La UADY tiembla con tendederos que exhiben acoso y hostigamiento
Desde el pasado martes 10, los pasillos de las Facultades de Contaduría y Administración, Medicina Veterinaria y Zootecnia, Derecho, Economía y Matemáticas lucen tapizados con acusaciones que dan cuenta de la gravedad y extensión de la violencia en esa casa de estudios.
Ante el descrédito y la intimidación que sufren quienes se atreven a alzar la voz, los tendederos en el espacio escolar se convierten en métodos seguros para romper el silencio, además de que son una oportunidad perfecta para que las autoridades universitarias comiencen a perseguir estas conductas, ¿se atreverán a hacerlo?
Por Redacción
Mérida, Yucatán, 13 de marzo de 2020.- Esta semana, alumnas de las Facultades de Contaduría y Administración, Medicina Veterinaria y Zootecnia, Derecho, Economía y Matemáticas, Medicina, todas de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), intervinieron sus planteles para denunciar los acosos y hostigamientos que han sufrido por parte de compañeros y profesores, así como la omisión y encubrimiento por parte de las autoridades escolares.
Las jóvenes instalaron tendederos en los que visibilizaron las agresiones que de forma cotidiana experimentan en las aulas, las cuales se encuentran muy normalizadas en nuestra sociedad. Basta echarle un vistazo a las numerosas fotografías que circulan en redes sociales para constatar que la misoginia y el machismo son la norma y no la excepción en la máxima casa de estudios del estado.
“Las mujeres no sirven para estar en veterinaria, sólo se dedican a perritos y gatitos”, se le atribuye al profesor José Luis Gutiérrez de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia; “Si no quieren que les digan nada no se vistan así”, al abogado Jorge Parra en la de Derecho; en la de Economía, al maestro David Santoyo se le acusa de hacer comentarios sobre el aspecto físico de sus discípulas, además de tener “confiancitas” con ellas.
Los alumnos también fueron expuestos. “A los hombres nos matan, a las mujeres sólo las violan, con un psicólogo se les quita”; “Un alumno de segundo semestre de Economía aseguró que sí pasaba Álgebra lineal, después de verme platicando con el maestro”; “Jesús Kantún mira morbosamente, hace comentarios incómodos ‘piropos’, desprecia las opiniones académicas de profesoras y alumnas”, se lee sobre varios de ellos en distintas sedes.
Incluso, el rector José de Jesús Williams es señalado por mirar “morbosamente y hacer comentarios fuera de lugar sobre la apariencia de profesoras”. Cabe recordar que, previamente, ya había sido denunciado en la cuenta @metoomérida por por haber tocado a una profesora sin su consentimiento e insistirle en llevarla a cenar para “platicar” sobre su futuro profesional.
Desde el pasado martes 10, los pasillos lucen tapizados con acusaciones que dan cuenta de la gravedad y extensión de este problema, por lo que resulta lamentable la respuesta que las direcciones y comunidades de cada escuela han dado. La organización UADY sin acoso ha documentado que, por ejemplo, la Facultad de Contaduría y Administración pidió a las organizadoras del tendedero que quitaran las denuncias contra profesores porque “quieren manejarlo de otra manera”.
Asimismo, señalaron que los alumnos de la Facultad de Matemáticas pegaron un cartel con la leyenda “¿Te cae mal algún maestro? Aprovecha el tendedero e invéntale una denuncia por acoso, al fin y al cabo las denuncias son anónimas y nadie es responsable”, en un intento por intimidar y deslegitimar a sus compañeras.
Lo que tanto estudiantes como autoridades universitarias parecieran no entender, es que el objetivo de las valientes jóvenes que se atreven a alzar la voz no es iniciar un proceso penal en contra de los agresores. Este tipo de acciones colectivas y anónimas, que comenzaron como una instalación de la artista Mónica Mayer en 1978, es romper el silencio y visibilizar que estas situaciones son violencias, además de generar empatía entre las víctimas y prevenir a otras mujeres.
Y es que valdría la pena recordar que apenas en julio del año pasado, el Consejo Universitario lanzó el Protocolo para la Prevención, Atención y Sanción de la Violencia de Género, Discriminación, Hostigamiento y Acoso Sexual, lo cual sucedió sólo después de que organizaciones como UADY sin acoso presionaran por varios meses para su aprobación.
¿Qué pueden esperar las alumnas que se acogen a la vía institucional? Muy probablemente un proceso revictimizante que no concluirá con una sanción que contribuya a erradicar estas prácticas. Basta comparar dos casos infames, el del alumno que bromeó con cometer un tiroteo en la Facultad de Matemáticas, al cual se suspendió por 12 meses y se proporcionó acompañamiento psicológico, y el del estudiante de Biología Marina que abusó sexualmente de una compañera y por lo que recibió una suspensión de ocho días.
Ambas faltas son reprobables, pues son formas de violencia que no tienen cabida en un ambiente académico, sin embargo, sorprende que la Universidad minimice las violencias machistas en sus aulas y pasillos, pues éstas, a diferencia de amenazas de mentiras, tienen efectos muy reales y duraderos en las vidas de quienes las sufren.
Y es que esto es especialmente preocupante cuando se habla de menores de edad que son hostigadas por profesores, hombres adultos varias décadas mayores que ellas. Se trata de un desequilibrio de poder aún cuando las víctimas tienen más de 18 años, por la posición jerárquica de los abusadores, que dificulta, cuando no imposibilita, la denuncia por medios oficiales, sin mencionar el descrédito al que se ven sometidas.
Por estas razones, los tendederos se convierten en métodos seguros para romper el silencio frente a la violencia machista, además de que son una oportunidad perfecta para que las autoridades universitarias que tanto presumen su voluntad de acabar con estas conductas comiencen a perseguirlas. ¿Se atreverán a hacerlo? Porque las mujeres ya no están dispuestas a callar.