quiere la mujer”, con estos versos cierra el poema “A nuestro sexo”, firmado por Rita Cetina Gutiérrez y publicado en el primer número de La Siempreviva, primera publicación literaria yucateca cuya dirección y edición corrió a cargo exclusivamente de mujeres.
Esta revista quincenal apareció por primera vez el 7 de mayo de 1870, en un contexto en el que ser escritora e intelectual era motivo de rechazo por parte de colegas y familiares. Sus fundadoras, las profesoras Rita Cetina Gutiérrez, Gertrudis Tenorio Zavala y Cristina Farfán Manzanilla, también abrieron una escuela para niñas, así como una asociación literaria y de beneficencia, todas del mismo nombre.
La Siempreviva estuvo en circulación hasta 1872, periodo que coincide con la administración del gobernador Manuel Cirerol, quien, de acuerdo con Piedad Peniche en su libro Rita Cetina, La Siempreviva y el Instituto Literario de niñas: una cuna del feminismo mexicano 1846-1908, “proporcionaba la imprenta del gobierno del estado y probablemente también el papel de la impresión”.
Ello demuestra que las profesoras supieron aprovechar el ambiente político local y nacional, pues en esa época comenzaron las reformas que consideraron la importancia de la educación de las mujeres. Incluso, fueron más allá, ya que no se limitaron, como sus colegas hombres, a la profesionalización únicamente para cumplir el papel de esposas y madres, pensaron en ella como una forma de independencia.
La Siempreviva, una apuesta por la sororidad
Hay mucho que se puede comentar sobre La Siempreviva; si bien, durante varias décadas hubo un silencio total en cuanto a la investigación histórica y literaria del proyecto, en los últimos años hay cada vez más interés en leer y escribir sobre uno de los momentos clave en la historia de las mujeres en Yucatán.
En el artículo De reinas del hogar y de la patria a escritoras profesionales. La edad de oro de las poetisas mexicanas, Lilia Granillo Vázquez y Esther Hernández Palacios refieren la autonomía editorial de las mujeres y mencionan que en 1870 “Gertrudis Tenorio de Zavala, Rita Cetina Gutiérrez, Dolores Correa Zapata y otras empresarias culturales en Yucatán y la zona del sureste, fundan La Siempreviva, empresa cultural que es a la vez asociación literaria, escuela y publicación periódica; todo a cargo exclusivamente de ‘señoritas’”.
Justamente, es en el término “empresarias culturales” donde encontramos un significado, capaz de expandirse temporalmente, para crear un tejido de redes en clave feminista, es decir, una lente que nos permita visibilizar la importancia de las mujeres en la producción literaria del siglo XIX en Yucatán, labor que los estudios de género, la crítica y la teoría literaria feminista, han realizado desde hace un par de décadas para rescatar del silencio y el olvido la obra literaria de un amplio repertorio de escritoras.
Lo anterior contrasta con la extendida idea de que, de acuerdo con Granillo Vázquez y Hernández Palacios, “según los libros de texto y la historiografía literaria mexicana escrita en el siglo XX, las mexicanas no escribieron nada desde el siglo de Sor Juana”. Hoy, queremos dedicar estas palabras a la sororidad que se tejió en La Siempreviva, así como en la trascendencia que tuvo para las mujeres y el feminismo en Yucatán.
Pese a la falta de una genealogía contundente sobre las mujeres en la historia de la literatura, lo cierto es que ellas siempre han estado presentes como autoras. A lo largo del siglo XIX, se incrementó el número de aquellas que publicaron textos, sin embargo, muchas temieron la censura y discriminación por parte de colegas, familiares y amistades.
El trabajo de las escritoras no siempre fue considerado valioso, ni como parte de una memoria que debía ser conservada. Mientras se esperaba y aplaudía que los hombres fueran autores de novelas y ensayos, géneros como el epistolar o los diarios personales eran considerados “menores” y asignados a ellas.
