El día que paramos… la calle 60 para exigir educación con perspectiva de género
Hicimos un paro, pero no el que la UADY y las instituciones gubernamentales nos autorizaron. Paralizamos el tráfico para pedir respuesta a los cientos de denuncias de acoso y hostigamiento en las aulas de la máxima casa de estudios del estado.
Rodeada de desconocidas, que al final se volvieron mis hermanas, descubrí a las morras valientes que ya no se quedan calladas ante los abusos que viven en las Prepas 1 y 2, así como a las futuras profesionales comprometidas con la lucha por la igualdad.
Por GM
Mérida, Yucatán, 10 de marzo de 2020.- “No nos quedaremos en el espacio al que históricamente nos han reducido”, gritamos justo en medio de la calle 60, en el corazón de Mérida. Más juntas que nunca, cerca de 30 mujeres que de una u otra manera hemos formado parte de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) tomamos el Centro Cultural, justo el día en que las autoridades “nos dieron permiso” para faltar a clases o al trabajo.
Alumnas y egresadas, acompañadas de amigas e hijas, pegamos el manifiesto de nuestra Asamblea en la fachada del antiguo edificio central: “Las instancias y empresas que se han ‘sumado’ a #UnDíaSinNosotras olvidan que su papel no es el de respaldar esta iniciativa, pues las huelgas no necesitan del permiso del patrón para llevarse a cabo, son una prerrogativa ganada a pulso por los movimientos sociales”.
Con los rostros cubiertos, porque la criminalización de la protesta es una realidad en Yucatán, hicimos un paro, pero no el que la UADY y las instituciones gubernamentales nos autorizaron. Paralizamos el tráfico de una de las vías más importantes de la ciudad para exigir educación con perspectiva de género, así como respuesta a los cientos de denuncias de acoso y hostigamiento en las aulas de la máxima casa de estudios del estado.
Rodeada de desconocidas que al final de la jornada se volvieron mis hermanas, viví mi primera huelga de mujeres. Ahí, me encontré con las valientes que hoy luchan para transformar la Universidad: las morras de las Prepas 1 y 2 que ya no permanecen calladas ante los abusos de compañeros y profesores, y las jóvenes de varias facultades que se preparan para ser profesionistas comprometidas con la igualdad.
Junto a otras colegas que, como yo, egresaron hace más de una década, reflexioné sobre cómo es que las más chicas ya no necesitan que les expliquemos qué es el feminismo, sino que son ellas las que nos están enseñando el camino. Y es que lo que a nosotras nos llevó mucho tiempo reconocer cómo violencia, ellas ya lo están nombrando en voz alta.
Mujeres de varias edades pertenecientes a Fuerza Violeta, Resistencia Estudiantil UADY, UADY sin acoso, Contingenta Siempreviva, Frente Feminista Yucatán e Hijas de Lilith, además de otras no afiliadas con ninguna colectiva, nos apropiamos del espacio público en el día que, se supone, iba a ser sin nosotras.
Nos pareció importante, además de dejar de producir y consumir, hacernos visibles en una institución que apenas el año pasado aprobó su Protocolo para la Prevención, Atención y Sanción de la Violencia de Género, Discriminación, Hostigamiento y Acoso Sexual, gracias a la presión de organizaciones estudiantiles.
Estábamos agotadas por la marcha multitudinaria del 8 de marzo y por la vigilia de la tarde anterior, pero las fuerzas alcanzaron para montar un tendedero en el que pudimos denunciar a nuestros agresores. No fue un ejercicio fácil, pues implicó reconocer que hemos sido víctimas aún en los lugares que deberían ser nuestro refugio, como escuelas y hogares. Lloré, pero no lo hice sola, ellas lloraron conmigo y me contagiaron su fortaleza.
Mientras escribíamos, apareció un grupo de turistas del extranjero. No dejamos nuestra actividad, pero le pedimos al guía que nos diera unos minutos para hablarles de por qué estábamos ahí. Cuando escuchamos que empezó a hacer mansplaining de nuestro movimiento, una valiente compañera tomó el megáfono para decirles en su idioma que en México nos están matando por ser mujeres y les pidió que hablen de ello en sus países de origen. Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio.
La convocatoria que lanzamos en redes sociales no tuvo mucho eco en los medios y, si no fuera por los reporteros que acudieron a una rueda de prensa efectuada al mismo tiempo, la Asamblea habría pasado desapercibida. Me hubiera gustado que periodistas mujeres cubrieran el evento, ya que estoy segura que ellas se habrían quedado hasta el final y que las notas, como las que hoy aparecieron en varios periódicos, no estarían incompletas.
Así, sus lectoras y lectores sabrían que dos compañeras estudiantes expusieron una valiosa investigación sobre dos de los casos de feminicidio más conocidos en nuestro estado: los de Rosa María Arceo Ochoa y Emma Gabriela Molina Canto. También, se hubieran enterado que como consumidoras de información ya no toleramos medios cómplices que revictimizan a las mujeres.
Sabrían que repudiamos sus coberturas tendenciosas y que, en un afán morboso por vender portadas, hacen un circo de nuestras muertes. Asimismo, estarían conscientes de que se está formando una nueva generación de profesionales comprometidas con los derechos humanos y la perspectiva de género. Pero no lo quisieron ver, por eso se los digo.
Fueron cuatro horas de reflexión en las que compartimos ideas para transformar la Universidad. Por eso, nos pareció importante llevar a cabo el performance de los 20 puntos, ese en el que pierdes uno por cada violencia que hayas experimentado. Me dolió, más no me sorprendió, descubrir que hasta las más pequeñas han experimentado agresiones de todo tipo.
Me quedé más tiempo del que originalmente había planeado. Viví el paro de una forma diferente a lo que imaginé desde un principio, pero no lo cambiaría por nada. Sé que no todas pudimos dejar de trabajar o estudiar, pero las que sí tuvimos ese privilegio intentamos utilizarlo para hacer de la UADY un espacio seguro.
Al final nos abrazamos, una ilustradora nos compartió unos stickers para recordar este día histórico y nos ofrecimos acompañamiento de vuelta a casa. Eso es lo que queremos para todas las universitarias, para las que ya están ahí y para las que vienen en el futuro, “hasta que la sororidad y la dignidad se hagan costumbre”.
(Fotografías de Cindy Santos)