De vez en cuando, se aceptaba que escribieran poesía, siempre y cuando se tratara de temas amorosos, nunca reflexiones intelectuales y políticas. Sin embargo, la obra de numerosas autoras es prueba de la contrario y La Siempreviva también dejó evidencia de ello.
Además, durante el siglo XIX en México, surgieron apodos despectivos que hacían referencia a las intelectuales y escritoras, se emplearon con frecuencia en novelas, cuentos y diversos textos de la prensa literaria, por lo que estos insultos fueron parte del habla popular: “talentacia”, “marisabidilla” y “literata” sirvieron para deslegitimar su palabra.
Este fue uno de los tres estereotipos más comunes en la representación de las mujeres en la literatura del siglo XIX en México, los otros dos fueron “el ángel del hogar” y “la heroína”. Por eso, no es extraño que varias escritoras firmaran sus textos con seudónimos, a fin de protegerse.
Por ejemplo, Rita Cetina apareció en sus primeros textos como “Cristabela” y Gertrudis Tenorio lo hizo como “Hortensia”; asimismo, fueron las propias autoras quienes buscaron generar espacios seguros para que ellas y otras que desearan escribir y publicar lo pudieran hacer sin temor a la censura. La Siempreviva, como un medio colaborativo, constituyó un lugar de expresión e intercambio cuya mejor estrategia fue la sororidad.
Leer la revista permite identificar las relaciones de amistad y sororidad. Son comunes los textos con dedicatorias a otras escritoras y amigas, en los que se animan a continuar con esta labor, consolarse en la tristeza, así como reconocer la inteligencia y sensibilidad de la otra.
Usualmente, estas dedicatorias tienen una respuesta en los números siguientes. Podemos conocer los nombres de las colaboradoras más constantes, pero también hay un número considerable que siguió enviando sus textos con seudónimos. De estas últimas nunca sabremos su verdadera identidad y si continuaron escribiendo.
Otra característica fue el uso de estrategias literarias que les permitieron publicar textos con opiniones sobre política, la educación de las mujeres y el trabajo. Sobra decir que se vieron en la necesidad de ser muy astutas en su discurso, ya que vivieron la presión de la iglesia y el gobierno.
Pero también es necesario mencionar las omisiones, desde un punto de vista histórico. Si bien las fundadoras de La Siempreviva se preocuparon y trabajaron por la educación de las niñas y mujeres, a su proyecto le faltó considerar explícitamente a aquellas de origen maya. Este siguiente paso lo darían sus alumnas.
Proyecto histórico de La Siempreviva
La aparición del primer número de la revista literaria La Siempreviva, hace 150 años, nos hace reflexionar sobre qué encontramos de las siemprevivas en nosotras. Nos referimos a las que nacimos cuando el acceso a la educación y el trabajo remunerado para las mujeres era un hecho, así como la emergencia en los espacios públicos, ¿habrá algo de ellas en nuestras prácticas diarias?
Si bien nos hemos apropiado de los discursos feministas para evidenciar o denunciar las desigualdades en las que estamos inmersas, inclusive, para asumir una postura política en la defensa de nuestros derechos y cuestionar las asimetrías de la cultura patriarcal, es precisamente esto lo que las mujeres que formaron La Siempreviva desearon para nosotras.
Construir genealogías feministas para construir una narrativa propia
El discurso de La Siempreviva tuvo sonoridad entre las generaciones que transitaron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, específicamente, en la generación de profesoras que participaron en el Primer Congreso Feminista realizado en Yucatán en 1916. De tal forma, no resulta extraño, que previo a este hito, existiera un síntoma de autonomía política entre las mujeres, sentir que contrastó con los silencios y los velos que experimentaron en el XIX, bajo la ideología romántica-liberal.
Es en el momento en que La Siempreviva empieza a emerger que tiene impacto en las mujeres que están siendo testigasdel proyecto revolucionario en el contexto yucateco. Como muestran las memorias del Primer Congreso Feminista, entre las asistentes se encuentran profesoras que provenían de las instituciones que había dirigido Rita Cetina Gutiérrez y sus participaciones fueron cruciales.
Tocaron temas como la incorporación de las mujeres a las ciencias y las artes, la necesidad de educar en igualdad y el acceso a las funciones públicas, incluidos los cargos de elección popular, así como la imposición de los espacios domésticos como exclusivos; en ese sentido, fueron claras y defendieron la idea de que “si la mujer, hasta hoy solo ha podido dirigir los quehaceres domésticos es porque a esta clase de trabajos la han inclinado, pero dándole una instrucción completa podrá dirigir Casas de Beneficencia, Talleres de Artes y Oficios, de Industria y Comercio, de Laboratorios”.
Por otro lado, el frente más radical del Congreso colocó en la mesa de discusión, “la importancia de establecer a nivel secundaria la educación sexual porque la carencia de conocimientos al respecto provocaba grandes problemas a las mujeres”. De este tema no se hablaría abiertamente, sino, mucho tiempo después.
Elvira Rivera Gómez, menciona que, a pesar de haberles brindado todas las condiciones para aprobar la agenda de este Congreso, pesaron más los preceptos confesionales de la educación femenina doméstica, para que por primera vez fueran reconocidas como sujetas políticas y como ciudadanas; tarea que no se consiguió tanto en el primer como en el segundo congreso feminista de 1916.
[Corazonar juntas]
Ahora, como hace 150 años, nos encontramos ante el canon, desestabilizando el “deber ser” o el “mandato” patriarcal, tejiendo constelaciones de mujeres que han resistido juntas, desde la sororidad y contra el desdén del olvido. Además, intentamos recuperar los fragmentos de las genealogías feministas de Yucatán que nuestras antecesoras nos han legado.
Desde la autogestión, exploramos e investigamos los caminos trazados por nuestras ancestras, en los territorios que mantuvieron viva la lucha feminista. Como apunta Aura Cumes, indígena kaqchikel, en Pensar, sentir y hacer pedagogías feministas descoloniales, “hace falta crear política desde nuestra experiencia cotidiana colocando en cuestionamiento aún las actitudes más pequeñas, pero que al final son decisivas para nuestros encuentros y desencuentros”.
De esta forma, la Liga Feminista “Rita Cetina Gutiérrez”, fundada en 1919, representa un compromiso ético y político para preservar la memoria de las siemprevivas y de todas las que han cuestionado las practicas sexistas, la invisibilización y el silenciamiento desde las trincheras en las que se encuentren. Compromiso ético que las mismas congresistas asumieron para las futuras generaciones, por ejemplo:
¡Amparo Machín.- Hay mujeres cultas pero no todas.
Francisca Ascanio.- Pues bien, hay hombres cultos, pero no todos, y, sin embargo, todos ejercen, los derechos políticos.
Amparo Machín.- Pero no queremos fracasar como ellos. Dejemos los derechos políticos para las mujeres del mañana.
Francisca Ascanio.- Mañana es palabra vaga. ¿Ese mañana cuándo será?
Srita. Machín.- Hablo de mujeres que vamos a formar nosotras!
Con esto queremos decir que capítulos como el Primer Congreso Nacional feminista (1922), la Liga Panamericana de mujeres (1923), Frente Único Pro-Derechos de las Mujeres (1935-1939) no permanecerán inconclusos, mientras nuestro derecho a la memoria y el acceso a la información desde un enfoque de género nos sea garantizado.
Ahora que estamos conscientes de lo que la historiadora Gerda Lerner nombra en su texto La creación del patriarcado como el “largo retraso (unos tres mil 500 años) en la toma de conciencia de las mujeres de su posición subordinada dentro de la sociedad”, no tendrán la comodidad de nuestro silencio.
Fotografía: Muestra «Ko’olel, transformando el camino», Museo Regional de Antropología Palacio Cantón,2018.